China prohíbe la carne avícola española por la gripe aviar, pero enfrenta su propia crisis con el virus chikungunya, que ya registra más de 7.000 casos en Cantón. Ironías del comercio internacional y la salud global en una misma bandeja.
El mundo es un lugar peligroso… y aparentemente muy selectivo
Si algo nos enseña la geopolítica del siglo XXI es que el comercio internacional no solo se rige por tratados, aranceles o guerras comerciales, sino también por el miedo a las plumas… y a los mosquitos. La última jugada viene de China, que desde el 7 de agosto ha decidido cerrar la puerta a la importación de carne avícola y derivados de España. Oficialmente, la razón es “protegerse” de los brotes de gripe aviar de alta patogenicidad detectados en varias regiones españolas.
La medida no se queda en un simple “no, gracias” a los pollos ibéricos: también incluye un escrutinio exhaustivo en las aduanas sobre cualquier resto animal o agrícola que venga de España. Esto significa que, si en tu maleta llevas un bocadillo de pollo al ajillo para tu primo que vive en Pekín… mejor que no lo hagas, o acabarás viendo cómo un agente aduanero se lo come delante de ti “para inspección”.
Contexto: del sí al no en tiempo récord
Lo que más llama la atención es que en abril, hace apenas cuatro meses, el ministro español de Agricultura, Luis Planas, y la viceministra de Duanas china, Lyu Weihong, firmaron un acuerdo para abrir el mercado asiático a la carne de ave española. Un pacto que sonaba a negocio redondo para ambos: España encontraba un cliente con apetito, y China aseguraba su suministro.
Pero claro, la realidad tiene más giros que una serie turca. Ahora, con el veto, ese “nuevo destino de exportación” se esfuma como el stock de mascarillas en marzo de 2020. Y lo curioso es que las autoridades chinas no han especificado cuándo levantaran la prohibición. Traducido: puede que mañana, o puede que cuando las gallinas vuelen… literalmente.
El otro virus en la sala: chikungunya
Aquí es donde el relato se pone jugoso. Mientras China se blinda contra la carne de pollo española para evitar la gripe aviar, el país enfrenta su propio brote de virus chikungunya en la provincia de Cantón, con más de 7.000 casos confirmados.

Para quienes no estén familiarizados, el chikungunya es una enfermedad viral transmitida por mosquitos Aedes, esos pequeños vampiros que no necesitan visado para viajar de un continente a otro. Provoca fiebre alta, dolores articulares y, en algunos casos, un recuerdo inolvidable del viaje que uno nunca quiso hacer.
La ironía es tan evidente que casi se escribe sola: te cierras a la entrada de pollo por miedo a un virus aviar… mientras tus mosquitos exportan otro virus al mundo. Es como prohibir los donuts para cuidar la dieta, pero desayunar churros con chocolate cada día.
Comercio, diplomacia y mosquitos: una combinación explosiva
El comercio agroalimentario entre España y China es considerable. Solo en 2024, las exportaciones españolas hacia el gigante asiático sumaron 1.864 millones de euros, con un saldo comercial positivo de 253 millones. Dentro de esa cifra, la carne avícola estaba destinada a convertirse en un producto estrella, aprovechando la “escasa capacidad de comercialización” en otros mercados, según reconoció el Ministerio de Agricultura.
Ahora, ese flujo queda interrumpido, y el sector avícola español pierde una oportunidad que parecía asegurada. Pero la cuestión que muchos se hacen en el sector es: ¿se trata de una medida estrictamente sanitaria… o hay algo de guerra comercial encubierta?
No sería la primera vez que un país utiliza una “alerta sanitaria” como argumento perfecto para presionar en otros frentes económicos. Y si añadimos que el chikungunya podría acabar siendo una preocupación internacional, la narrativa se complica.
La memoria selectiva de las aduanas
No olvidemos que en mayo, China ya había prohibido la importación de pollo procedente de Brasil, otro gigante avícola. El patrón empieza a ser sospechoso: primero Brasil, ahora España… ¿quién será el siguiente? Lo que está claro es que las aduanas chinas se han convertido en una especie de portero de discoteca que decide, con criterio difuso, quién entra y quién no.
El contraste, por supuesto, es que los mosquitos Aedes no pasan por aduanas. No hay funcionario que les pida la declaración de bienes ni que les pregunte si han estado en contacto con alguien enfermo. Ellos simplemente vuelan… y ya está.
El impacto en Valencia y la Comunidad Valenciana
Aunque la noticia parece un asunto de política exterior lejana, en Valencia el golpe no pasa desapercibido. La región, que cuenta con productores avícolas orientados a la exportación, verá cómo se complica la planificación de ventas para el segundo semestre. Además, algunos empresarios que estaban negociando con intermediarios chinos ya hablan de pérdidas por contratos congelados.
Y mientras tanto, en las calles de la ciudad, el tema se comenta con el clásico escepticismo mediterráneo: “Pues que se lo coman ellos… pero el chikungunya que no nos lo manden, ¿eh?”.
Escenarios posibles
Si el brote de gripe aviar en España se controla rápidamente y no surgen nuevos casos, China podría reconsiderar la medida antes de fin de año. Sin embargo, si el chikungunya se expande y llega a otros países, es probable que el foco mediático cambie… y que alguien en la OMS levante una ceja muy alto.
También existe la opción, nada descabellada, de que la prohibición se prolongue hasta que se renegocien las condiciones del acuerdo de abril. En ese caso, podríamos estar ante un ejemplo más de cómo un virus se convierte en arma política.
Reflexión final
Entre pollos vetados y mosquitos internacionales, el panorama actual es un recordatorio de que la globalización no solo mueve mercancías y personas, sino también virus. La pregunta incómoda es: ¿qué es más fácil de controlar, un contenedor de carne o un insecto que vuela a su antojo?