Ocho meses después de las devastadoras inundaciones, los vecinos siguen sin poder volver a sus casas arrasadas en la calle Omet
Han pasado casi ocho meses desde que la DANA del 29 de octubre de 2024 desbordó el barranco de Picassent, arrasando varias viviendas de la calle Omet, y sin embargo, en esta pequeña calle valenciana el tiempo parece haberse detenido. Las imágenes de aquel día siguen impresas en cada rincón del paisaje, en cada fachada destrozada, en cada marca de agua que señala el nivel alcanzado por la riada.
Mientras en el resto de Valencia se avanza lentamente en la recuperación, en este punto concreto de Picassent los vecinos continúan atrapados en el mismo escenario de destrucción que dejó el temporal. El acceso a las viviendas sigue bloqueado, los escombros permanecen intactos, y las soluciones no terminan de llegar.
El desbordamiento brutal del barranco
El 29 de octubre de 2024, tras horas de lluvias torrenciales, el barranco que cruza Picassent se desbordó violentamente al alcanzar la calle Omet:
- El agua invadió las viviendas arrasando muros, arrastrando coches y devastando todos los interiores.
- Los vecinos, muchos de ellos atrapados durante horas, apenas pudieron salvar lo puesto.
Hoy, para llegar a sus casas, los pocos propietarios que aún lo intentan deben recorrer 200 metros por el interior del propio barranco, un camino plagado de restos de barro seco, maderas, mobiliario destrozado y escombros acumulados.
Casas congeladas en el instante del desastre
Las casas de la calle Omet siguen tal y como quedaron aquel fatídico día. No ha habido limpieza, no ha habido retirada de escombros ni desescombro interior:
- José Luis Guaita, uno de los vecinos afectados, muestra las marcas de agua todavía visibles en las paredes, testigos mudos de hasta dónde llegó la riada.
- “Las calles siguen precintadas. No hemos podido limpiar absolutamente nada desde entonces», lamenta.
- José Luis recuerda cómo su madre falleció sin llegar a saber el estado en el que quedó la casa donde había pasado su vida.
El drama humano sigue vivo
Entre los damnificados está Elena Gómez, que junto a su madre de 88 años e impedida aún lucha por recuperar su hogar:
- “Quiero mi casa. No quiero que me presten una durante un año y luego me digan que me busque la vida. Sin acceso, no podemos ni empezar a reparar nada”, afirma Elena, visiblemente frustrada.
En cada conversación con los afectados se palpa el desgaste emocional de meses de espera, incertidumbre y la sensación de abandono institucional.
Denuncias contra el Ayuntamiento
Los vecinos aseguran sentirse desamparados por el Ayuntamiento de Picassent:
- Según los afectados, el consistorio afirma que “las viviendas ya han sido limpiadas”, algo que desmienten categóricamente los propios propietarios al ver el estado actual de sus casas.
- Ricardo, otro de los vecinos, lamenta que «solo ponen excusas; las viviendas están tal y como las dejó la DANA».
- Las calles siguen cerradas al tránsito, los accesos bloqueados y las soluciones administrativas estancadas.
La DANA de 2024: heridas abiertas en Valencia
El caso de la calle Omet es un triste ejemplo de cómo algunas zonas de Valencia siguen sufriendo las secuelas directas de la gran DANA de octubre de 2024:
- Numerosos núcleos residenciales del sur de la provincia, como Alfafar, Algemesí, Paiporta, Catarroja o Picassent, fueron duramente golpeados por aquella jornada de lluvias extremas.
- Mientras en algunas zonas los trabajos de reparación avanzan, en otras —como esta— la situación permanece estancada.
La falta de soluciones efectivas en Picassent se ha convertido en un símbolo del impacto a largo plazo de las catástrofes naturales cuando la respuesta administrativa no llega con la urgencia que exige el drama humano.
Un dolor que no se disipa
Los vecinos de la calle Omet siguen esperando que alguien les devuelva la posibilidad de volver a vivir. En sus casas todavía queda todo como aquel día: fotos familiares, muebles rotos, recuerdos anegados, puertas forzadas por la riada. La vida, allí, permanece suspendida.
Mientras tanto, la calle Omet de Picassent se ha transformado en un inquietante testigo silencioso de la fragilidad humana ante la naturaleza y de los vacíos de gestión que muchas veces agravan aún más las consecuencias de estos desastres.