Valencia, 6 de julio de 2025
El Mercado de Ruzafa, uno de los espacios comerciales más emblemáticos de Valencia, vive un verano especialmente difícil. Desde principios de junio, el sistema de aire acondicionado está completamente averiado, y las temperaturas en el interior alcanzan los 36 grados en algunas zonas, especialmente en la de pescadería. La situación ha desbordado la paciencia de vendedores y clientes, que denuncian abandono institucional y una falta de respuesta que, aseguran, pone en riesgo su salud, sus productos y su forma de vida.
“No se puede estar, ni vender ni comprar”
Cristina, pescadera desde hace más de 20 años en el mercado, lo resume con frustración: “Es insufrible. Hay que buscar una solución. La gente no viene porque no se puede estar. Así no se puede ni vender ni comprar ni trabajar dignamente”. Su queja se repite entre los comerciantes que, bajo temperaturas extremas, tratan de mantener frescos sus productos con hielo y ventiladores, mientras ven cómo la clientela se reduce día tras día.
“Estamos retirando género porque no aguanta. Hoy mismo he tenido que tirar las clòtxines porque se mueren por el calor. Esto no puede seguir así”, denuncia señalando los montones de marisco tapados con plásticos para evitar que las moscas —también desatadas por el calor— invadan los mostradores.
Normas sanitarias estrictas y abandono institucional
Uno de los puntos más conflictivos que los vendedores señalan es la exigencia normativa que soportan frente a la inacción administrativa. “Nos exigen conservar a temperatura, limpieza, trazabilidad… todo muy bien, pero no nos dan medios. Gastamos el doble de hielo y seguimos teniendo problemas porque no hay condiciones”, insiste otra comerciante.
Desde el Ayuntamiento, denuncian, no se ha dado respuesta clara ni solución técnica en más de un mes. Y lo más grave: no es la primera vez que ocurre. “Llevamos cinco años con problemas con el aire acondicionado. Cada verano pasa algo. Se parchea, se estropea otra vez… y así estamos. Pero este año está siendo el peor”, aseguran desde varios puestos.
Ventiladores, abanicos y mareos
Ante la falta de climatización, los comerciantes se han buscado soluciones por su cuenta: ventiladores, neveras adicionales, toldos y lonas improvisadas para proteger el género. Pero el efecto es mínimo. Los clientes, por su parte, acuden provistos de abanicos y botellas de agua, y no son pocos los que han sufrido mareos o lipotimias.
“He tenido que salir fuera. Estoy sudando desde que he entrado. No se puede estar”, contaba este sábado una clienta que, tras comprar pescado, tuvo que sentarse a descansar unos minutos a la sombra de la entrada.
Riesgo para la salud y caída de las ventas
El calor no solo daña el producto y pone en peligro la salud de comerciantes y compradores, sino que está haciendo caer las ventas de manera alarmante. En la zona de pescadería, algunos puestos han perdido hasta un 40 % de clientes respecto al año pasado. “El género está caro, el hielo cuesta más, y encima la gente no viene. Es la tormenta perfecta”, lamentan.
La situación es especialmente preocupante para los trabajadores de mayor edad o aquellos con problemas cardiovasculares. “Hay días que acabamos con dolor de cabeza, deshidratados, con la ropa empapada. Esto no es digno para nadie”, denuncia un carnicero del pasillo central.
Un patrimonio en peligro
El Mercado de Ruzafa no es solo un punto de venta de alimentos. Es una institución del barrio, un espacio de encuentro, un patrimonio arquitectónico y comercial que forma parte del alma de esta zona de Valencia. Pero muchos temen que, si no se actúa pronto, la degradación de las condiciones expulse tanto a comerciantes como a clientela.
“Los mercados municipales son lo mejor que tiene Valencia. Gente de barrio, género fresco, trato humano… pero no se cuida nada. Y cuando muera esto, no volverá”, advierte una veterana frutera.
¿Y ahora qué?
Los vendedores piden una solución inmediata y estructural: una intervención técnica urgente para reparar el sistema de climatización, y un compromiso institucional real con el mantenimiento de los mercados municipales. También solicitan la revisión de las condiciones laborales en episodios de calor extremo, así como medidas de apoyo para compensar las pérdidas económicas que están sufriendo.
Conclusión:
El Mercado de Ruzafa resiste, pero cada día cuesta más. Mientras las temperaturas suben, el silencio administrativo mantiene en vilo a decenas de familias que viven de su actividad diaria. “Nosotros no queremos privilegios. Solo pedimos que nos dejen trabajar con dignidad”, concluyen. Y, de momento, lo único que les enfría el verano son ventiladores y bolsas de hielo.