El exceso de velocidad en los entornos monumentales de Valencia: un riesgo ignorado
Valencia, una ciudad rica en historia y patrimonio, alberga numerosos Bienes de Interés Cultural (BIC) que atraen a miles de turistas cada año. Sin embargo, en zonas como las inmediaciones del Portal dels Serrans, el Palacio del Temple y el antiguo Convento de Santo Domingo, el tráfico motorizado representa una amenaza constante. Una situación que no sólo pone en peligro la integridad de estos tesoros culturales, sino que también afecta la seguridad de los visitantes y la calidad del entorno urbano.
Estos monumentos, declarados BIC por su valor histórico y arquitectónico, están expuestos al paso incesante de coches, camiones y autobuses que superan con frecuencia los límites de velocidad establecidos en 30 km/h. A pesar de la señalética pintada en el pavimento y los controles de velocidad implementados por el Ayuntamiento de Valencia, los vehículos circulan a menudo por encima de los 40 km/h, alcanzando incluso los 50 km/h, como se ha documentado la asociación Círculo por la Defensa del Patrimonio.
Desde el Portal dels Serrans al Convento de Santo Domingo a 40 y 50 km/h
El Portal dels Serrans (BIC), una de las puertas medievales más emblemáticas de la ciudad, construida a finales del siglo XIV, que se erige como un símbolo de la Valencia histórica, ve pasar diariamente un flujo intenso de vehículos por delante de su fachada principal.
De la misma manera, el Palacio del Temple, un edificio que alberga actualmente dependencias administrativas, y el antiguo Convento de Santo Domingo, actual Capitanía General, sufren el mismo problema. Estas áreas, protegidas por normativas urbanísticas que buscan preservar su entorno, están reguladas por límites de velocidad bajos para minimizar impactos negativos.
El Ayuntamiento de Valencia ha instalado sistemas de control de tráfico, incluyendo cámaras y radares informativos, que registran velocidades en tiempo real.
Datos abiertos del consistorio muestran que en muchas vías urbanas, los límites no superan los 50 km/h, pero en entornos sensibles como estos, se reduce a 30 km/h para proteger el patrimonio.
Conductores que ignoran las señales y un ayuntamiento que mira hacia otro lado
Sin embargo, las excedencias son comunes: vehículos que ignoran la señalética en el asfalto, como marcas de «30» o franjas transversales, circulan a velocidades superiores, llegando a los 50 km/h en tramos rectos.
Esta realidad se agrava por la inacción del gobierno municipal liderado por María José Catalá, alcaldesa desde 2023. A pesar de las promesas de mejora en la movilidad urbana, las políticas implementadas han favorecido el vehículo privado, lo que ha disparado el tráfico en toda la ciudad.
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En lugar de reforzar los controles de velocidad, se ha observado una permisividad que permite a los conductores «campar a sus anchas». Por ejemplo, aunque se han instalado nuevos radares en rondas y avenidas principales, la vigilancia en zonas monumentales parece insuficiente.
Esta inacción no solo contradice las normativas de protección patrimonial, sino que también ignora las demandas de asociaciones como Círculo por la Defensa del Patrimonio, que han alertado sobre el riesgo en estos BIC.
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Los efectos negativos de superar los 40 km/h en estos entornos son multifacéticos y graves. En primer lugar, las vibraciones generadas por vehículos a alta velocidad representan una amenaza directa para la estructura de los monumentos. Edificios antiguos como el Convento de Santo Domingo, con muros de piedra y elementos frágiles, son vulnerables a las ondas sísmicas inducidas por el tráfico pesado. Estudios generales sobre patrimonio histórico indican que vibraciones continuas aceleran el deterioro, causando grietas, desprendimientos y erosión acelerada en fachadas y cimientos.
En Valencia, donde estos BIC ya sufren el paso del tiempo y factores ambientales, el exceso de velocidad agrava el problema, potencialmente acortando su vida útil y aumentando costos de restauración.
En segundo lugar, la contaminación acústica es un factor clave que degrada la experiencia de los visitantes y afecta su salud. El ruido de motores acelerando por encima de los 40 km/h supera fácilmente los 65-70 decibelios, niveles que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera perjudiciales.
Esta contaminación sonora causa estrés, fatiga y alteraciones del sueño en residentes cercanos, pero también disuade a los turistas y a los visitante locales que buscan tranquilidad para apreciar el patrimonio.
En áreas peatonales como las frente al Portal dels Serrans, donde familias y grupos recorren los alrededores, el rugido constante de camiones y autobuses transforma un sitio de contemplación en un entorno hostil.
Finalmente, la seguridad de las personas es el aspecto más crítico. Superar los 40 km/h multiplica el riesgo de accidentes, ya que a velocidades superiores, el tiempo de reacción de los conductores disminuye y la distancia de frenado aumenta drásticamente. En entornos con alta densidad de peatones —turistas fotografiando monumentos, guías explicando historia— un vehículo a 50 km/h puede causar atropellos fatales.
Datos del Ayuntamiento muestran que el exceso de velocidad contribuye a cientos de incidentes anuales en Valencia, y en zonas BIC, esto pone en jaque la accesibilidad inclusiva. La inacción municipal, criticada por fomentar políticas «procoche», ha llevado a Valencia al top 100 mundial de ciudades con más atascos, exacerbando estos riesgos.
En conclusión, el exceso de velocidad en los entornos monumentales de Valencia no es un problema menor, sino una negligencia que amenaza el patrimonio, la salud pública y la seguridad. Mientras el gobierno de María José Catalá prioriza el tráfico fluido sobre la protección, es imperativo actuar: reforzar multas, instalar más radares específicos y promover movilidad sostenible. Sólo así se preservará el legado de Valencia para generaciones futuras, convirtiendo estos BIC en espacios seguros y serenos.