El Apolo de Pinedo: El dios que regresó del mar de Valencia
En las profundidades de la costa de Valencia reposan a veces tesoros olvidados que, de forma inesperada, regresan a la luz para contarnos la historia del Imperio Romano. Ninguno tan espectacular y bien conservado como el Apolo de Pinedo, una imponente estatua de bronce que, tras casi dos milenios sumergida, que se ha consolidado como una de las joyas arqueológicas más importantes de la Península Ibérica.
Con sus 1,45 metros de altura, esta figura de un joven, probablemente el dios Apolo, es un testimonio mudo del comercio de arte de lujo en la época romana y del destino azaroso de las rutas marítimas. Su supervivencia es un milagro, ya que la mayoría de las esculturas de bronce de gran formato fueron fundidas en la antigüedad o la Edad Media por el alto valor de su metal.
El día que un buzo confundió a un dios con un muerto
La historia del Apolo de Pinedo tiene un inicio digno de una novela de aventuras, marcado por la casualidad y un buen susto. Ocurrió el 8 de diciembre de 1963, hace 62 años. Un grupo de amigos, aficionados a la pesca submarina, buceaban frente a la playa de Pinedo, a escasos kilómetros al sur de la capital valenciana.
A unos 300 metros de la orilla y a una profundidad de unos diez metros, Ramón Chichell, uno de los buzos, junto con Ignacio Cuartero, Joaquín García y Francisco García, divisó un objeto que sobresalía de la arena. Inicialmente, y en un momento de pánico, pensó que había encontrado el pie de un cadáver enterrado en el fondo marino. La confusión se disipó al acercarse y tocar el material con el arpón: no era piel, sino metal frío. Había tropezado, literalmente, con una escultura de bronce.
El hallazgo se puso rápidamente en conocimiento de las autoridades. El proceso de rescate fue complejo, pero se logró izar el cuerpo principal de la estatua, que se encontraba reclinada y sin la pierna derecha. Se cree que la figura formaba parte de la carga de un navío mercante romano que naufragó probablemente entre los siglos I y II d.C., quedando la estatua atrapada entre los restos del pecio y la arena.
La emoción no terminó ahí. Meses después, la pierna faltante fue localizada en el mismo punto del hallazgo, aunque por diversas circunstancias técnicas y burocráticas, la pieza no fue finalmente reintegrada a la escultura hasta 1994. Hoy, restaurada y completa, la obra se expone con orgullo en el Museo de Prehistoria de Valencia.

Belleza clásica y secretos de la forja
El Apolo de Pinedo es una obra de exquisita factura. Representa a un joven (efebo) en una pose sedente y relajada. Su cuerpo está ligeramente reclinado, con el brazo derecho alzado y apoyado sobre la cabeza, un gesto que en la iconografía clásica se asocia con el descanso, la meditación o, a veces, el sueño. Esta postura, conocida en el mundo del arte como la actitud Anasyromenos, denota un profundo influjo del arte griego.
Los expertos identifican esta pieza como una copia romana (fechada hacia el siglo II d.C.) de un original helenístico de bronce. Se la relaciona frecuentemente con modelos del siglo II a.C., como el Apolo Lykeios o el Apolo Delphinios del escultor Demetrio de Mileto. La perfección de la anatomía, la delicadeza de los rizos que enmarcan su rostro y el marcado contrapposto (la distribución equilibrada del peso del cuerpo) son marcas de su alta calidad.
Tres detalles que marcan la diferencia
La Técnica de la Cera Perdida: La escultura fue fundida utilizando el complejo proceso de la cera perdida indirecta, lo que permitió crear una pieza hueca con paredes finas (aproximadamente de un milímetro de grosor). Además, fue fabricada por partes que luego se unieron con soldaduras, una práctica común para estatuas de este tamaño.
Reparaciones Antiguas: Al examinarla de cerca, se pueden observar numerosas reparaciones de época romana. Los fundidores de la antigüedad, al detectar fallos o burbujas en el metal (crisoles), rellenaban los huecos con pequeñas placas de bronce soldadas. Estas «cicatrices» son una prueba fascinante del proceso artesanal.
Los Ojos Perdidos: Las cuencas oculares de la estatua están vacías. Originalmente, el Apolo lucía ojos incrustados hechos de materiales preciosos como pasta vítrea, mármol o marfil. Estos materiales orgánicos o más frágiles se perdieron o descompusieron tras su largo periodo en el agua salada.

El valor del Apolo de Pinedo trasciende su belleza estética. Es una pieza fundamental para comprender la historia de la Hispania Citerior y su conexión con el circuito cultural y comercial de todo el Mediterráneo. Cada detalle de su forja y cada rastro de corrosión salina cuenta la historia de un viaje que, por un naufragio, hizo de la costa valenciana su hogar eterno, hasta que unos buzos lo devolvieron a la humanidad.
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