Drácula es la obra musical que acaba de estrenar en Valencia la Sala Off, pared con pared con el jardín botánico. No es la primera vez que el conde transilvano sobrevuela las palmeras de este centro vegetal. Hace 23 años ya visitó este teatro de la mano de su fundador Rafa Cruz, que falleció muy tempranamente para desgracia de la cultura valenciana. Rafa y yo fuimos jóvenes promesas en los premios culturales del ayuntamiento delñ año 92 y ha dejado la fortaleza de esta sala teatral que ha mantenido viva su socio y amigo, junto con una mujer excepcional.
Amo las coreografías de Toñi B. Forascepi con la misma intensidad que parece odiarme su director Pedro. Desde el principio de la obra hay un deslumbramiento colectivo de arte con una balada que loa el sol sobre el puerto y una alegría desbordante. Este Drácula de 2025 es mucho más brillante y luminoso que el de 2003. Son épocas distintas que Toñi ha sabido adaptar con su magistral saber hacer. De un vampiro gótico y oscuro hemos pasado a un vampiro más romántico aunque no por ello menos atormentado. La música de Victor Lucas, que ya ha demostrado su valía en anteriores producciones como “Bruno” y otras muchas, es garantía de máxima calidad.
Pau Vercher está que se sale como Jonathan Hacker. La escena de las súcubas bailarinas está bordada. Arrebatador está Albert Diaz Monje como Drácula, y feroz el doctor Van Helsing, que pensándolo bien podía haber sido interpretado por el mismo Pedro Giménez, quien hace un par de semanas me demostró todo su carácter interpretativo en una escena de la que no sabía el texto original, porque ni me lo preguntó, pero que se mostró en toda su prepotencia como si fuera a clavar una estaca de madera en el corazón sin saber siquiera si había vampiro a babor. Cosas de este coloso impulsivo que se jsutifican en su absoluta tenacidad para mantener el barco a flote, aunque muchas veces no existan ni vías de agua.
A mi me han intentado clavar estacas muchas veces para darme por muerto, pero como en las películas clásicas de la Hammer, siempre vuelvo de la tumba y sigo haciendo cosas, por lo que no entiendo esa obsesión en amortajarme. Ya llegará mi momento, como a todos, pero mientras me toca estar aquí, al pie del cañón, haciendo críticas teatrales tan trepidantes como esta, y como aquellas que le dedicaba a la Sala Off en el diario Levante a toda páginas, cuando no me trataban tan cuestionadamente.
Ya en una gala de los premios Avetid en la Sala Carolina tuve oportunidad de gozar de una espectacular actuación del justiciero cuando se cuestionaba mi buen hacer profesional en la administración. Mi querido Van Helsing particular no esperó a que los tribunales dictaminaron mi inocencia, que la dictaminaron, sino que dictó su propio veredicto pero sin tener la información precisa, como le sucedió hace escasos quince días. Hay personas que no siguen el lógico proceso de conocer el tema y luego dictaminar, y prefieren dictaminar antes de informarse. En mi caso concreto un productor avispado en lugar de mostrarse tan beligerante debiera haber pensado en trasladar mi drama épico a un escenario, pues el público no le hubiera faltado y hubiera contado con mi total colaboración. Además siempre es preferible, en una ciudad pequeña, mantener la armonía entre los actores culturales, pues nunca se sabe cuando nos necesitaremos mutuamente. Por eso a pesar de haberme interpretado “la Intemerata” en su holl, yo he vuelto tranquilamente a ver que presentaba en el musical, y en primera fila. Saludó a mis vecinos de butaca, y sin embargo a mi, no. Pero todo esto son menudencias ante la contundencia de la propuesta escénica, que yo imaginaba excelsa.
Ver a Toñi y a Pedro comandando este proyecto me hacen pensar en la sombra de Mina y Drácula sobrevolando el jardín botánico. Mina, la dulzura absoluta de unas coreografías de ensueño, y su compañero como un brutal monstruo que todo lo arrasa. El azúcar y la sal, No es fácil renovar una historia tan conocida, pero este Drácula lo hizo, y lo hizo con oficio, cariño y una estética tan cuidada como efectiva. Sobre escena se anuncia que “el monstruo ha muerto”. Ojalá también se desvanezcan los espíritus monstruosos en la vida real.

















