El Ayuntamiento prepara la reapertura del refugio antiaéreo de Massarrojos
El Ayuntamiento de Valencia ha puesto en marcha un plan de recuperación para la reapertura del refugio antiaéreo de Massarrojos (BRL), que fue cerrado al público hace más dos años, tras la aparición de riesgos estructurales y el peligro que suponía para las personas que acudían a visitarlo.
https://noticiasciudadanas.com/el-refugio-massarrojos-esta-cerrado/
Tras la correspondiente inspección técnica y las evaluaciones realizadas por los especialistas, las autoridades municipales han anunciado el inicio inmediato de obras que buscan devolver este enclave patrimonial a la vida pública «en el menor plazo posible», priorizando la seguridad y la preservación de su esencia original.
El proceso de rehabilitación, culminado a finales de 2020, se topó pronto con diferentes adversidades derivadas del entorno subterráneo: filtraciones de humedad que corroían el sistema de iluminación, generando fallos generalizados e incluso cortes totales, incluyendo las luces de emergencia.
Inicialmente, se optó por reemplazos puntuales de luminarias, pero la magnitud del deterioro exigió intervenciones más profundas y costosas. Expertos en entornos cavernosos, como los responsables de las Coves de Sant Josep en la Vall d’Uixó, fueron consultados para diagnosticar el mal raíz: la humedad inherente a un espacio excavado a nueve metros de profundidad en un antiguo barranco, que acelera la oxidación de las instalaciones.
La clave para superar estos desafíos reside en la utilización y adopción de materiales innovadores y resistentes a esta corrosión, tales como acero inoxidable, fibra de vidrio o PVC. Estas intervenciones formarán el núcleo de las obras que el consistorio emprenderá de forma inminente, con un presupuesto estimado en 69.322 euros más IVA, asumido enteramente por el Ayuntamiento al haber vencido el período de garantía de la rehabilitación inicial.
Una vez solventada la iluminación, el foco se desplazará a otros desperfectos, como los desprendimientos en la bóveda de acceso, donde se prevé instalar una malla tensada para prevenir futuros incidentes.
Desde la Concejalía de Cultura, se enfatiza el compromiso con la reapertura antes de que concluya el año entrante, aunque se advierte que el cronograma dependerá de las necesidades presupuestarias y la modalidad contractual de las licitaciones subsiguientes.
Este refugio no sólo representa un hito en la memoria colectiva de Valencia, sino que encarna la resiliencia de las poblaciones periféricas ante el horror bélico.
Un vestigio único en el patrimonio bélico valenciano
Documentos del archivo municipal revelan que la excavación del refugio comenzó el 21 de mayo de 1938 y se extendió hasta el 23 de marzo de 1939, con el propósito primordial de resguardar a la población local de los ataques aéreos.
En aquella década, Massarrojos tenía una población aproximada de setecientas personas, y aunque las obras no se completaron totalmente, el sitio quedó sepultado bajo tierra, con entradas selladas que lo preservaron del olvido hasta su redescubrimiento.

Desde una perspectiva técnica, este refugio destaca por su construcción directa en el suelo arcilloso, a diferencia de los habituales bunkers de hormigón armado en el núcleo urbano de Valencia. Se configura como un corredor elongado de 125 metros de longitud, dos de ancho y una profundidad media de diez metros, con paredes en tonos rojizos gracias a la arena empleada en el enlucido.
https://www.facebook.com/CaminArtVLC/videos/378636343648243
Dispone de un banco corrido a lo largo de su extensión, en el que se encontraron latas y otros objetos que la gente dejó olvidados allí, y dos accesos principales: uno en la plaza del Soñador y el otro en la calle Benet Bosch.
Con una superficie útil de 297 metros cuadrados y capacidad para albergar a 230 personas sentadas, este es el único refugio conservado en un pueblo anexado a la ciudad de Valencia, contrastando con los localizados en el centro histórico.
Su restauración no sólo mitiga los estragos del tiempo y la humedad, sino que reafirma el valor patrimonial de estos espacios como testigos mudos de una era convulsa, invitando a generaciones futuras a reflexionar sobre la fragilidad de la paz y la necesidad de proteger a la población civil a través de la construcción de estos refugios públicos, que forman parte de la memoria democrática de nuestro país.
















