Sánchez «chupao», Montero «al pie del cañón» y la UCO como dietista inesperado. El Gobierno convierte el desgaste político en una cuestión de estética facial.
Porque ya no basta con hacer política, ahora hay que parecer que sufres. Que se te note. Que el rostro sea el espejo del alma… o del CIS. Que tus ojeras digan “me duele España”, que tus pómulos griten “me han traicionado” y que cada centímetro de delgadez sea una medalla al servicio público.
Pedro Sánchez —cada vez más comparado con una celga por su entorno, en lo que probablemente sea el insulto vegetal más elegante de los últimos tiempos— ya no es simplemente el presidente del Gobierno. Ahora también es víctima de su metabolismo político. Porque sí, su físico es noticia. Y no, no por razones de salud pública, sino porque parece que el sufrimiento gubernamental quema calorías a una velocidad que ni un Ironman.
¿Delgadez política o drama facial a lo Netflix?
Según fuentes cercanas (es decir, los de siempre que hablan “off the record”), el deterioro visible del presidente es culpa directa de la traición de Santos Cerdán, ese hombre que pasó de ser “el alma de Ferraz” a “el topo con gafas” en menos tiempo del que tarda Sánchez en cambiar de asesor de comunicación.
Y es que resulta que el presidente no se olió lo que tramaba su confidente, ni los Ábalos, ni los colos, ni los servinabas (lo cual suena ya a saga de Juego de Tronos versión Chiclana). Lo bueno es que la UCO —ese cuerpo que algunos creían exclusivo de películas de sobremesa— le abrió los ojos. Lo malo es que, al parecer, el trauma fue tan intenso que le quitó las ganas de cenar.
La consecuencia: delgadez súbita, rostro estirado y un “aura de mártir postmoderno” que algunos en Moncloa quieren vender como señal de compromiso.
María Jesús Montero y la dieta de la responsabilidad gubernamental
Pero no, no es solo Sánchez el que se ha apuntado a la nueva línea estética del gobierno: “sufrir para adelgazar”. En este festival de la demagogia estética, también entra con fuerza María Jesús Montero, la vicepresidenta 1 del Gobierno, ministra de Hacienda sin presupuestos, líder de la oposición andaluza por control remoto y campeona absoluta del multitasking político.
En un alarde de sinceridad o confusión semántica (tampoco se sabe ya), Montero nos ha regalado la siguiente perla:
“Se nos puede ver con la cara más delgada o menos delgada porque sufrimos, porque trabajamos…”
Lo cual abre múltiples interrogantes:
- ¿Están más delgados o menos delgadas?
- ¿Ella y su jefe, o hay más gente en este club de “adelgazar por España”?
- ¿Y si alguien engorda, es porque está dejando de trabajar por el país?
Estas son las dudas que inquietan ahora al ciudadano medio, que ya no sabe si la grasa corporal del Consejo de Ministros es un tema político, estético o espiritual.
El pack completo: sufrimiento facial, traición interna y plenarios “chupaos”
A esto se suma otra declaración de un ministro anónimo (porque ya es tradición que el off the record mande más que el Diario Oficial), quien asegura que lo peor de la legislatura ya ha pasado. Que todo está «chupao», como si habláramos de un turrón blando o de un expediente de urbanismo.
Y así, con la cara chupada y la legislatura más aún, el Ejecutivo se ve, según El País, “estupendo”. Que oye, si tú lo dices, pues estupendo será. Pero la ciudadanía lo que ve es más bien un casting para “The Walking Dead versión Moncloa”, con rostros al límite, sonrisas forzadas y traiciones entre bambalinas.
La estética del poder: del «cuerpo del verano» al «rostro de la legislatura»
Lo verdaderamente fascinante de todo esto es la conversión del estado físico del presidente y sus ministros en un asunto de Estado. Se acabó eso de hablar de inflación, paro juvenil o el precio del alquiler. Ahora toca analizar las ojeras de Sánchez como si fueran mapas geopolíticos.
¿Y si se le marca el pómulo derecho más que el izquierdo? ¿Simboliza eso una deriva centrista?
¿Y si Montero pierde peso mientras se atascan los presupuestos? ¿Es que están tan vacíos como la nevera del Consejo de Ministros?
Todo cabe en esta nueva narrativa de la política física, donde el sufrimiento no se mide en decisiones difíciles, sino en gramos perdidos.
Mientras tanto, Cerdán sigue ahí
Mientras Sánchez sufre y Montero adelgaza por el bien del país, Santos Cerdán permanece en el imaginario como el villano de la temporada. Porque ya ni el sanchismo se salva de tener su Judas, su Bruto, su serpiente en la nevera del Consejo.
Y no olvidemos al ya célebre Ábalos, que también ha pasado por su propia travesía del desierto, adelgazamiento incluido. Porque al parecer, en el PSOE cuando te traicionan, lo primero que pierdes es la masa corporal. Lo segundo, la credibilidad. Lo tercero, la portavocía.
Reflexión final: ¿estamos gobernados por modelos de ayuno intermitente?
Todo esto nos lleva a una última y gran pregunta, que tal vez merezca debate en prime time:
¿Está nuestro gobierno trabajando… o haciendo un ayuno intermitente institucional?
¿La delgadez es la nueva medida de eficiencia política? ¿Cuántos gramos cuesta aprobar una ley?