Subtítulo: La dependencia europea de las grandes tecnológicas estadounidenses pone en jaque la soberanía digital del continente. Y sí, también afecta a tus datos, tus pagos y hasta tu hospital.
Europa: tecnológicamente avanzada, estratégicamente dependiente
Sí, Europa tiene trenes que llegan a tiempo, sanidad pública que (más o menos) funciona y universidades que aún enseñan a pensar. Pero cuando se trata de infraestructura digital, el viejo continente camina con muletas prestadas desde Silicon Valley.
Una caída reciente en los servicios de Amazon Web Services (AWS) ha dejado al descubierto un secreto a voces que en Bruselas se prefiere evitar con eufemismos: la colonización digital. Porque ya no hace falta que te invadan con ejércitos si pueden apagarte los servidores desde Virginia.
Y mientras en Valencia tú solo querías pagar el pan con tarjeta, en otro hemisferio un técnico reiniciaba un servidor que gestiona tus datos sanitarios, tus movimientos bancarios y tus fotos de la comunión en la nube.
¿Quién controla los cables?
La respuesta rápida: no Europa. La respuesta larga: tampoco.
Vamos a los datos que escuecen:
- Amazon Web Services (AWS): más del 30 % del mercado de computación en la nube en Europa.
- Microsoft Azure y Google Cloud: otros casi 50 % juntos.
- Empresas europeas: luchando por arañar el menos del 20 % restante, como si fueran a repartir bocadillos en un bufé ya arrasado.
No hablamos de “tienen muchos usuarios”, sino de que controlan la infraestructura misma: los servidores, las bases de datos, los sistemas de seguridad, los backups, los certificados, los algoritmos… y los fallos.
Así que cuando uno de esos gigantes estornuda, Europa se resfría. Y en Valencia, por ejemplo, puede significar que un hospital no acceda a historiales médicos, que no funcione una pasarela de pago en la EMT, o que simplemente no puedas mandar un mensaje por WhatsApp para decir “oye, se ha caído todo”.
¿Qué significa realmente esta “colonización digital”?
1. Dependencia total del extranjero
Los datos personales de millones de ciudadanos europeos viajan por servidores alojados fuera del continente. La mayoría en EE. UU. Algunos en Asia. Muy pocos en suelo europeo bajo control europeo.
Es decir: tus documentos médicos, tus contraseñas, tus transacciones bancarias… no están realmente aquí, aunque tú vivas en Xirivella.
2. Pérdida de soberanía tecnológica
Europa no solo depende tecnológicamente: también carece de autonomía real para reaccionar ante caídas masivas o ataques informáticos que afecten a empresas de fuera.
Y esto no es un episodio de Black Mirror. Pasó ya en 2021, 2022 y recientemente otra vez: un fallo en Amazon dejó miles de webs y servicios inoperativos durante horas. Y no porque Europa no sepa programar, sino porque no tiene el enchufe ni el interruptor.
3. Riesgos para la privacidad
¿Te suena el RGPD? Esa gran bandera europea sobre protección de datos… que luego viajan a plataformas gestionadas por Google, Meta o Microsoft, donde los acuerdos transatlánticos se retuercen hasta que encajen, aunque chirríen.
Cada vez que haces una videollamada en Teams o compras por Amazon, estás aceptando una realidad: tu privacidad depende más de un comité legal en Seattle que de una ley europea en Estrasburgo.
¿Y en Valencia? ¿Nos afecta también?
Claro que sí, guapi.
En un mundo digitalizado, todo lo que uses que esté en la nube —y no solo tú, sino tu banco, tu hospital o tu administración pública— está sujeto a este dominio invisible. Por ejemplo:
- La Conselleria de Sanitat almacena buena parte de los datos clínicos en servidores que, directa o indirectamente, están gestionados con software de proveedores como Microsoft o Amazon.
- El Ayuntamiento de València utiliza soluciones de productividad y gestión digital que dependen de herramientas de Google, Microsoft o similares.
- Las universidades, como la UV o la UPV, alojan sus campus virtuales y herramientas docentes en servicios de terceros.
- El comercio local que acepta pagos con tarjeta o gestiona stock en la nube… también está atado.
Todo esto no es especulación: es la estructura real de una dependencia sistémica. No solo usamos tecnología estadounidense: estamos construidos sobre ella.
¿Y la UE no hace nada?
Oh, claro que lo intenta. Pero Europa tiene un problema: quiere jugar a la soberanía digital con normas de monja en un juego de hackers.
Se han lanzado proyectos como:
- GAIA-X: una nube “soberana” europea que promete (desde 2020) crear una alternativa local. Aún en fase de promesa.
- NextGenerationEU: que contempla inversiones en digitalización… pero sin garantizar infraestructura 100% europea.
- Proyectos tipo IPCEI (Proyectos Importantes de Interés Común Europeo) para microchips, inteligencia artificial, etc.
Pero todo eso va lento, lleno de burocracia, recelos entre países y con menos músculo financiero que lo que invierte Google en marketing al mes.
La paradoja: regulamos más que nadie, pero construimos poco
Europa presume (con razón) de tener las leyes más estrictas del mundo en cuanto a datos y privacidad. Pero cuando llega la hora de alojar esos datos, no tiene dónde meterlos. Así que los manda a Virginia, con contrato firmado y cruzando los dedos para que no haya una tormenta solar o un fallo técnico.
Es el equivalente digital a tener el mejor sistema de reciclaje del mundo… y mandar tu basura a China en contenedores. Muy bien clasificado, pero lejísimos de tu control.
Conclusión: colonización sin barcos, pero con servidores
La “colonización digital” no necesita cañones ni tropas. Solo necesita una caída en AWS para que se note su poder.
Europa no es tecnológicamente analfabeta, pero sí es geopolíticamente ingenua. Mientras invierte en ética, privacidad y sostenibilidad, el resto del mundo invierte en centros de datos, chips, y control de las redes.
Y hasta que no entienda que la soberanía también se aloja en la nube, seguiremos apagándonos cada vez que en Seattle alguien desenchufe el cable equivocado.