Mientras los consumidores habituales se quedan en casa, los visitantes extranjeros llenan el recinto y mantienen la actividad
Un refugio frente al mal tiempo
La llegada de las lluvias intensas y el episodio de alerta meteorológica han cambiado la rutina diaria de muchos valencianos. En jornadas marcadas por la inestabilidad, los clientes habituales del Mercado Central prefieren no desplazarse hasta el centro de la ciudad. Sin embargo, en contraste, los turistas que visitan Valencia han encontrado en este espacio un refugio perfecto para guarecerse de la lluvia y, al mismo tiempo, disfrutar de una experiencia única.


Los turistas no fallan
Aunque las calles cercanas al mercado han registrado menos movimiento de vecinos, el interior del edificio modernista ha seguido recibiendo un flujo constante de visitantes extranjeros y nacionales. Grupos guiados, parejas y familias en ruta turística han llenado los pasillos, recorriendo los puestos, probando productos locales y realizando compras.
Para muchos turistas, la visita al Mercado Central forma parte de su itinerario cultural y gastronómico, y la lluvia no se convierte en impedimento sino en una oportunidad para disfrutar con calma de los colores, aromas y sabores que ofrece este espacio emblemático.
El alivio de los vendedores
Los comerciantes reconocen que, sin la presencia del turismo, las jornadas de mal tiempo serían mucho más duras. “Cuando llueve fuerte, muchos de nuestros clientes de siempre no vienen, pero por suerte el turista nunca falla. Para ellos es una experiencia obligada en Valencia y nos mantienen las ventas”, explica una vendedora de fruta.
En puestos de charcutería, productos gourmet y degustaciones, los responsables coinciden en que la facturación de los días lluviosos se sostiene gracias al visitante internacional, que combina la curiosidad por el edificio con la compra de productos locales.
Un icono que no se detiene
El Mercado Central de Valencia, considerado uno de los mercados en activo más grandes de Europa y declarado Bien de Interés Cultural, demuestra así su papel esencial en la vida económica y turística de la ciudad.
Incluso bajo el temporal, la imagen de turistas paseando bajo las cúpulas de hierro y cristal, degustando jamón, quesos o vinos valencianos, confirma que este espacio es mucho más que un centro de abastecimiento: es un símbolo cultural y una atracción turística de primer orden.
Turismo y resiliencia
La escena de estos días refleja cómo el turismo actúa como motor de resiliencia para el Mercado Central. Allí donde el consumo local se retrae por el mal tiempo, la presencia de visitantes garantiza la continuidad de la actividad y evita que la lluvia silencie la vida de este espacio centenario.
“En Valencia llueva o haga sol, el Mercado Central sigue vivo. Y gran parte de ese pulso lo marcan los turistas”, resume un guía que recorría esta mañana los puestos con un grupo de visitantes europeos.
Una conclusión clara
La lección que dejan estos días es sencilla: el turismo salva al Mercado Central cuando la climatología juega en contra. El edificio, abierto y hospitalario, vuelve a demostrar que es una pieza clave tanto para la vida de la ciudad como para la experiencia de quienes la visitan.
La absurda norma que complica la labor de los guías turísticos en el Mercado Central de Valencia
Un protocolo polémico
Desde 2018, el Ayuntamiento de Valencia, la Asociación de Vendedores del Mercado Central y la Asociación de Guías Oficiales aprobaron un Protocolo de Buenas Prácticas con el objetivo de compatibilizar la venta de proximidad con la creciente presión turística en un edificio catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC).
Sobre el papel, el acuerdo buscaba el equilibrio. Sin embargo, en la práctica, se ha convertido en un conjunto de limitaciones que muchos profesionales consideran absurdas y contraproducentes, pues dificultan el trabajo de los guías y restan atractivo a la experiencia de los visitantes.
Medidas operativas que generan fricciones
En 2025 se actualizaron las medidas operativas del protocolo. Entre las principales restricciones se encuentran:
- Acreditación obligatoria: solo los guías habilitados pueden acceder con grupos.
- Explicaciones en el exterior: los guías deben dar su introducción a más de 5 metros de las entradas, fuera del edificio.
- Límite de grupo de 10 personas (incluido el guía), muy por debajo del estándar turístico habitual de 20-25.
- Recorrido en subgrupos: prohibido moverse en bloque por los pasillos.
- Prohibición de tocar el género sin permiso explícito del vendedor.
- Restricciones en fotos y vídeos: según señalización de cada puesto.
- Prohibición de ocupar escaleras, rampas o pasamanos.
- Basura: obligación de depositarla en contenedores habilitados.
El malestar de los profesionales
Los guías turísticos denuncian que estas medidas convierten lo que debería ser una visita cultural y gastronómica en una carrera de obstáculos, que obliga a fragmentar a los grupos y a interrumpir constantemente la dinámica del recorrido.
“El Mercado Central es un emblema de Valencia, un espacio vivo que los turistas quieren conocer. Poner trabas absurdas a las visitas no ayuda a nadie: ni a los guías, ni a los visitantes, ni a los propios vendedores”, explican desde el sector.
Muchos apuntan a la contradicción: el mercado se promociona internacionalmente como un atractivo turístico, pero a la vez se imponen normas que dificultan precisamente esa función.
Comerciantes divididos
Mientras algunos vendedores valoran el protocolo porque creen que protege su espacio de trabajo frente a la masificación, otros consideran que alejar a los guías y limitar los grupos supone perder clientes directos.
“Cuando vienen grupos bien organizados, la mayoría acaba comprando algo. El problema no son los guías, sino la falta de flexibilidad”, afirma un comerciante de embutidos.
Entre la sostenibilidad y el sentido común
El Ayuntamiento defiende estas medidas como parte de un modelo de sostenibilidad turística, buscando un equilibrio entre el derecho al disfrute del edificio y la actividad comercial diaria.
Sin embargo, voces críticas reclaman revisar el protocolo y adaptarlo a la realidad actual, ya que la normativa vigente sitúa al Mercado Central en una paradoja: se le reconoce como uno de los grandes reclamos turísticos de la ciudad, pero se dificulta la tarea de quienes precisamente lo dan a conocer.
Conclusión
El debate sigue abierto. Para muchos, el Mercado Central necesita reglas de convivencia razonables, pero no un corsé normativo que convierte la visita guiada en una experiencia complicada y poco atractiva.
El turismo, que tantas veces ha demostrado ser un aliado del mercado, necesita también que se le abran las puertas con sentido común.