VALENCIA — El arte callejero clandestino ha irrumpido con fuerza en la ciudad de Valencia. Muros, cajas eléctricas, mobiliario urbano, portezuelas y hasta elementos patrimoniales han sido intervenidos por artistas anónimos que, lejos de buscar reconocimiento público, apuestan por una comunicación directa, simbólica y muchas veces subversiva. Figuras como las sombras con ojos verdes, el perro Bowy, o el icónico “The Photographer”, han pasado de ser simples grafitis a formar parte del paisaje urbano cotidiano.
Una ciudad llena de mensajes sin firma
La proliferación del grafiti ilegal en Valencia es evidente. Desde barrios céntricos hasta rincones menos transitados, estas expresiones artísticas surgen donde menos se las espera. En su mayoría, los grafitis aparecen en superficies deterioradas o de escaso valor funcional, pero en algunos casos también afectan elementos considerados Bienes de Relevancia Local o con valor artístico, generando un conflicto entre la creatividad urbana y la normativa de conservación del patrimonio.
Las sombras de ojos verdes: arte, protesta y delito
Uno de los símbolos más reconocidos de este movimiento clandestino son las sombras negras con ojos verdes, que han aparecido en numerosos puntos de la ciudad: calles Bélgica, Mendizábal, Filipinas, Micer Mascó, José Benlliure, Iglesia del Rosario, y más. Incluso en lugares emblemáticos como el antiguo monasterio de San José y Santa Teresa.
Según la Policía Local, dos autores de estas sombras —de 30 y 31 años, nacionalidades española y suiza respectivamente— fueron detenidos recientemente gracias a la colaboración ciudadana. Ambos fueron sorprendidos mientras pintaban en el cruce de Pintor Ferrandis y José Ballester Gozalvo. Ahora enfrentan cargos por un delito continuado de daños contra bienes públicos.
Reivindicación artística o infracción legal
Pese a las implicaciones legales, los autores han defendido públicamente su obra. En un comunicado compartido en redes sociales, afirmaron:
“La Sombra no es delincuencia, es un acto de reivindicación. No tiene que ver con política ni ideología, sino con promover un futuro mejor en el que la salud mental sea más valorada. La Sombra es arte y no daña a nadie.”
También expresaron su intención de no perjudicar a nadie y definieron su acción como una “revolución de mínimo impacto”, orientada a despertar conciencias mediante el juego y la interacción visual.
Otros íconos del arte callejero valenciano
Además de las sombras, otros personajes se han hecho un hueco en la mitología urbana local. El perro Bowy, presente en múltiples barrios e incluso con perfil activo en Instagram, es otro de los grandes protagonistas del grafiti clandestino valenciano. Aparece en esquinas inesperadas, como si estuviera observando el pulso cotidiano de la ciudad.
También destaca la figura de “The Photographer”, obra de un artista casi septuagenario que actúa durante la noche. Su firma visual se basa en una antigua fotografía tomada frente a un espejo, con sombrero y cámara gran angular. Este personaje, enigmático y constante, ha logrado convertirse en símbolo de la presencia del artista invisible.
Reflexión abierta sobre el arte urbano
El grafiti, cuando se realiza sin permiso, navega en la delgada línea entre el arte y la infracción. ¿Dónde termina la expresión cultural y comienza el delito? ¿Puede una ciudad moderna convivir con este tipo de intervenciones? En Valencia, la respuesta aún está por escribirse… y quizá, como en las paredes de sus calles, llegue en forma de pintura negra con ojos verdes.