Diana Morant y Pilar Bernabé denuncian la filtración de mensajes privados entre Sánchez y Ábalos como una vulneración de la intimidad sin interés público, mientras apuntan a conversaciones aún ocultas entre dirigentes del PP con verdadero peso político.
Introducción innecesariamente seria
La privacidad, ese concepto cada vez más resbaladizo en la era de los pantallazos y los titulares exprés, ha vuelto a ocupar el centro del debate político en España. Esta vez, de la mano de una filtración que, lejos de aclarar grandes enigmas de Estado o aportar luz sobre una trama oculta, ha abierto la puerta a un festival de intrusismo que hace las delicias de tertulianos de sobremesa y “analistas” de WhatsApp ajeno. Sí, hablamos de los mensajes entre Pedro Sánchez y José Luis Ábalos. Y no, no se trataba de ningún código nuclear.
Desde el corazón de la Comunitat Valenciana, dos voces socialistas de peso —Diana Morant y Pilar Bernabé— han salido al paso del escándalo, o más bien del espectáculo. Porque de eso se trata, ¿no? De espectáculo, de ruido y de convertir conversaciones privadas en carnaza política. Lo que parecía una anécdota privada ha mutado, cómo no, en una guerra cruzada de acusaciones, sospechas, y exigencias de “transparencia”, esa palabra tan sobada como vacía cuando se saca a pasear sin ton ni son.
Diana Morant: privacidad violada, intencionalidad clara
Un WhatsApp no tan inocente
Diana Morant, que no solo lleva el peso del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, sino también la Secretaría General del PSPV, ha sido tajante: esto no va de lo que dicen los mensajes, sino de que los mensajes estén ahí, en la plaza pública, como si fueran parte de una encuesta del CIS.
En una comparecencia desde la Vall d’Uixò —sí, existe, y sí, también tienen congresos comarcales del PSPV, qué sorpresa— Morant ha dejado claro que lo que se ha vulnerado es algo fundamental: la intimidad del presidente del Gobierno. Que no se trata de miedo al contenido —”no hay ningún tipo de interés público”, ha insistido— sino de la forma en la que se ha expuesto.
“A nadie le gustaría ver sus WhatsApps en los medios”, ha sentenciado, apelando a ese sentido común que, como todos sabemos, en política escasea más que las lluvias de abril.
Pilar Bernabé: entre WhatsApps, librerías y ataques personales
Un sábado en Benetússer, una librería resucitada y un tema incómodo
Por su parte, Pilar Bernabé, delegada del Gobierno en la Comunitat Valenciana y asidua defensora del “aquí se ha cruzado una línea”, ha señalado lo que muchos piensan pero pocos se atreven a decir: estamos ante un descontrol absoluto. Y no solo por los mensajes filtrados, sino por una deriva donde cualquier contenido privado puede ser arma arrojadiza si aparece en el momento adecuado.
Durante su visita a la librería ‘Somnis de Paper’ en Benetússer (sí, sobrevivió a la DANA del 29 de octubre, y no, no hay metáfora mejor que esa), Bernabé recordó otro episodio turbio: el supuesto acoso sufrido por Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE, en su propio domicilio.
“Lo único que pueden decirle es que es la mujer de un político”, ha lamentado Bernabé, en un testimonio que combina lo político y lo humano. Porque sí, a veces recordamos que hay personas detrás de los cargos. A veces.
¿Y el interés público, dónde está?
La eterna pregunta: ¿es esto periodismo o entretenimiento barato?
Tanto Morant como Bernabé coinciden en que los mensajes Sánchez-Ábalos no aportan nada a la investigación, ni a la política, ni al debate público serio (si es que queda algo de eso). Y lo repiten con vehemencia, porque en la era del click, si no se grita, nadie escucha.
Entonces, ¿de qué sí deberíamos estar hablando? Pues de las conversaciones entre Mazón y Salomé Pradas, o entre Mazón y Feijóo. Conversaciones que, según Morant, podrían arrojar luz sobre lo que pasó realmente la tarde del 29 de octubre, esa fecha que de repente parece tener la carga simbólica de un 23F valenciano.
¿Una cortina de humo o un fuego que distrae?
Cuando el PP calla y el PSOE apunta
El hecho de que, según Morant, el Partido Popular prefiera cebarse con los mensajes de Sánchez en lugar de aclarar su propio papel en la crisis de octubre no es casualidad. “No tienen nada que decir sobre Trump ni los aranceles”, ha ironizado. Y es que cuando uno no tiene propuestas, siempre le queda el recurso de señalar el móvil del adversario.
Por su parte, Bernabé ha ido un paso más allá, calificando esta situación como “basura mediática” que solo sirve para “embarrar nuestra democracia”. Y aquí es donde el lector puede preguntarse: ¿en qué momento dejamos de exigir política seria para conformarnos con filtraciones y capturas de pantalla?
La política del morbo: ¿un nuevo estándar?
Todos somos un pantallazo en potencia
Este episodio nos obliga a plantearnos hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar la privacidad en nombre de una supuesta transparencia. ¿Qué será lo próximo? ¿Filtrar los audios de notas de voz? ¿Publicar los memes políticos que se mandan por grupos cerrados?
Y lo peor de todo: este tipo de episodios no solo no castigan a quien los provoca, sino que generan más clics, más ruido, y por tanto, más incentivos para repetirlos. El periodismo serio, mientras tanto, sigue buscando sentido entre tanto pantallazo desenfocado.
Conclusión (porque en algún momento hay que cerrar)
Sí, los mensajes filtrados entre Sánchez y Ábalos están en boca de todos. Pero no porque digan algo revelador, sino porque abren la puerta a una forma de hacer política basada en la exposición, el escándalo y la vigilancia mutua. Mientras tanto, lo realmente importante —como saber qué sabían ciertos dirigentes del PP en un momento crítico— sigue en las sombras.
Morant y Bernabé han puesto el foco donde probablemente debería estar. La pregunta es: ¿escuchamos porque tienen razón o porque ya nos hemos aburrido de este capítulo del drama político nacional?
Y ahora tú, querido lector de Valencia y más allá:
¿Estamos dispuestos a normalizar que la política se convierta en una pantalla de WhatsApp gigante, o todavía creemos que hay algo que merece ser debatido más allá de un pantallazo?
¿Quieres que pongamos una fotito de Diana Morant mirando seria a la cámara, otra de Bernabé en Benetússer y un montaje con emojis de WhatsApp flotando? Pídela sin vergüenza.