La esposa de Pedro Sánchez declara ante el juez por cuarta vez, reconoce que pidió «algún favor puntual» y asegura que todo era más doméstico que delictivo. La política española: esa tragicomedia donde hasta hacer un recado puede acabar en querella.
Una comparecencia, muchos titulares y cero cafés servidos
Madrid, Plaza de Castilla. Escenario habitual de dramas judiciales y entrevistas improvisadas a pie de juzgado. Allí volvió a aparecer este miércoles Begoña Gómez, la esposa del presidente del Gobierno, con cara de “otra vez aquí, por favor”.
En esta ocasión, la cita era para aclarar si su asesora en Moncloa, Cristina Álvarez, le hacía favores laborales fuera del guion oficial. Ya sabes, esas pequeñas ayuditas que todos hemos pedido alguna vez… pero que en Moncloa, al parecer, te pueden costar una imputación por malversación, intrusismo, tráfico de influencias, corrupción y hasta apropiación indebida.
Solo faltó que le añadieran “robo de tupper” y “uso indebido de grapadora institucional”.
“Sí, le pedí favores… ¿pero quién no?”
Durante su declaración, que duró apenas 10 minutos —menos que pedir un café en hora punta—, Begoña respondió solo a las preguntas de su abogado. Y entre lo más jugoso del interrogatorio, soltó lo siguiente:
“Le pedí algunos favores puntuales”.
Traducción libre: “Le dije si podía imprimir algo, recoger un paquete o buscarme una sala sin goteras en Moncloa. Nada del otro mundo”. Claro que en el universo político-judicial, eso ya es suficiente para que un juez se ponga las gafas de ver indicios y levante la ceja hasta el techo.
La gran pregunta: ¿usó a su asesora para cosas personales?
La causa que instruye el juez Juan Carlos Peinado se ha desdoblado como un spin-off de Netflix. Ahora hay una pieza separada que investiga si Begoña utilizó recursos públicos para asuntos privados. Porque claro, si Cristina Álvarez estaba contratada como asesora del Gobierno pero acababa imprimiendo recetas de lentejas, ahí podría haber delito.
Desde Moncloa aseguran que todo es «una persecución política con toga y querella», y que esto se va de madre. Que si esto es delito, media España debería estar en Soto del Real por pedirle al compañero del curro que le imprima las entradas del cine.
¿Y qué ha dicho Cristina Álvarez?
Pues nada. Literalmente. La asesora, que también estaba citada como investigada, se acogió a su derecho a no declarar. Lo cual, viendo el ambiente, es como cuando ves una pelea de bar y decides no meterte por si te cae un botellazo verbal.
El Gobierno: “Esto es una caza de brujas… versión deluxe”
Desde la Delegación del Gobierno y el entorno de Pedro Sánchez, todo esto huele a estrategia de desgaste. Según fuentes de Moncloa, se está estirando una causa que ya fue recortada por la propia Audiencia Provincial, que no encontró ni rastro de malversación en los papeles anteriores.
Peinado, sin embargo, insiste en que hay que mirar si Cristina Álvarez se pasó tres pueblos en su papel de asesora. Porque lo de estar “al servicio de los intereses particulares” suena más a becaria de startup que a funcionaria del Estado.
Recapitulamos la saga: Begoña en cuatro actos
- Primera citación: no declara, porque no le han pasado la querella. (Clásico español: “no tengo los papeles”).
- Segunda cita: se acoge a su derecho a no declarar.
- Tercera (diciembre 2024): contesta solo a su abogado, niega irregularidades en su cátedra de la Complutense.
- Cuarta (la de ahora): admite los favores, defiende su conducta y dice que lo de Cristina era de buen rollo.
¿Qué es lo siguiente? ¿Revisar si se llevó un boli?
El juez, muy entusiasta del género detectivesco, ya pidió incluso los correos electrónicos de Begoña Gómez desde 2018. Porque claro, si en alguno aparece el asunto: “¿Me puedes imprimir esto?” —pum, tráfico de influencias.
La defensa de Gómez ha tachado esa solicitud de “exorbitante” y “alejada de la realidad”. Vamos, como cuando tu madre te dice que vas a morir de hambre por no llevar bufanda.
¿Qué piensa el ciudadano medio?
Mientras tanto, en el mundo real, la mayoría de la gente se pregunta cosas más urgentes:
- ¿Cuánto va a subir la hipoteca?
- ¿Habrá puente en octubre?
- ¿Por qué todas las series buenas acaban canceladas?
Pero los medios están con el Begoñagate, que ya empieza a parecer una telenovela judicial en prime time.
Conclusión: favor por favor, ¿es malversación?
De momento, no hay sentencia, ni pruebas concluyentes, ni siquiera indicios firmes. Pero el runrún político y mediático no se apaga. Esta historia combina todo lo que le gusta a la prensa de este país: política, poder, sospechas, dinero público y algo de cotilleo institucional.
Y tú, lector fiscal en potencia:
¿Alguna vez has pedido un favor en el curro? ¿Te deberían imputar por decirle al compañero que te baje un café? ¿O esto ya es un episodio de “España es así”? Cuéntanos, pero sin abogado, que aquí no cobramos minuta.