Mientras los bañistas se lanzan al agua impulsados por el calor veraniego, muchas playas de la Comunitat Valenciana siguen sin contar con vigilancia hasta el 15 de junio, dejando una estampa tan veraniega como peligrosa.
El verano (extraoficial) ya llegó, pero los socorristas siguen de vacaciones
Valencia, principios de junio. Termómetros que coquetean con los 30 grados, arena que abrasa más que una sartén sin teflón y playas que se llenan como si ya estuviéramos en pleno agosto. Todo muy idílico si no fuera por un pequeño detalle: no hay socorristas.
Sí, lo ha leído bien. Aunque la escena parezca sacada de una postal turística, la realidad es que en muchas playas de la Comunitat Valenciana el servicio de salvamento no estará operativo hasta el 15 de junio. Y claro, con tanta gente chapoteando sin red, la pregunta es obvia: ¿quién responde si ocurre una emergencia?
¿Qué playas están en modo «sálvese quien pueda»?
Ciudades como Oriola, Santa Pola o Torrevella han optado por mantener el calendario habitual, lo que en lenguaje claro significa: “socorristas, os queremos… pero a partir del 15 de junio”. En contraste, Benidorm, que en esto va varios veranos por delante, sí mantiene activo su servicio de vigilancia todo el año. Claro, cuando tu economía depende del turismo como si fuera oxígeno, no te puedes permitir ciertos lujos… o ausencias.
El coste de la tranquilidad: ¿demasiado caro?
Según explica Pepe Doménech, regidor de Platges de Santa Pola (y, aparentemente, experto en presupuestos apretados), ampliar la temporada de socorrismo cuesta cerca de un millón de euros. Un dinero que, en tiempos de recortes y prioridades cuestionables, no todos los ayuntamientos están dispuestos a desembolsar.
Pero aquí va el dato escalofriante: el año pasado, en junio se registraron casi el doble de muertes por ahogamiento que en agosto. Sí, justo ese mes en el que la mayoría de playas aún están en modo “pretemporada”.
El efecto del cambio climático en los calendarios de socorrismo
Un verano que empieza en mayo y acaba en octubre
Los expertos en socorrismo y meteorología lo tienen claro: el clima ha cambiado, pero los protocolos siguen igual de anticuados que una sombrilla sin funda.
Los veranos, o al menos su efecto sobre las playas, empiezan mucho antes y acaban mucho después. Las playas están llenas desde mayo y siguen con afluencia hasta bien entrado octubre. Pero los servicios de salvamento siguen anclados en el calendario escolar.
“Hace falta una normativa autonómica que regule los servicios mínimos en playas, adaptados al nuevo contexto climático”, defienden desde la Federación de Socorrisme.
La invisibilidad de un trabajo vital: ¿quién quiere ser socorrista?
“Hay que poner el socorrismo de moda”
Así lo dice Miguel Ángel Níguez, de la Federación de Socorrisme. Y lo cierto es que razón no le falta. En una época donde ser ‘influencer’ parece más rentable que salvar vidas, ser socorrista se ha convertido en una profesión poco atractiva, mal pagada y peor valorada.
El socorrista no solo está para lanzarse al agua en plan “Baywatch”. También es quien decide el color de la bandera, informa de corrientes peligrosas y atiende a bañistas despistados o demasiado confiados.
¿El problema? Muchas veces, la gente ni se entera de que no hay vigilancia. Y cuando lo descubren, suele ser demasiado tarde.
Ayuntamientos: entre el equilibrio presupuestario y el riesgo humano
Algunos consistorios han respondido con evasivas. Otros han intentado justificar lo injustificable:
- Que si “los turistas no vienen tan pronto” (falso).
- Que si “el gasto no compensa” (hablamos de vidas humanas).
- Que si “los socorristas están en formación” (¡formadlos antes, entonces!).
Pero la realidad es que no existe una política unificada sobre cuándo empieza y acaba la temporada de vigilancia en la Comunitat Valenciana. Cada municipio hace la guerra por su cuenta. Y eso, en algo tan delicado como la seguridad en el agua, es jugar con fuego… o con olas.
¿Dónde está la Generalitat en todo esto?
Y aquí viene la pregunta incómoda: ¿por qué la Generalitat Valenciana no ha establecido aún una normativa autonómica clara, con fechas, recursos mínimos y estándares homogéneos para todas las playas?
La descentralización está muy bien… hasta que se traduce en desigualdad. Que en Benidorm tengas salvamento todo el año y en Santa Pola tengas que rezar hasta el 15 de junio no parece muy justo, ¿verdad?
¿O es que hace falta una tragedia para cambiar algo? Spoiler: ya ha habido varias.
El turismo no es solo sol y playa: también es seguridad
La marca “Valencia” se juega algo más que postureo
En un mundo donde todo se mide en reseñas de Google, una mala experiencia (o peor, una tragedia) puede tener consecuencias demoledoras para la imagen turística.
Y no nos engañemos: el turista quiere disfrutar, pero también sentirse seguro. Una playa sin socorrista es como un hotel sin recepcionista: puedes sobrevivir, sí, pero no lo recomendarías.
¿Solución? Voluntad política, inversión y campañas de concienciación
¿Es tan difícil? No.
¿Es costoso? Relativamente.
¿Es necesario? Urgentemente.
Invertir en socorrismo no es un gasto, es una inversión en seguridad, turismo y reputación.
Y como bien dice Níguez, hay que devolver al socorrista el lugar que le corresponde: en la arena, atento, preparado y, sobre todo, presente.
¿Y tú? ¿Te meterías al mar sabiendo que no hay nadie vigilando?
Porque al final, más allá de cifras, informes y calendarios administrativos, queda una pregunta sencilla:
¿Vale la pena arriesgar una vida por ahorrarse unas semanas de servicio?