David Lafoz tenía solo 27 años, pero ya era una figura reconocida entre agricultores y ganaderos de toda España. Su compromiso con el mundo rural no fue superficial ni oportunista: fue vocacional, combativo y profundamente arraigado en su tierra natal, en Zaragoza. Desde muy joven, tomó la decisión de quedarse en el pueblo y continuar con el trabajo que generaciones anteriores estaban dejando atrás. Años después, ese mismo compromiso lo llevó hasta la puerta de las instituciones, primero en protesta… y finalmente, a una situación límite.




Esta semana, David fue hallado sin vida tras quitarse la vida. Antes, dejó un mensaje estremecedor que circuló en redes sociales y ha encendido todas las alarmas sobre la presión que sufren los profesionales del campo:
“No aguanto más presión. No aguanto discutir todos los días. No aguanto más inspecciones de Hacienda o Trabajo. No aguanto trabajar 18 horas para no vivir”.
Una vida de lucha por el mundo rural
David no era un rostro desconocido. Durante las protestas del campo en 2024 se convirtió en símbolo de una generación joven de agricultores que se rebelaba contra la burocracia, el abandono institucional y la carga fiscal que asfixia al sector primario. Montado en su tractor, llegó hasta la Aljafería, sede de las Cortes de Aragón, al grito de “¡Salvemos al campo!”. Muchos lo recordaban por su firmeza, otros por su cercanía, pero nadie quedó indiferente ante su activismo rural.
En redes sociales, llevaba tiempo denunciando una situación económica y emocional insostenible: la sequía, la falta de ayudas, la presión fiscal y las inspecciones constantes que, según él, lo trataban como un delincuente. La desesperación había ido en aumento tras dos años sin ingresos agrícolas. A pesar de ello, la Agencia Tributaria le exigía pagos. A pesar de la ruina, las inspecciones no cesaban. A pesar de su trabajo incansable, no encontraba alivio.
Primer voluntario en la DANA de Valencia
Más allá de Aragón, David también dejó huella en Valencia. Cuando la DANA golpeó con fuerza la Comunitat Valenciana, fue uno de los primeros tractoristas que acudió a ayudar sin que nadie se lo pidiera, sin cámaras, sin protocolos. “Era de los que aparecían cuando nadie más lo hacía”, relatan desde la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Aragón (AEGA). Ese espíritu solidario, esa entrega desinteresada, lo convirtieron en referente más allá de su comunidad.
Acoso institucional y consecuencias trágicas
Según diversas asociaciones agrarias, la muerte de David no fue solo una tragedia personal. Fue, en palabras de la Asociación Aragón es Ganadería y Agricultura, “el resultado de un acoso institucional que castiga a quien se atreve a alzar la voz”. Denuncian que tras su exposición mediática llegaron las multas, las inspecciones y el señalamiento. Lo que debería haber sido una muestra de coraje ciudadano, fue respondido con silencios y sanciones.
“Siempre hay un Paco el del molino que paga con su vida las consecuencias de una política injusta, lenta e insensible”, lamentan en un comunicado. En este caso, David. “Los que deberían protegerlo, lo dejaron solo. Lo castigaron. Le dieron la espalda”.
Una figura incómoda para algunos, necesaria para muchos
David Lafoz no era una figura políticamente neutra. Fue candidato de VOX en Belchite y un férreo crítico de la Agenda 2030 y las políticas europeas que, a su juicio, favorecían a los grandes lobbies en detrimento del agricultor pequeño. Sus opiniones generaban controversia, pero incluso entre quienes no compartían su ideología, había respeto por su coherencia y entrega.
No buscaba protagonismo ni cargos: buscaba justicia, reconocimiento y dignidad para el campo. Ahora, su muerte ha reabierto el debate sobre la salud mental en el entorno rural, el abandono institucional y la sobrecarga burocrática que soportan muchos pequeños productores.
El legado de David
Miles de personas lo han despedido en redes sociales. Agricultores de toda España comparten su historia, su fotografía y sus palabras, con la esperanza de que su muerte no haya sido en vano. De que sirva para despertar conciencias. Para recordar que, detrás de cada protesta del campo, hay vidas reales, esfuerzos diarios y silencios que duelen.
David Lafoz no fue un mártir por vocación. Fue un joven que quiso vivir del campo, amando su tierra, y que al final, sintió que no podía más.