Alejandro Abad denuncia desde TikTok cómo se dejó pasar la oportunidad de enviar una propuesta con alma y propósito: un homenaje a las víctimas de la DANA que nunca interesó al núcleo duro de RTVE.
No todo lo que se calla deja de existir. Y no todo lo que se canta, emociona.
En un país donde el enchufismo ya es folclore y la memoria colectiva parece tener la vida útil de un trending topic, alguien ha levantado la voz desde el lugar más inesperado: TikTok. No, no es un adolescente bailando con filtros de colores. Es Alejandro Abad, compositor de prestigio, representante eurovisivo y testigo de primera línea del panorama musical español. Y lo que ha dicho, arde como el sol de agosto sobre asfalto mojado.
Abad no ha hablado solo de Eurovisión 2025. Ha hablado de dignidad, de oportunidades perdidas y de cómo RTVE ha vuelto a traicionar no solo al talento, sino también a la memoria.
La canción sobre la Dana que nunca fue: una propuesta con alma
Todo empieza con una idea sencilla pero poderosa: crear una canción en homenaje a las víctimas de la DANA, esa “gota fría” devastadora que no solo arrasó calles y casas, sino que marcó un antes y un después para miles de personas en el sureste español. Alejandro Abad quería componer algo distinto. Algo que no solo sonara bien, sino que dijera algo de verdad.
Propuso una colaboración entre compositores. Un gran intérprete. Una canción con propósito. Y lo hizo de forma directa, contactando a una alta ejecutiva de RTVE.
¿La respuesta? Ninguna. Silencio administrativo de manual.
“Este año tenía que ir sí o sí Mélody y su diva”
Porque claro, ya estaba todo cocinado. La elección de la representante española no iba a pasar por ningún homenaje colectivo, ni por emociones que trascienden. Este año, como tantos otros, el cartel estaba impreso antes de que sonara una sola nota.
La crítica no va contra Mélody —de hecho, Abad la felicita por su voz y profesionalidad—, sino contra el modelo cerrado, endogámico y absolutamente hermético de RTVE: una estructura más interesada en cumplir cuotas internas que en conmover a Europa.
Eurovisión no es política, pero sí corazón
Uno de los puntos más repetidos en los vídeos de Abad es su defensa firme de que Eurovisión no es un circo político, como muchos insisten en repetir desde la frustración. Si lo fuera, pregunta con razón, ¿por qué países como Italia, Portugal o Grecia —nuestros supuestos “vecinos afines”— no nos dieron ni un punto?
La respuesta está en el mensaje, o más bien en su ausencia. Lo que se premia en Eurovisión es la capacidad de conectar, de contar algo que cruce fronteras. Austria ganó este año con una canción que hablaba del agua y del amor que se sumerge, una metáfora sencilla y poética que tocó algo profundo.
Y mientras tanto, España mandó una propuesta que sí, sonaba bien… pero no contaba nada.
RTVE: la torre de marfil
Lo más preocupante de todo esto no es solo la canción perdida. Es el retrato institucional que hace Abad: un RTVE que vive de espaldas a los creadores, que filtra todo por un círculo íntimo de afinidades personales, y que ha conseguido algo mucho peor que el ridículo eurovisivo: que los verdaderos profesionales ya ni siquiera lo intenten.
No hay ilusión, no hay transparencia, no hay criterio artístico. Solo hay “turnos” que cumplir. Y mientras tanto, las ideas que podrían marcar la diferencia se quedan en borradores que nunca verán un escenario.
¿Y si se hubieran atrevido?
Imagina por un momento que se hubiera dicho “sí” a esa canción. Que RTVE hubiera salido de su burbuja por un año, solo uno, y hubiera apostado por algo distinto. Una propuesta que hablase de dolor, de pérdida, de resiliencia. ¿No habría sido eso exactamente lo que Europa está buscando? ¿No habría sido esa la forma de dignificar a quienes lo perdieron todo?
Una canción que nos representara de verdad. Que dijera algo sobre quiénes somos.
Pero no. No interesó. No era “el momento”. No era parte del plan.
Alejandro Abad no se calla (y menos mal)
Lo que más impacta del vídeo de Abad en TikTok es su serenidad. No grita, no acusa a lo loco, no victimiza. Simplemente dice lo que muchos piensan y pocos se atreven a verbalizar. Que el sistema está podrido. Que los profesionales reales ya no cuentan. Y que RTVE no es un puente entre España y Europa, sino una muralla infranqueable donde la emoción se filtra por contactos y no por méritos.
Y por eso, su testimonio no es solo importante. Es necesario.
¿Y ahora qué?
Pues probablemente, todo seguirá igual. Pero no debería. Porque esta historia no va solo de una canción rechazada. Va de una oportunidad perdida de hacer algo significativo. De usar la música como herramienta de empatía. De recordar, al menos por una vez, que Eurovisión puede ser algo más que luces y estribillos pegajosos.
Va de volver a emocionarse sin pedir permiso.
¿Cuántas canciones más tendremos que enterrar antes de que RTVE abra los oídos y el corazón?
¿Qué pasaría si por una vez el proceso fuera realmente abierto, transparente y basado en lo que conecta y emociona? ¿Nos atreveríamos a representar a España con verdad, o seguiremos mandando lo que suena bien pero no dice nada?
¿Te preparo la versión extendida con la transcripción completa del testimonio de Alejandro Abad? Porque eso, palabra por palabra, merece leerse como manifiesto.