Subtítulo: La Fiesta Nacional 2025, que prometía unidad, se convierte en una pasarela de piques políticos, abucheos presidenciales, ausencias estratégicas, corrillos de chismes y muchas más banderas que discursos coherentes.
Desfile militar… y desfile de zascas
Lo que debía ser un día de gloria patria, boina en mano y mirada al cielo (esperando a los cazas) acabó pareciendo un episodio especial de La isla de los políticos cabreados. Mientras 3.847 militares desfilaban con disciplina espartana, en las tribunas y pasillos políticos se libraba otra batalla: la de los gestos, los silencios, los pitos, los corrillos… y cómo no, la ausencia de Pedro Sánchez del rincón favorito de los periodistas: el cotilleo real.
Pedro Sánchez: entre los abucheos y el pasapalabra
Pedro Sánchez llegó al desfile y fue recibido con más silbidos que el árbitro del Barça-Madrid. No es nuevo, pero esta vez los decibelios sonaron como si vinieran del Telediario de 1996. El presidente, eso sí, aguantó el chaparrón con cara de “ya estoy acostumbrado”, ocupó su lugar en la tribuna de autoridades, no saludó a Feijóo, y desapareció más rápido que un sobre en una sede electoral.
Y para redondear el día: se saltó el corrillo con la prensa. Porque sí, Pedro no quiso charlar con los periodistas en la recepción del Palacio Real. Nada de “qué opinas del desfile”, “¿te ha gustado el gorro del Rey?”, o “¿de verdad lo de los folios eran folios?”. Nada. Llegó, saludó, sonrió y se fue, como en una boda en la que no te apetece estar pero toca cumplir.
Feijóo al ataque: “¿Pero este hombre no celebra la Hispanidad?”
Alberto Núñez Feijóo, más suelto que en el primer día de piscina, sí que se quedó en el corrillo, y como buen político gallego, dejó varias frases con doble filo:
“Ni me ha dado tiempo a saludarle. No sé si le gusta la Fiesta Nacional…”
Y como quien no quiere la cosa, soltó también que:
“España es un país fiable, aunque el Gobierno no siempre lo parezca”.
Vamos, que Feijóo vino con el cuchillo de untar, pero acabó sacando el jamonero.
Ayuso no habló, pero miró como si quisiera hablar
Isabel Díaz Ayuso no se prodigó en grandes discursos, pero su presencia siempre genera ese efecto “fanática del after-party”. A falta de declaraciones oficiales, su bandera de España era más grande que su bolso, y seguro que tenía preparada alguna frase tipo:
“Sánchez no pone banderas porque le dan alergia los colores patrios”.
Leonor, Sofía y la Familia Real: los que sí fueron a trabajar
En medio de tanto politiqueo, la familia real cumplió con lo suyo. Felipe VI saludando a los militares, Letizia elegantísima (otra vez), la infanta Sofía debutando en el besamanos, y Leonor, con uniforme de gala como alférez alumna del Ejército del Aire y del Espacio (sí, eso existe y no es de Star Wars).
Pasearon, sonrieron, saludaron, y hasta hubo miraditas cómplices entre hermanas, lo que dio pie a 45 minutos de contenido en programas del corazón.
De la Hispanidad a Palestina (y sin escalas)
Mientras todo esto pasaba, Sánchez había publicado su famoso vídeo de Feliz Fiesta Nacional con bailes regionales, banderas LGTBI, imágenes de Palestina y cero banderas de España. Lo justo para que la derecha entrara en combustión espontánea y la izquierda hiciera retuits con cara de “bueno, tampoco hacía falta, Pedro”.
El vídeo institucional más comentado desde el de aquel presidente autonómico que apareció en chanclas.
El aire se llena de banderas y el ambiente de puñales
Al final, lo que debía ser una celebración de unidad nacional, terminó siendo una jornada de puyazos, silencios incómodos, acusaciones veladas, y bastante postureo.
- Sánchez no habla con la prensa.
- Feijóo acusa sin acusar.
- Abucheos al presidente.
- Corrillos con olor a cuchicheo.
- Banderas por todas partes… menos en los vídeos institucionales.
Y eso que todavía no hemos hablado de los ministros ausentes (de viaje), de las críticas por el embargo de armas a Israel, ni de los 96.000 euros que siguen flotando en el misterio como si fueran chistorras en una barbacoa peronista.
¿Conclusión?
El Día de la Hispanidad sigue siendo un gran evento militar, institucional… y, desde hace unos años, político-televisivo.
Porque en España no hay acto público sin bronca política, ni desfile sin abucheos, ni presidente sin haters.
¿Y tú qué opinas?
¿Fue la Fiesta Nacional una celebración de unidad o un capítulo más de nuestra serie política favorita?
¿Crees que los corrillos con la prensa deberían tener entrada y bebida incluida?
¿O ya estás planeando tu propio vídeo institucional con sardanas, sevillanas, txalaparta y una paella sin cebolla?