Los grupos de la oposición piden reforzar los agentes de proximidad y cerrar los apartamentos turísticos ilegales en barrios saturados como Ciutat Vella, el Cabanyal o Ruzafa
La tensión social derivada del auge turístico en Valencia ha llegado de nuevo al pleno municipal. Esta vez, de la mano del PSPV y Compromís, que han exigido al actual equipo de gobierno una respuesta “urgente y eficaz” frente al crecimiento descontrolado de los apartamentos turísticos ilegales y la sensación de inseguridad en los barrios más afectados.
“Hace falta más presencia de la Policía Local en las calles”
La petición, formulada este lunes por ambos grupos de la oposición, se centra en dos ejes clave: seguridad ciudadana y ordenación del turismo. “Los vecinos no pueden sentirse abandonados”, declaró una portavoz del PSPV. “Queremos agentes de proximidad que patrullen a pie, que conozcan el barrio y generen confianza”, añadió.
Desde Compromís insisten en que la política de seguridad debe estar vinculada a la convivencia: “La masificación turística y la inseguridad van de la mano cuando no hay control. Queremos barrios habitables, no escaparates para visitantes”.
Ambos grupos han propuesto recuperar unidades de barrio eliminadas por el actual ejecutivo municipal, así como reactivar los turnos de patrullas nocturnas en zonas como Ciutat Vella, Ruzafa, Patraix y el entorno del Mercado Central.
Cierre inmediato de apartamentos turísticos ilegales
Uno de los puntos más polémicos es el de la proliferación de pisos turísticos sin licencia. Según denuncian PSPV y Compromís, la permisividad del gobierno local ha permitido que se dispare el número de apartamentos ilegales, especialmente en el centro histórico y zonas costeras como el Cabanyal-Canyamelar o la Malva-rosa.
“El Ayuntamiento tiene herramientas para inspeccionar, sancionar y cerrar estos pisos. Lo que falta es voluntad política”, afirmó un concejal de Compromís.
Vecinos del Cabanyal también se han hecho eco de estas denuncias. María Teresa R., residente de la calle Barraca, relataba: “En mi finca había tres pisos de familias, ahora hay dos de turistas y cada semana hay jaleo. Esto no es vivir”.
El turismo, en el punto de mira del debate político
El turismo sigue siendo uno de los grandes motores económicos de València, pero también una de las principales fuentes de malestar social en algunos barrios. La oposición critica que el consistorio actual haya optado por “liberalizar” el modelo turístico sin planificar el impacto en el tejido vecinal.
La presión de los precios del alquiler, la desaparición del comercio de proximidad y el aumento de los conflictos vecinales son algunas de las consecuencias que, según PSPV y Compromís, están provocando una “gentrificación acelerada”.
El gobierno local guarda silencio por ahora
A pesar de las críticas, el gobierno municipal todavía no ha respondido oficialmente a las peticiones de la oposición. Algunos concejales del ejecutivo han defendido en anteriores ocasiones que se está trabajando en un nuevo reglamento turístico y en reforzar la plantilla de la Policía Local, aunque sin plazos concretos ni medidas inmediatas.
Desde el entorno vecinal, asociaciones como Amics del Carme o el colectivo Salvem el Cabanyal han mostrado su apoyo a las exigencias planteadas por la oposición. En un comunicado conjunto, han señalado: “El Ayuntamiento no puede seguir mirando hacia otro lado. La ciudad necesita equilibrio, no saturación”.
¿Qué pueden esperar los vecinos?
En los próximos plenos municipales, PSPV y Compromís prevén presentar una moción conjunta para instar al gobierno a:
- Aumentar el número de agentes de proximidad en todos los distritos.
- Establecer un calendario de inspecciones sobre pisos turísticos ilegales.
- Publicar un registro actualizado de viviendas autorizadas.
- Redactar un plan de turismo sostenible que priorice a los residentes.
Conclusión: ¿modelo de ciudad para vivir o para visitar?
El debate sobre la convivencia entre turismo y vecindario vuelve a ocupar un lugar central en la actualidad política de València. Mientras unos piden más turistas y promoción internacional, otros reclaman derechos básicos: seguridad, vivienda y paz en sus calles.
La ciudad se encuentra, una vez más, ante la disyuntiva de su propio modelo de futuro: ¿puede ser València una ciudad que reciba a millones sin perder su alma de barrio?