Un estudio internacional confirma los beneficios de limitar la velocidad en ciudades: menos siniestralidad, menos contaminación y una mejor calidad de vida
Valencia, 1 de agosto de 2025
Por Redacción
Lo que hace pocos años desató un encendido debate entre conductores, vecinos y autoridades, hoy es ya una realidad ampliamente aceptada: circular a un máximo de 30 kilómetros por hora en entornos urbanos no solo salva vidas, sino que mejora la calidad del aire, reduce el ruido y transforma la movilidad en algo más humano y sostenible.
Un estudio internacional reciente ha analizado el impacto de esta medida en ciudades medianas y grandes de todo el mundo, y sus conclusiones no dejan lugar a dudas: donde se ha implantado esta limitación de velocidad, los accidentes de tráfico han disminuido un 38%. El dato, por sí solo, justificaría su aplicación, pero los beneficios van mucho más allá.
Menos accidentes, menos muertes, menos sufrimiento
La reducción del límite de velocidad urbana ha supuesto un giro en la seguridad vial. El informe señala que en caso de atropello, las lesiones son mucho menos graves a 30 km/h que a 50. A menor velocidad, mayor capacidad de reacción, menor distancia de frenado y, sobre todo, más vidas salvadas.
En contextos donde peatones, bicicletas y vehículos comparten espacio, el factor velocidad es clave. La movilidad no es solo un asunto de eficiencia: también es una cuestión de convivencia y salud pública.
Mejores datos medioambientales
El informe también cuantifica los efectos positivos sobre el medio ambiente:
- 7% menos de consumo de combustible
- 18% menos de emisiones contaminantes
- Reducción de 2,5 decibelios en el ruido ambiental
Estos cambios, aparentemente modestos, tienen un impacto directo en la salud respiratoria, la calidad del aire urbano y la habitabilidad de nuestras calles. La ciudad se vuelve más silenciosa, más limpia y menos hostil.
Una tendencia imparable hacia la movilidad humanizada
La medida de los 30 km/h forma parte de una corriente global que prioriza la movilidad activa —caminar, ir en bici, transporte público— frente al dominio histórico del coche. Es un cambio de paradigma que ya se percibe en las calles: aceras más anchas, zonas peatonales, carriles bici, transporte público más accesible y espacios pensados para las personas, no solo para los motores.
Eso sí, los expertos advierten que esta transformación debe ir acompañada de políticas coherentes: más inversión en transporte público, intermodalidad eficiente, infraestructuras seguras y campañas de sensibilización.
¿Y en Valencia?
Valencia fue una de las primeras grandes ciudades en aplicar de forma generalizada la limitación de 30 km/h en calles de un solo carril por sentido. En un primer momento, la medida fue recibida con escepticismo por parte de algunos sectores, sobre todo del transporte privado. Sin embargo, con el paso del tiempo, la ciudad ha ido adaptándose, y hoy es referencia nacional en movilidad urbana sostenible.
La concejalía de Movilidad Sostenible valora de forma muy positiva este estudio: “Nos reafirma en el camino que tomamos. Reducir la velocidad no es ir más despacio, es llegar mejor: con menos estrés, menos ruido, y más seguridad para todos”, declaran fuentes municipales.
Más allá de los coches: la ciudad del futuro
Este nuevo modelo de movilidad también plantea una reflexión sobre qué tipo de ciudad queremos. Una en la que los vehículos tengan prioridad absoluta, o una en la que niños, personas mayores, ciclistas y peatones puedan moverse con libertad y sin miedo.
La velocidad, dicen los urbanistas, no es una cuestión solo técnica. Es una decisión política, social y cultural. Apostar por los 30 km/h es apostar por la vida.