Israel reprocha a Pedro Sánchez y a RTVE por sus gestos propalestinos durante Eurovisión, mientras presume de su éxito en el televoto. Y en medio de la tormenta, Melody se hunde sin culpa.

Cuando el “Unidos por la música” se convierte en “divididos por la política”
Hay que decirlo claro desde el primer párrafo, porque estamos hartos de eufemismos eurovisivos: Eurovisión 2025 fue un circo diplomático. Y no por culpa del escenario, los presentadores o la falta de talento. No. Fue una edición marcada por tensiones políticas, censura, amenazas de sanción, rótulos reivindicativos y, sobre todo, una guerra encubierta entre la televisión pública española y la Unión Europea de Radiodifusión (UER). Todo con el telón de fondo del conflicto en Gaza y la incómoda participación de Israel.
Y mientras los políticos jugaban a marcar posiciones geoestratégicas con declaraciones y mensajes en prime time, Melody —sí, esa Melody, la de “Esa Diva”, la que se dejó la piel sobre el escenario— acabó pagando el precio de una batalla que no era suya. 24º puesto. Diez miserables puntos del televoto. ¿Justicia? Ninguna.
Israel saca pecho en redes y le lanza un dardo a Sánchez
El televoto español, la «bofetada» que cruzó el Mediterráneo
El ministro israelí de la Diáspora, Amichai Chikli, no tardó en aprovechar la ocasión para responder con ironía y sorna:
«Sánchez, parece que los españoles han hablado y la bofetada la hemos escuchado aquí en Jerusalén», escribió en X (antes Twitter), presumiendo de los 12 puntos del televoto que Israel recibió desde España.
Sí, mientras RTVE proyectaba un mensaje de apoyo a Palestina y Pedro Sánchez prometía en Bagdad impulsar una acción contra Israel en la ONU, los telespectadores españoles votaban a Israel como si no hubiera mañana. Ironías del sistema democrático. Y eurovisivo.
RTVE desafía la censura de la UER con un mensaje que lo cambia todo
“Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción”
El conflicto empezó realmente en la segunda semifinal, cuando Tony Aguilar y Julia Varela, durante la presentación de la artista israelí Yuval Raphael, mencionaron el número de víctimas palestinas en Gaza. Hecho que no cayó bien en los pasillos de la UER. La amenaza llegó por escrito: si se repetía algo así, habría sanciones.
RTVE, lejos de achantarse, duplicó la apuesta en la gran final. Justo antes de comenzar la retransmisión, colocó un rótulo en pantalla en español e inglés con el mensaje claro y directo:
“Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y justicia para Palestina.”
Y entonces, Europa entendió el mensaje. Y respondió como sabe: con puntos o sin ellos.
La UER, esa institución “apolítica” que actúa como fiscal internacional
La hipocresía de un festival supuestamente neutral
La carta de la UER a la delegación española afirmaba con total descaro:
“Las cifras de víctimas no tienen cabida en un programa de entretenimiento apolítico”.
¿Apolítico? ¿En serio? Eurovisión es política con brillantina. Lo ha sido siempre. Desde el veto a Rusia hasta las alianzas balcánicas de puntos. Desde la provocación estética finlandesa hasta el silencio selectivo sobre ciertas guerras.
Y esta vez, la hipocresía fue más descarada que nunca. Porque permitieron la actuación de Israel, callaron ante su estrategia propagandística, pero no aceptaron que se mencionaran los muertos. 50.000 víctimas —15.000 de ellas menores— no eran, al parecer, lo suficientemente relevantes para un “espectáculo musical”.
Melody: ni una queja, ni un fallo, solo el precio de ser española
El castigo perfecto para RTVE: penalizar a su artista
Aquí es donde el drama toma forma humana. Melody, que se había preparado durante meses, que entregó una actuación impecable (helicóptero incluido), que era una de las favoritas en redes, fue enterrada en el ranking por un tema que no le correspondía.
Pagó por los pecadores. Por la valentía (o temeridad) de RTVE. Por el mensaje de Sánchez en la cumbre de la Liga Árabe. Por una guerra que no es suya. Por el odio acumulado que arrastra España en Eurovisión. Y por un jurado que, claramente, quiso dar una lección sin mancharse las manos.
37 puntos en total. Una injusticia vestida de silencio diplomático.
¿Vale la pena seguir en este juego?
Porque cada año duele más
Esta situación reabre un viejo debate que España se niega a enfrentar:
¿Para qué seguimos yendo a Eurovisión?
Participamos con ilusión, con apuestas cada vez más fuertes, con artistas consagrados o emergentes que se juegan su reputación. Y año tras año, nos estampamos contra un muro de cinismo y pactos entre bastidores. Ni Chanel se salvó. Ni Pastora Soler. Ni Blanca Paloma. Ni, por supuesto, Melody.
A la pregunta de si RTVE hizo bien en plantar cara, la respuesta es compleja. Éticamente, fue un acto valiente. Estratégicamente, fue un suicidio político-mediático. Porque el mensaje era noble, pero el precio lo pagó quien menos lo merecía.
El dardo final de la historia: votamos a Israel, y luego nos quejamos
¿Queremos quedar bien o decir lo que pensamos?
La mayor paradoja de esta edición es que los propios españoles votaron a Israel como su favorita del televoto. Sí, 12 puntos. ¿Hipocresía colectiva? ¿Falta de información? ¿División entre lo que dice el Gobierno y lo que hace la audiencia?
Sea cual sea la explicación, la conclusión es clara: ni siquiera dentro de España hay una narrativa unificada sobre lo que se esperaba de Eurovisión. Mientras RTVE hablaba de Palestina, el público votaba a Israel. Mientras Sánchez denunciaba la barbarie en Gaza, el ministro israelí presumía en redes del apoyo español.
Todo esto con una Melody en medio, mirando al techo del camerino sin saber si llorar, gritar o pedir el reembolso del billete.
Conclusión: la música no fue la protagonista, y el sistema sigue roto
Eurovisión 2025 no fue la noche de la música. Fue la noche de la UER marcando territorio. De RTVE lanzando un órdago. De Israel respondiendo con votos y mensajes altivos. Fue, en definitiva, la noche en la que una artista como Melody fue utilizada como peón en una partida diplomática sin reglas claras.
Quizá ha llegado el momento de parar, respirar y decidir:
¿Queremos seguir en este juego sabiendo que no se trata de música, sino de silencios impuestos y rótulos incómodos?
Y tú, lector escandalizado o resignado…
¿Crees que España debería seguir en Eurovisión tal y como está, o ha llegado la hora de decirle a Europa que “Hasta aquí hemos llegado”?