Un plan de emergencia para salvar el ecosistema
Valencia – La Albufera, uno de los enclaves naturales más emblemáticos de la Comunitat Valenciana, ha activado un protocolo de emergencia sin precedentes. Ante el aumento anómalo de la temperatura del agua tras la DANA, que ha llegado a registrar hasta 32 grados centígrados en algunas zonas, las autoridades han decidido abrir las compuertas del parque —conocidas como golas— para permitir el intercambio de agua con el mar.
El objetivo es claro: bajar la temperatura interna de la laguna, evitar la pérdida masiva de fauna y flora acuática y oxigenar un ecosistema cada vez más frágil. Sin embargo, esta medida ha generado molestias visibles en las playas del sur de València, donde el agua ha adquirido un tono marrón que preocupa tanto a bañistas como a vecinos.
El mar, teñido de barro
Las compuertas que comunican la laguna con el mar Mediterráneo comenzaron a abrirse también durante el día, una novedad frente a la práctica habitual de hacerlo solo de noche. Esta decisión ha provocado que grandes cantidades de agua turbia —cargada de sedimentos, materia orgánica y restos de la riada— lleguen a la costa. Las playas del Saler, Pinedo y alrededores han sido las principales afectadas.
La imagen ha sido clara: oleadas marrones golpeando la orilla, algas flotantes y un mar que parece más un barrizal que un destino turístico. Muchos bañistas, sorprendidos, han optado por recoger sus toallas y marcharse. Algunos hablan incluso de mal olor.
La indignación de los vecinos del Saler
Las quejas no se han hecho esperar. La presidenta de la Asociación de Vecinos del Saler, Ana Gradolí, ha criticado que se abran las compuertas en pleno día:
«Comprendemos que el calor extremo ha dañado la Albufera, pero hay horarios más adecuados, como la madrugada, cuando sopla el poniente. Así se evitaría afectar a cientos de bañistas, entre ellos niños y personas mayores».
Gradolí también ha recordado que muchos visitantes soportan atascos de horas para llegar a la costa huyendo del calor urbano y se encuentran con que el agua no es apta para el baño. “No puede ser que se proteja una parte de la naturaleza y se sacrifique otra sin buscar alternativas”, concluye.
Un equilibrio difícil entre naturaleza y turismo
Desde la Generalitat Valenciana se insiste en que la decisión se ha tomado por la urgencia ecológica que vive la Albufera tras la DANA, cuyas consecuencias han sido más graves de lo que inicialmente se pensaba. El aumento de la temperatura del agua ha puesto en jaque a especies autóctonas, a la calidad del hábitat y al propio equilibrio del humedal.
“Si no liberamos agua caliente, la Albufera colapsa. Hay peces y plantas que ya están muriendo. Es una cuestión de supervivencia”, explican técnicos del parque.
Aun así, reconocen que se están valorando modificaciones en los horarios de desagüe para mitigar el impacto sobre el turismo de playa. Las golas seguirán operativas, pero podrían limitarse las aperturas a las noches, cuando la marea y el viento permiten una dispersión más rápida de los residuos.
Una Albufera herida
Más allá de la polémica, lo cierto es que la Albufera está en estado crítico. Los efectos de la DANA, las altas temperaturas, la falta de lluvias regulares y la presión humana han provocado un cóctel explosivo. Lo que fue un paraíso natural, hoy lucha por no convertirse en un estanque contaminado.
La situación ha reabierto el debate sobre la gestión sostenible del parque, la coordinación entre las políticas medioambientales y turísticas, y la falta de planificación ante escenarios climáticos extremos.