En las calles de Teulada, Calpe o Moraira, cada vez es más difícil escuchar una conversación en español. Las inmobiliarias ya no traducen al inglés: hablan directamente en inglés, alemán, neerlandés o francés. Alicante, la tierra de sol y almendros, se ha convertido en el escenario de una venta silenciosa: una provincia que ya no se vende… se ha vendido.
Un fenómeno que ya es mayoría
En municipios como Teulada, el 87% de las viviendas vendidas en 2024 fueron compradas por extranjeros. En Orihuela, el porcentaje asciende al 84%, y en Calpe, al 78%. Lo que antes era una tendencia creciente se ha consolidado como una realidad irreversible.
Y mientras los visitantes encuentran su paraíso junto al mar, los vecinos de siempre observan cómo los precios se disparan y las oportunidades se esfuman.
Precios que se triplican y barreras que se multiplican
El precio medio del metro cuadrado en la Costa Blanca ronda ya los 2.500 euros, pero eso es solo una media. Porque en zonas como Moraira o Jávea, no es raro encontrar viviendas que se venden por más de un millón de euros. De hecho, el «mínimo» ronda ya los 500.000 euros.
“El precio se ha triplicado en apenas una década”, afirma Paco Moncholí, de MP Inmobiliaria. “Hoy cualquier casa nueva se vende… da igual el precio. Los europeos la compran.”
Esta fiebre inmobiliaria ha convertido a la provincia en un producto de lujo, donde cada nuevo proyecto está pensado para un cliente internacional, de alto poder adquisitivo… no para la familia local que aspira a vivir cerca de donde creció.
Una transformación silenciosa pero implacable
La Costa Blanca ya no es solo una postal de sol y playa. Es un parque residencial de lujo a pie de mar, cuidadosamente diseñado para quienes vienen de fuera. Altea, Torrevieja, Calpe, Benidorm… nombres que evocan veranos eternos, ahora también asociados al fenómeno de la desposesión urbanística.
“En Calpe, la mayoría de españoles que aún viven compraron hace muchos años. Hoy, la vivienda es casi inaccesible”, lamenta Moncholí.
El español, al interior
Mientras tanto, el mercado nacional se ve empujado hacia las zonas de interior, donde los precios siguen siendo algo más accesibles. Pero no hay tregua. Belén González, de Gessicon, lo resume con crudeza: “En Orihuela Costa, todo lo que se construye se vende, al precio que sea.”
Esta presión urbanística transforma no solo el precio, sino también el paisaje social, cultural y económico. Las tiendas cambian su oferta. Las escuelas pierden matrícula local. El idioma de las calles ya no es el que hablaban los abuelos.
¿Y ahora qué?
¿Es esta la evolución natural de una provincia atractiva, conectada y soleada? ¿O es el síntoma de una burbuja que expulsa silenciosamente a quienes ya no pueden competir en un mercado globalizado?
Reflexión final
Quizá, dentro de poco, cuando alguien diga “me voy a Alicante”, ya no sepamos a qué Alicante se refiere. Porque la de siempre… ya no es para todos.