Antonio Famoso, un vecino solitario de 86 años, fue encontrado sin vida en su vivienda tras una avería provocada por la DANA Alice. Su caso destapa una estremecedora historia de soledad y burocracia.
Valencia, 14 de octubre de 2025. — La ciudad de Valencia sigue conmocionada tras el hallazgo de los restos de Antonio Famoso Jiménez, un hombre que llevaba presuntamente 15 años muerto en su domicilio del número 6 de la calle Luis Fenollet, en el barrio de Patraix.
El descubrimiento se produjo por casualidad, después de que las fuertes lluvias de la DANA Alice provocaran un atasco en el desagüe del edificio. Los bomberos, al acceder a la vivienda inundada, se encontraron con un escenario insólito: el cuerpo momificado de un hombre que, según las primeras estimaciones, habría fallecido entre 2013 y 2014.
Un vecino discreto y sin contacto social
Antonio era un hombre reservado, descrito por quienes lo conocieron como “correcto, educado, pero poco comunicativo”. Vivía solo desde hacía décadas y, según el administrador del edificio, acudía regularmente a las juntas de vecinos hasta comienzos de 2013.
“Venía siempre a todas las reuniones desde que me hice cargo de la comunidad, en 2006”, explicab Alejo Pérez, el administrador de la finca. Su última asistencia registrada fue el 24 de enero de 2013, fecha que ahora marca la posible frontera temporal de su muerte.
Según las investigaciones, Antonio había roto el contacto con su familia años atrás, dejando atrás a su esposa y a dos hijos, que eran todavía niños cuando desapareció de sus vidas. La Policía Nacional ha localizado ya a uno de sus hijos para realizar las pruebas de ADN que confirmen oficialmente la identidad del fallecido.
Pagos al día y buzón vacío
Una de las grandes incógnitas del caso es cómo su muerte pudo pasar desapercibida durante más de una década y media. Según los vecinos, todas las facturas estaban al corriente de pago: luz, agua, gas, comunidad e incluso el IBI.
El motivo podría estar en que su cuenta bancaria seguía recibiendo su pensión mes tras mes, ya que el sistema de la Seguridad Social no exige una fe de vida periódica para mantener los ingresos.
Desde esa misma cuenta se habrían seguido domiciliando todos los recibos, incluso el pago de una deuda de más de 11.000 euros que la comunidad había embargado tiempo atrás. Los vecinos aseguran que el buzón de Antonio estaba vacío, y que en ocasiones retiraban la publicidad de las viviendas deshabitadas para “evitar okupaciones”.
Nadie sospechó nada, ni siquiera cuando años atrás se detectó un olor extraño en la comunidad, que se atribuyó a un animal muerto o a la humedad del edificio.
Una muerte rodeada de silencio
La Policía Nacional y el Instituto de Medicina Legal de Valencia trabajan ahora para determinar las causas del fallecimiento. Los primeros indicios apuntan a una muerte natural, aunque no se descarta la posibilidad de un suicidio.
Se ha solicitado al juzgado acceso a la historia clínica del hombre y se entrevistará a su médico de familia para conocer su estado de salud en los años previos a su desaparición.
El cadáver fue hallado en el interior del piso en avanzado estado de descomposición, sin señales de violencia ni desorden aparente, lo que refuerza la hipótesis de una muerte solitaria y silenciosa.
La soledad que nadie vio
Tras conocerse el caso, la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA) ha advertido del “riesgo de deshumanización” y la necesidad urgente de reforzar las redes sociales y los servicios públicos de atención a mayores.
Su presidente, José Luis Fernández Santillana, ha recordado que “la lucha contra la soledad no deseada debe ser una responsabilidad colectiva”. Ha reclamado más políticas de proximidad, la creación de espacios comunitarios y la detección temprana del aislamiento en la atención primaria.
Una llamada de atención
El caso de Antonio Famoso ha abierto un profundo debate social sobre la soledad crónica y la invisibilidad de las personas mayores en las grandes ciudades.
Durante años, el hombre vivió —y murió— en un anonimato absoluto, rodeado de vecinos que compartían su edificio pero no su vida. Solo una tormenta, 15 años después, destapó una historia que invita a mirar con más atención a quienes viven al otro lado del rellano.