El pasado lunes, durante el llamado «apagón ibérico» que dejó a España y Portugal sin electricidad ni telecomunicaciones, Miguel C.B. vivió una de las noches más duras.
Cuando más se necesitaba solidaridad y comprensión, encontró la indiferencia.
Sobre las 22:00 horas, tras intentar subir al autobús de la línea 140 de Metrobús en Plaza de España, fue rechazado por la conductora porque no llevaba efectivo ya que su tarjeta de transporte —otorgada a afectados por la DANA— no era válida.
Miguel explicó a la conductora que era un desplazado de Paiporta a Paterna tras los destrozos de la DANA ya que su casa aún sigue siendo inhabitable, y estaba utilizando la tarjeta especial de transporte gratuita, reconocida oficialmente y la cual le enseñó.
Indicó además que habitualmente utiliza el metro para desplazarse y que siendo que no tenía efectivo y la tarjeta de crédito tampoco servía, no tenía otro medio de pago para este autobús.
Sin embargo, sus explicaciones no sirvieron de nada dado que la tarjeta no permite acceder a esa línea (en otras similares como la de Torrente si existe un convenio específico).
La conductora le pidió que se apeara del autobús
En plena oscuridad, sin comunicaciones para pedir ayuda y sin más opciones de transporte —ya que el metro no funcionaba y los taxis pasaban todos llenos—, la única alternativa que le quedó fue caminar.
Así, Miguel emprendió una travesía a pie desde Plaza de España hasta Paterna.
Dos horas andando, sin apenas iluminación, guiado únicamente por la linterna de su móvil.
Un trayecto largo, peligroso y totalmente evitable si la empleada de la línea 140 hubiera mostrado un mínimo de empatía.
Una actuación negligente que pudo tener consecuencias graves
«No hay derecho», denuncia Miguel.
“Le expliqué que soy afectado de la DANA en Paiporta y que ahora estoy trasladado en casa de un familiar en Paterna, pero no le importó”.
La indignación de Miguel no es solo por el trato recibido, sino también por el peligro al que fue expuesto.
A esas horas de la noche, con la ciudad a oscuras, caminar varios kilómetros puede suponer un riesgo real, especialmente en caminos poco iluminados o con tráfico rodado.
Miguel reconoce que se sintió vulnerable caminando hasta Paterna, en medio de este acontecimiento extraordinario como el apagón.
Además a mitad camino el movil se quedó sin batería, exponiéndose más si cabía
Su caso plantea una seria reflexión sobre el protocolo que deben seguir los empleados de transporte público en situaciones de emergencia.
En noches excepcionales como la del apagón, cuando las comunicaciones fallan y la movilidad es casi imposible, la prioridad debería ser la ayuda y la protección a los ciudadanos, no el estricto cumplimiento de normas administrativas.
Pide cambios en los protocolos de atención
Miguel considera que su experiencia no debe repetirse jamás y pide a las autoridades que revisen los protocolos de actuación en casos de emergencia. “Si esto le pasa a un menor, las consecuencias podrían haber sido mucho peores”, advierte.
Desde algunos colectivos de usuarios del transporte público también se han alzado voces exigiendo formación especial para los conductores y empleados en casos de emergencia.
No se trata solo de conducir o validar billetes, sino de entender que, en situaciones extraordinarias, el transporte público es un servicio esencial para proteger y asistir a las personas.
Por su parte, apelamos a Metrobús a revisar con su personal lo sucedido, así como resarcir al usuario la negligente actuación.
El caso de Miguel C.B. refleja la necesidad urgente de poner a las personas en el centro de cualquier servicio público, especialmente en momentos de crisis. No es solo una cuestión de reglamento: es una cuestión de humanidad.