: Un informe técnico desmonta el relato institucional: solo 60 viviendas familiares al año se han destinado a uso turístico desde 2018, y el aumento del alquiler relacionado con este fenómeno apenas roza el 2%.
Cuando el problema es menos problema de lo que parece
En Valencia tenemos una habilidad especial para convertir estadísticas en tragedias griegas. Que hay turistas, claro. Que hay pisos turísticos, por supuesto. ¿Pero hasta qué punto eso está dejando a los vecinos sin hogar, o expulsando familias enteras a las afueras con una patada en el contrato de arrendamiento? Bueno, según un nuevo informe encargado por Aptur, la cosa no es para tanto. Ni de lejos.
Resulta que desde 2018 hasta finales de 2024 se han transformado 363 viviendas familiares en pisos turísticos en toda Valencia. Una media de 60,5 al año. Lo que viene a ser una gota en el mar de un parque inmobiliario con decenas de miles de viviendas. Pero claro, cuando la política se pone nerviosa, cualquier número sirve para disparar alarmas.
El origen de los datos: no, no es un invento de una newsletter conspiranoica
Hablemos de fuentes. Este análisis proviene de un informe pericial solicitado por Aptur, la asociación de viviendas turísticas de la Comunidad Valenciana. Podrías pensar que tienen intereses en juego —y los tienen, como todos—, pero el documento no es un panfleto publicitario. Es un informe técnico que desmonta con cifras algunas de las bases del discurso institucional que ha llevado al Ayuntamiento a suspender nuevas licencias turísticas en la ciudad.
La tesis principal del informe es sencilla: el Ayuntamiento no hizo bien los deberes antes de apretar el freno normativo. No calculó de forma adecuada el impacto de las VUT (Viviendas de Uso Turístico), y confundió correlación con causalidad. Algo así como ver que llueve cuando sacas el paraguas y pensar que lo estás provocando tú.
La reconversión de locales: ¿pérdida de vivienda o reciclaje urbano?
Uno de los datos más interesantes del informe tiene que ver con el origen de esas 363 viviendas reconvertidas. Y es que muchas de ellas ni siquiera eran viviendas al inicio. Eran locales comerciales, trasteros o espacios a medio camino entre lo habitable y lo improbable.
Esto cambia bastante el panorama. Porque una cosa es desplazar a familias de sus casas para meter turistas con cámaras de fotos, y otra muy distinta es adaptar locales vacíos a una nueva demanda económica. No es lo mismo quitar que transformar. No es lo mismo desahuciar que reconvertir.
El aumento de los alquileres: ¿y el apocalipsis dónde está?
Este punto es clave. El informe estima que el impacto de las VUT en el precio del alquiler en Valencia ha sido de apenas un 1,8%, incluso ajustando por inflación. Es decir, que si estás pagando 850 euros por tu piso, la culpa de que el alquiler haya subido no es del alemán que duerme cuatro noches en el piso de al lado, sino probablemente de factores como la demanda estructural, la falta de vivienda pública o la alegre especulación de ciertos fondos buitre.
Claro, esto desmonta bastante el relato habitual que dice que los turistas están acabando con los barrios. Porque si ese impacto no llega ni al 2%, tal vez haya que mirar en otras direcciones. O al menos, mirar más allá del discurso fácil.
¿Y la población? Spoiler: no ha huido nadie
Otro de los grandes argumentos para justificar la suspensión de licencias ha sido la idea de que Valencia está perdiendo población, que los barrios se vacían, que ya no quedan vecinos de toda la vida. Pero los números, otra vez, van por otro lado.
Entre 2018 y 2024, Valencia ha ganado 32.927 habitantes. Un aumento del 4,16%. Y no solo eso: también ha crecido el número de hogares en un 7,48%, en todos los distritos de la ciudad. Sí, incluso en Ciutat Vella, el supuesto epicentro de la “invasión turística”, la población ha subido un 10,26%.
¿Significa esto que todo va bien y que las VUT son inofensivas? No necesariamente. Pero sí desmonta la idea de que estamos ante un proceso de desertificación urbana. Hay gentrificación, sin duda. Hay cambio en el perfil de los habitantes. Pero no hay huida masiva.
Gentrificación clásica: cuando el problema es el de siempre
Lo que el informe describe es un proceso ya conocido en otras ciudades europeas: la gentrificación de toda la vida. Familias locales son reemplazadas por otras con mayor poder adquisitivo, muchas veces extranjeras. Pero, a diferencia de otros casos más dramáticos, en Valencia no se está produciendo una pérdida de hogares. Simplemente, cambian de manos.
Y eso, por incómodo que sea, no se resuelve con una suspensión de licencias. Porque el origen del problema no son solo los pisos turísticos, sino un mercado inmobiliario desregulado, una inversión pública en vivienda que no da la talla, y una economía que premia al que puede pagar más, sin importar de dónde venga.
El informe Castroconsulting, bajo la lupa
Una de las partes más jugosas del informe pericial es su crítica al análisis que el Ayuntamiento usó como base para la suspensión. Según el experto, el informe de Castroconsulting comete errores de concepto al relacionar la terciarización (ese fenómeno por el cual una zona se llena de bares, comercios y turistas) con la pérdida de población.
Es como confundir el ruido con la ausencia: que un barrio esté más animado no significa que se esté vaciando, solo que se está transformando. Y si queremos evitar esa transformación, habrá que ser más creativos que simplemente prohibir licencias.
¿Entonces, qué hacemos con todo esto?
La pregunta es legítima. Si el impacto de las VUT es tan limitado como dice el informe, y si el problema de fondo va mucho más allá, ¿qué sentido tiene suspender licencias? ¿Estamos combatiendo síntomas sin diagnosticar la enfermedad?
La política, a menudo, necesita gestos. Y pocos gestos más visibles hay que frenar a los turistas para proteger a los vecinos. Pero si los datos no acompañan al relato, quizá haya que pensar en políticas más ambiciosas: aumentar el parque de vivienda pública, regular los precios de alquiler, controlar a los grandes propietarios… ya sabes, lo difícil.
Porque al final, siempre se trata de lo mismo
El turismo no es el enemigo, pero tampoco es inocente. Como casi todo en la ciudad, su impacto depende de cómo lo gestionemos. Prohibir no siempre es la mejor forma de gobernar. Y si los datos no respaldan las prohibiciones, igual hay que empezar por ahí.
¿Puede Valencia tener turismo y vivienda digna al mismo tiempo? ¿O estamos condenados a elegir entre ciudad escaparate o ciudad habitable?