Más de seis meses después del cierre del CEIP Blasco Ibáñez por daños estructurales, las familias de Beniparrell denuncian abandono institucional, transporte caótico y una educación en condiciones indignas. El 15 de mayo protestan para exigir lo que debería ser evidente: volver al colegio de su pueblo.
Cuando lo “temporal” se convierte en condena
Hay un momento en que la palabra “temporal” pierde el sentido. Lo que empezó como una reubicación por fuerza mayor tras el paso de la DANA, con promesas de pronta solución, lleva ya medio año arrastrándose sin una fecha de fin a la vista. El CEIP Blasco Ibáñez de Beniparrell no está, no se arregla y no tiene horizonte claro.
Y mientras tanto, más de 130 niños y niñas malviven escolarmente en condiciones tercermundistas. Porque no, dar clase en un pasillo no es una “alternativa viable”. Es un fracaso rotundo de la planificación educativa.
La cronología del caos (o cómo pasar de colegio a centro de desinformación)
- Noviembre 2024: tras la DANA, el colegio queda cerrado. La Conselleria promete soluciones en semanas.
- Diciembre: los alumnos se reubican en dos centros de Silla, separando niveles y hermanos.
- Enero-Marzo: se anuncian informes técnicos, luego más informes, y después informes de los informes.
- Abril: nada.
- Mayo: la situación sigue igual, pero con más polvo, humedad y desesperación acumulada.
Entre tanto, las familias han perdido ya la cuenta de los anuncios, las excusas y los “estamos trabajando en ello” sin concreción.
De centro educativo a centro de paso
El CEIP Blasco Ibáñez ya no es un colegio. Es una ruina custodiada por vallado nuevo y promesas viejas. Las aulas siguen llenas de humedad. El sótano, impracticable. La caldera, sin tocar. El mobiliario, sin reponer. La sensación general: abandono decorado con palabras vacías.
Lo más desesperante, cuentan las madres y padres, es no saber ni en qué estado está realmente el edificio. Ni un informe concluyente. Ni un cronograma de obras. Ni un compromiso firme. ¿Tan difícil es decir la verdad?
Pasillos convertidos en clases, profesores convertidos en cruzadores de calle
Desde que los niños fueron trasladados a Silla, los centros receptores han hecho lo que han podido. Pero “hacer lo que se puede” no es suficiente para sostener un sistema. Los alumnos de Infantil dan clase en salas que no son aulas. Algunos en despachos, otros en zonas comunes. En los mejores casos, con luz natural. En los peores, sin espacio para moverse.
Y en esta precariedad, los verdaderos héroes han sido los profesores. Acompañan a los niños desde la parada, controlan los cruces sin policía local, calman sus ansiedades, y enseñan… cuando pueden.
Porque no olvidemos lo esencial: aquí lo que se está perdiendo es educación. Más de 200 horas lectivas desde que empezó esta pesadilla. A nadie parece importarle.
Un autobús no es una solución si no llega a tiempo (o no llega)
La empresa Monbus, encargada del transporte escolar, ha sido una constante fuente de frustración. Solo dos autobuses para 131 alumnos. Uno de ellos tiene que hacer dos rutas. El resultado es de chiste: hay niños que empiezan a las 10h, otros que salen antes, y algunos que no llegan nunca. Literalmente.
El 30 de abril, por ejemplo, el autobús llegó sin monitor. Y sin monitor, no se puede subir a los niños. Se quedaron tirados. Un profesor tuvo que quedarse con todo el ciclo de Primaria hasta que los padres, al salir del trabajo, pudieron ir a por ellos.
¿Dónde estaba la administración? Pues eso: en sus despachos, escribiendo comunicados sin contenido.
La “alternativa” de los barracones: tarde, mal y ¿dónde?
Ante la falta de avances reales en el edificio original, las familias proponen algo tan básico como instalar barracones provisionales en el municipio. No en Silla, no en Alacuás, no en Catarroja. Aquí, en Beniparrell.
Pero claro, esto también requiere licitaciones, presupuestos, procesos y ese gran agujero negro que es la burocracia educativa. En otros municipios, como Paiporta o Catarroja, los barracones han tardado meses (cuando no años). ¿Qué nos hace pensar que aquí será distinto?
Lo único claro es que el curso que viene está a la vuelta de la esquina. Y la solución sigue brillando por su ausencia.
El 15 de mayo: manifestación por lo que nunca debió perderse
Ante esta situación insostenible, las familias han convocado una manifestación para el jueves 15 de mayo a las 18h, en la Avenida Levante de Beniparrell. La protesta no es contra nadie, dicen. Es por los niños. Por su derecho a tener un colegio. Por su derecho a no sentirse desplazados. Por su derecho a aprender en condiciones normales.
Porque no se puede seguir esperando. Porque las promesas ya no sirven. Porque si los responsables políticos no sienten el corazón encogido al ver llorar a niños de tres y cuatro años en una parada de autobús, entonces algo falla. Y mucho.
¿Dónde está la Conselleria? ¿Y TRAGSA? ¿Y el conseller Rovira?
La Conselleria de Educación, liderada por José Antonio Rovira, repite el mismo comunicado desde febrero: “estamos trabajando”, “los informes son prioritarios”, “la seguridad es lo primero”. Todo suena muy bien, pero seis meses después, nada ha cambiado.
TRAGSA, la empresa que ejecuta las obras, afirma que trabajan “con normalidad” y que se terminará “en mayo”. Pero a día de hoy, nadie se atreve a asegurar nada. Ni siquiera si habrá obras reales. Ni si el colegio podrá reabrir antes de 2026.
Mientras tanto, el tiempo perdido no se recupera
Más allá del drama institucional, lo que se pierde cada día es tiempo vital. Infancia. Experiencias escolares. Convivencia. Aprendizaje. Y sí, también salud mental: la de los niños, la de los padres, la de los profesores.
Beniparrell no está pidiendo nada extraordinario. Solo volver a la normalidad. Pero en esta tierra, donde los procesos administrativos son más lentos que una gota de agua evaporándose en enero, eso parece una utopía.
¿Y si esto pasara en otro barrio, en otro colegio, con otros apellidos?
Es inevitable preguntarse: ¿habría sido igual la respuesta si esto ocurriera en un centro de Valencia capital? ¿O en una zona más visible políticamente? ¿Qué pasaría si fuera el colegio de los hijos de algún conseller?
Lo de Beniparrell es una lección sobre desigualdad institucional. Porque cuando un pueblo entero grita, y nadie escucha, no queda otra que salir a la calle.
Educación pública… ¿para quién?
Lo más triste de todo esto es que la educación pública, la que debería ser garante de igualdad, se está convirtiendo aquí en un castillo de humo. Una promesa rota. Una frase que se repite en mítines pero no se materializa en muros ni calderas.
El futuro de estos niños no debería depender de una manifestación. Pero, una vez más, parece que solo protestando se consigue algo.
¿Hasta cuándo van a tener que luchar las familias por un derecho tan básico como un colegio? ¿De verdad es esta la mejor versión de la administración valenciana?
















