Los vecinos de la calle Pont del Moliner, en Náquera, denuncian un abandono total del consistorio tras años de quejas por el estado del camino, que se convierte en un barrizal tras cada lluvia. Exigen una solución duradera ya.
Calle Pont del Moliner: el ‘survival’ diario de una parte de Náquera que parece olvidada
En el mapa municipal de Náquera, la calle Pont del Moliner aparece como una vía más. Pero para quienes viven allí, esa calle es sinónimo de frustración, barro, surcos y promesas incumplidas. Una vía que, cuando llueve (y aquí llueve más de lo que parece), se convierte en un lodazal que obliga a los vecinos a elegir entre dejar el coche en la carretera o jugársela a ver si hoy sí pueden entrar sin quedarse atrapados.
Y lo más sangrante es que no es nuevo. No es algo puntual. No es una sorpresa. Es la rutina.
Llueve sobre mojado… y sobre tierra mal echada
Como bien dice Vicente Rodríguez, una de las voces más activas en esta denuncia, “muy de vez en cuando echan un poco de tierra, que se va con las primeras 4 gotas”. Una solución tan absurda como breve. Tierra suelta sobre barro. ¿Resultado? Charcos, canales, zanjas. Y eso si no coincide con el paso del camión de la basura, que casi necesita suspensión todoterreno para atravesar la zona.
Los vecinos han perdido la cuenta de las instancias presentadas al ayuntamiento, pero no del barro que pisan. Cada lluvia es una amenaza. Y cada gestión municipal, una decepción. Porque después de años avisando, pidiendo, reclamando… todo sigue igual o peor.
Vecinos hartos, y con razón
Carmen Tarazona no se corta: “La contribución sí la pagamos, pero la adecuación y mantenimiento de las calles se ve que no les corresponde”. No lo dice por decir. Lo dice porque lo vive. Porque en Pont del Moliner se paga como en el resto del municipio, pero se recibe menos que en ningún lado.

Y Gemma Cuñat lo remata con claridad: “Es como si no existiéramos”. Y ojo, que ella no está hablando de una zona rural remota, sin urbanizar ni habitar. Está hablando de una parte del pueblo con viviendas, vecinos empadronados, contenedores de basura, niños, coches, familias… y cero mantenimiento.


Una calle sin color político: el abandono es de todos
Aquí no hay distinciones de partido. Las críticas no van a un color concreto. Van a todos. PSOE, PP, partidos independientes, Vox… todos han sido informados. Y ninguno ha dado una respuesta ni, mucho menos, una solución.
Esto no va de ideología. Va de desinterés crónico. Porque no contestar es también una forma de contestar. Una que se parece bastante al desprecio.
¿Una calle o una pista de pruebas del Dakar?
Las fotos que comparten los vecinos, y los vídeos que circulan por redes, muestran una vía que da vergüenza ajena. Surcos de varios centímetros, charcos que parecen balsas, barro que se acumula hasta formar pequeñas trampas. No hace falta exagerar. Basta con verlo.
Y mientras tanto, el Ayuntamiento parece estar en otra frecuencia. No responde, no actúa, no da plazos. A lo sumo, como ya se ha hecho otras veces, se echará un poco de grava o tierra suelta “para ir tirando”.
Pero claro, esa solución ya ha demostrado que no dura más que el parte meteorológico. ¿Hasta cuándo se va a usar ese parche cutre como si fuera una intervención real?
Consecuencias reales, no solo incomodidades
Este abandono no es solo estético. Condiciona la vida diaria de decenas de personas. Desde salir al trabajo hasta llevar a los niños al colegio, pasando por emergencias médicas o simplemente el derecho básico de poder llegar a tu casa sin embarrarte hasta las rodillas.
Además, a medio y largo plazo, el daño al pavimento y al subsuelo se agrava, lo que implica que la reparación posterior será mucho más cara. Otra muestra de que no hacer nada también tiene un coste. Y alto.
Un problema invisible… porque a nadie le interesa mirarlo
En Pont del Moliner tienen claro que si esta calle estuviera en el centro, o en una urbanización mediáticamente rentable, el arreglo estaría ya hecho. O en proceso. O al menos anunciado. Pero aquí, nada de eso ocurre.
Y como nadie del Ayuntamiento pisa esa calle tras las lluvias (porque ni pueden), el problema no existe en la práctica política. Solo en la vida real de los vecinos.
Solución definitiva, ya: lo que piden no es lujo, es lógica
Los residentes no están pidiendo una autovía, ni rotondas decoradas con esculturas. Piden un asfaltado decente, un sistema de drenaje eficaz y un mantenimiento periódico, como el que cualquier calle merece.
No es mucho. De hecho, es lo mínimo exigible en un municipio que presume de calidad de vida.
¿Y si esto pasara donde vive el alcalde?
La pregunta es tan directa como incómoda:
¿Mantendrían este nivel de dejadez si el alcalde viviera en Pont del Moliner?
¿Seguiría igual la calle si cada mañana tuviera que esquivar barro para ir a trabajar?
Porque ahí está el punto: la empatía institucional parece depender del código postal.
¿Cuánto tiempo más tiene que pasar para que alguien se digne a responder?
Lo que ocurre en Pont del Moliner es, sencillamente, una vergüenza. Pero lo peor no es el barro. Es el silencio, la pasividad y la costumbre de ignorar.
¿Tendrán que salir los vecinos en los medios para que el Ayuntamiento reaccione? ¿O esperarán a que ocurra un accidente para actuar deprisa, como si no se pudiera haber prevenido?