El estrecho de Ormuz, ubicado entre Irán y Omán, es una de las rutas marítimas más estratégicas del planeta.
Por él transita aproximadamente el 20 % del petróleo mundial, especialmente desde países productores del Golfo Pérsico como Arabia Saudí, Irak, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos o Catar.
Si Irán cumple su amenaza de cerrarlo, las repercusiones serían inmediatas y de gran calado para España y Europa.
Subida del precio del petróleo y de la energía
La consecuencia más inmediata del cierre de Ormuz sería una escalada de los precios del petróleo.
Al reducirse el suministro global disponible, el barril de Brent —referencia en Europa— podría superar los 100 dólares rápidamente, como ya ha ocurrido en anteriores crisis en la región.
Esto afectaría directamente a los costes de la energía en España, donde el precio del combustible y la electricidad ya es especialmente sensible a los cambios del mercado internacional.
Además, esta subida del crudo impactaría en el transporte, la agricultura y la industria, sectores dependientes del petróleo y sus derivados.
El encarecimiento generalizado repercutiría en los precios finales para los consumidores, alimentando la inflación en un momento económico ya delicado para muchas familias europeas.
Inestabilidad económica y financiera
El cierre del estrecho también generaría incertidumbre en los mercados financieros, lo que podría traducirse en caídas en las bolsas europeas y pérdida de confianza en el crecimiento económico.
Para España, un país muy dependiente del turismo y las exportaciones, la volatilidad en el comercio internacional y el aumento del coste logístico podrían lastrar la recuperación económica.
Además, el temor a un conflicto mayor en Oriente Medio provocaría un aumento del gasto en defensa y seguridad, desviando recursos de otras prioridades sociales y económicas.
Mayor presión diplomática y geopolítica
Por último, Europa, incluida España, se vería presionada para intervenir diplomáticamente en la crisis, o incluso para apoyar medidas militares o sanciones.
Este escenario obligaría a la Unión Europea a redefinir su estrategia energética, apostando por acelerar la transición hacia fuentes renovables y diversificar los proveedores de energía para no depender tanto del crudo de Oriente Medio.
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