Un brote significativo de hepatitis A ha sido notificado entre enero y mayo de 2025 en Austria, Chequia, Hungría y Eslovaquia, con un número de casos muy superior al previsto para el virus de la hepatitis A (VHA), subgenotipo IB.
Según las autoridades sanitarias y los informes del Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC), este aumento afecta principalmente a adultos sin hogar, personas que consumen o se inyectan drogas y comunidades en condiciones sanitarias precarias, incluyendo miembros de la comunidad romaní en Chequia y Eslovaquia.
¿Qué es la hepatitis A y cómo se transmite?
La hepatitis A es una inflamación del hígado causada por el virus VHA, que se transmite principalmente por vía fecal-oral, es decir, al ingerir agua o alimentos contaminados por heces de personas infectadas.
También puede propagarse por contacto directo, por ejemplo, en relaciones sexuales orales-anales, pero no a través del contacto casual.
El virus suele estar presente en zonas con deficiente acceso al agua potable, malas condiciones de higiene y sistemas de saneamiento inadecuados.
Aunque la enfermedad no se vuelve crónica como la hepatitis B o C, puede provocar síntomas debilitantes y, en casos poco frecuentes, hepatitis fulminante, con riesgo de muerte.
Los síntomas suelen manifestarse entre 14 y 28 días tras la exposición, e incluyen fiebre, diarrea, náuseas, malestar general, pérdida de apetito, orina oscura e ictericia.
Aunque muchos niños menores de seis años pueden no presentar síntomas, los adultos y mayores de 40 años tienen mayor probabilidad de padecer complicaciones graves.
Evaluación del riesgo y grupos vulnerables
Las investigaciones epidemiológicas han identificado dos cepas del virus VHA subgenotipo IB, estrechamente relacionadas, en Austria, Alemania, Hungría y Eslovaquia.
Esto sugiere una transmisión sostenida entre poblaciones vulnerables, lo que aumenta la probabilidad de nuevos contagios.
Para los grupos en riesgo —personas sin hogar, consumidores de drogas, comunidades marginalizadas o personas con enfermedades hepáticas preexistentes— el riesgo se considera alto, especialmente en adultos mayores de 40 años.
En contraste, para la población general, el riesgo es bajo a moderado, pero puede variar en función de la edad, estado de salud y condiciones de vida.
En los países que no han notificado aumentos (otros miembros de la UE/EEE), el riesgo general sigue siendo muy bajo.
De igual modo se recomienda estar atentos ante posibles brotes importados
Recomendaciones clave para frenar la propagación
Las autoridades sanitarias recomiendan una serie de medidas para prevenir la expansión del virus:
- Investigar las vías de transmisión, tanto alimentarias como de persona a persona.
- Intensificar la secuenciación genética del virus para detectar variaciones en distintas regiones.
- Vacunación previa a la exposición, con una dosis única dirigida a las poblaciones más expuestas.
- Profilaxis posterior a la exposición, mediante vacuna o inmunoglobulina, en contactos cercanos a casos confirmados.
- Campañas de información adaptadas a distintos niveles de alfabetización y en varios idiomas, especialmente diseñadas para grupos con alto riesgo de infección.
- Mejorar el acceso al agua potable, las condiciones higiénicas y los servicios de saneamiento en zonas vulnerables.
La vacuna contra la hepatitis A es segura y eficaz, aunque no está recomendada para menores de un año.
Proporciona inmunidad duradera, y su administración en grupos de riesgo puede evitar nuevos brotes.
Aunque la hepatitis A no suele ser mortal, su impacto puede ser grave en personas mayores o con enfermedades hepáticas previas.
Los brotes actuales evidencian la necesidad de reforzar la vigilancia epidemiológica, mejorar las condiciones de vida de los grupos más expuestos y promover la vacunación sistemática, para proteger a las poblaciones más vulnerables y evitar que esta enfermedad prevenible vuelva a causar estragos en Europa.