El cuerpo fue encontrado en la montaña de la Creu, en una zona quemada por un incendio intencionado ocurrido un mes después de la desaparición.
El hallazgo del cadáver calcinado de Beatriz Guijarro, la joven de 28 años desaparecida en Oliva (Valencia) el pasado agosto, sigue conmocionando al municipio.
Una de las personas que descubrió el cuerpo ha relatado cómo fue aquel momento y asegura que, desde el primer instante, intuyó que se trataba de Beatriz.
“Desde el principio sospechamos que era Bea. En el pueblo todo el mundo hablaba del tema”, confiesa la mujer, vecina también de Oliva, en declaraciones a Levante-EMV.
Un paseo por la montaña que terminó en tragedia
La testigo había salido a pasear junto a un amigo y su perro por la montaña de la Creu, un entorno natural muy próximo al lugar donde Beatriz fue vista con vida por última vez.
Ambos eran aficionados al senderismo y, según cuenta, solían recorrer la zona para observar los efectos del incendio que arrasó ese monte el pasado septiembre, un fuego provocado presuntamente por una rencilla vecinal.
“Nos gusta salir a explorar la montaña y ver qué ha dejado al descubierto el fuego”, explica.
El olor y las moscas alertaron del macabro hallazgo
Durante una parada para descansar, los dos senderistas comenzaron a notar un olor fuerte y observaron una nube de moscas cerca de unos restos ennegrecidos.
“Al principio pensamos que era un animal, quizás un jabalí muerto en el incendio”, cuenta la mujer.
Pero el horror se impuso enseguida.
“Mi amigo se dio cuenta de que era un cráneo. Entonces nos fijamos mejor y comprendimos que se trataba de una persona.”
Ambos dieron aviso inmediato a la Guardia Civil, que acudió al lugar guiada por los propios senderistas. Los agentes acordonaron la zona y confirmaron que se trataba de restos humanos en avanzado estado de carbonización.
Una zona marcada por el fuego y las incógnitas
La montaña de la Creu, donde se produjo el hallazgo, fue escenario de un incendio intencionado un mes después de la desaparición de Beatriz, ocurrido el 4 de septiembre.
El fuego se originó tras un enfrentamiento vecinal y calcinó buena parte de la vegetación.
Los investigadores creen que el cuerpo podría haber quedado oculto entre las cenizas y haberse quemado durante ese siniestro, lo que complica el análisis forense.
El cadáver fue trasladado al Instituto de Medicina Legal de Valencia, donde se confirmó mediante análisis genéticos que los restos pertenecen a Beatriz Guijarro.
Las hipótesis abiertas
La Guardia Civil de Valencia mantiene abiertas varias líneas de investigación.
La principal apunta a una caída accidental mortal, aunque no se descarta la intervención de terceras personas.
Beatriz fue vista por última vez la madrugada del 9 de agosto. Tras despedirse de su pareja, pasó unas horas con una familiar y un amigo, con quien se desplazó hasta las cercanías del monte donde aparecería su cuerpo.
Ese hombre ya ha declarado ante los agentes. En función de los resultados de la autopsia, podría enfrentarse a una acusación por omisión del deber de socorro, un delito que conlleva penas de prisión.
El hallazgo, fortuito y desgarrador, ha devuelto a Oliva el dolor de un caso que parecía haberse enfriado.
“Nunca pensamos que acabaríamos encontrando algo así. Ojalá sirva para que su familia tenga al fin respuestas”, concluye la mujer.