Comunidades religiosas abren sus puertas y brindan ayuda a los afectados, ofreciendo refugio, alimentos y apoyo espiritual en medio de una tragedia que deja daños incalculables en la provincia de Valencia.
La reciente DANA que ha afectado a la Comunidad Valenciana ha causado estragos en diversas poblaciones, y las parroquias de la diócesis no han quedado exentas. Pese a los daños que ellas mismas han sufrido, estas comunidades han respondido con solidaridad y ayuda humanitaria para las personas más afectadas. En los municipios de Vilamarxant, Ribarroja, Pedralba, Catarroja, Alfafar y otros cercanos al río Turia y zonas de barrancos desbordados, los párrocos han trabajado sin descanso para aliviar la situación de sus feligreses, ofreciendo sus instalaciones y organizando distribuciones de alimentos y materiales de primera necesidad a través de Cáritas.
Daños materiales y esfuerzo de ayuda en las parroquias de la diócesis
Las parroquias del arciprestazgo “San Vicent Ferrer” —integrado por localidades como Vilamarxant, Ribarroja, Lliria, Benisanó y Benaguasil— se han volcado en la atención a las personas que han quedado sin hogar o sin acceso a recursos básicos. Francisco Ferrer, párroco de Santa Catalina de Vilamarxant, relata que el temporal ha provocado importantes daños en los edificios eclesiásticos y otras estructuras cercanas, como el colegio parroquial San Francisco y Santo Domingo, aunque asegura que la prioridad en este momento es “acompañar a los afectados y cubrir sus necesidades inmediatas.”
Los esfuerzos de las parroquias de este arciprestazgo se han coordinado también con los ayuntamientos locales, poniendo a disposición sus instalaciones y proporcionando víveres, cargadores de móviles y cobijas a quienes se encuentran en refugios temporales. La colaboración con Cáritas ha sido fundamental para organizar la distribución de estos materiales y asegurar que lleguen a aquellos que lo necesitan, especialmente en las zonas rurales y polígonos industriales afectados.
La situación en Pedralba: “Una devastación sin precedentes”
Pedralba, una de las zonas más afectadas por las lluvias, registró una precipitación de 411 litros por metro cuadrado, una cifra sin precedentes en los últimos 67 años. El párroco Samuel Aristizábal, de la iglesia de la Purísima Concepción, ha descrito un escenario de desolación en el que el agua cubrió las áreas bajas del pueblo, penetrando en viviendas y dejando un rastro de pérdidas materiales incalculables. Ante la imposibilidad de desplazarse debido a las condiciones del terreno y la falta de servicios básicos, Aristizábal ha centrado sus esfuerzos en brindar apoyo a quienes han perdido sus hogares y en coordinar la recepción de recursos externos para cubrir las necesidades más urgentes de su comunidad.
Catarroja y Alfafar: pérdidas materiales y solidaridad en acción
En Catarroja, la situación es crítica: José Vicente Alberola, párroco de Nuestra Señora de El Pilar y María, Madre de la Iglesia, narra que el agua alcanzó hasta tres metros de altura en algunos puntos, arrastrando muebles, pertenencias y, lamentablemente, incluso la imagen de la Virgen del Pilar, que desapareció con la fuerza del temporal. Las dos parroquias han quedado gravemente afectadas, lo cual ha complicado las labores de limpieza y recuperación de espacios, mientras el párroco y la comunidad luchan por salvar lo que puedan en medio de la devastación.
Por su parte, en Alfafar, el párroco describe la escena como “dantesca,” con una gran cantidad de vehículos destrozados y personas que han perdido absolutamente todo. A pesar de la falta de servicios básicos como agua y electricidad, las parroquias de la zona han organizado redes de apoyo y han establecido espacios de refugio temporal, dando prioridad a las personas más vulnerables.
Aldaia: entre la devastación y la esperanza
En Aldaia, Francisco Furió, el párroco de la localidad, perdió su propio coche debido a las inundaciones, pero asegura que lo material no es su mayor preocupación. El párroco ha confirmado que las pérdidas humanas en la comunidad son significativas, con cuatro fallecidos contabilizados hasta el momento, aunque se teme que esta cifra pueda aumentar. Ante esta tragedia, Furió ha instado a sus feligreses a apoyarse mutuamente y a ofrecer solidaridad, recordando la importancia de la unidad en tiempos de crisis. Las parroquias de Aldaia han colaborado con Cáritas y otros voluntarios para distribuir alimentos y brindar asistencia a los afectados.
Resiliencia y organización en Massanassa y Benétusser
Miguel Alejandro Gómez, párroco de San Pedro Apóstol en Massanassa, abrió las puertas de su casa para recibir a un matrimonio con una recién nacida que quedó atrapado sin poder regresar a su hogar. La iglesia, al igual que muchas viviendas en el municipio, se inundó, lo cual ha requerido un esfuerzo adicional para realizar labores de limpieza y atender a la población en situación de emergencia. Con las comunicaciones interrumpidas, el párroco ha tratado de ubicar a las personas afectadas y brindarles consuelo y ayuda.
En Benétusser, el párroco Jesús Cervera destaca la solidaridad entre los habitantes del municipio, quienes se han ofrecido para ayudar sin pedir nada a cambio. La parroquia ha colaborado con el ayuntamiento y Cáritas, habilitando puntos de distribución de alimentos y gestionando la llegada de un camión con agua embotellada para suplir la falta de agua potable. A pesar de las dificultades, la comunidad se mantiene unida y esperanzada en que con el apoyo mutuo podrán superar esta situación.
Retos y perspectivas a futuro
El impacto de la DANA ha dejado una marca profunda en los habitantes de estas localidades y ha evidenciado la necesidad de contar con planes de respuesta efectivos ante fenómenos meteorológicos extremos. Las parroquias, en su papel de apoyo espiritual y material, han sido un pilar fundamental para la comunidad en momentos de crisis, ofreciendo no solo ayuda humanitaria, sino también acompañamiento y consuelo en un contexto de devastación.
Los párrocos señalan que, aunque la prioridad es atender las necesidades más básicas de los afectados, el apoyo emocional y la recuperación espiritual serán esenciales en las próximas semanas y meses. Los esfuerzos de recuperación incluirán la limpieza de los templos y espacios parroquiales, la restauración de los edificios dañados y, sobre todo, el acompañamiento continuo a las familias que han perdido tanto.
La respuesta de la diócesis y de la comunidad parroquial ante esta emergencia demuestra que, aun en medio de la tragedia, la solidaridad y la fe pueden marcar la diferencia. La resiliencia y el compromiso de quienes se han visto afectados sirven como ejemplo de superación y esperanza para toda la comunidad.
¿Cómo crees que podría mejorarse la respuesta ante desastres naturales en el futuro, tanto en el ámbito de la Iglesia como en la organización comunitaria?