Un repaso por los mejores (o peores) errores orales de nuestros representantes públicos, esos que a veces dicen más sin querer que cuando preparan discursos de media hora.
Que hable el subconsciente… o el Teleprompter
Hay momentos en la política española que no necesitan guión. Ni asesores. Ni ruedas de prensa. Necesitan, simplemente, un micro abierto y un lapsus monumental. Eso fue exactamente lo que ocurrió esta semana con Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno, que en un arranque verbal desafortunado (o sinceramente revelador, según a quién preguntes), soltó la frase que ahora empapela redes, memes y tertulias:
“Este es un Gobierno de corrupción para rato”.
¿Fue un error? Sí. ¿Fue divertido? También. ¿Fue aprovechado por toda la oposición como si les hubieran regalado una campaña publicitaria? Desde luego.
¿Fue una verdad incómoda dicha sin querer? Eso ya es harina de otro titular.
El caso es que ese lapsus de Díaz ha entrado con honores en la antología no oficial de “cosas que nuestros políticos dijeron sin querer, pero que igual tenían más sentido del que pensaban”.
Feijóo, Sánchez, y el Congreso como batalla de gazapos
La sesión de control al Gobierno —ese noble ejercicio democrático en el que supuestamente se debate el rumbo del país— se convirtió este miércoles en una especie de “Club de la Comedia” improvisado, con cada bancada sacando recortes hemerográficos de errores pasados.
Feijóo, por supuesto, no dejó pasar la joya dialéctica de Yolanda y la usó como munición directa.
Pedro Sánchez, por su parte, llegó con el chaleco antibalas dialéctico puesto y con una lista de errores ajenos más larga que una comparecencia de Calviño.
Porque si algo tenemos claro en la política española es que quien esté libre de lapsus, que tire el primer micro.
Los grandes hits del despiste político
A continuación, un repaso completamente innecesario pero absolutamente delicioso de algunos de los lapsus más recordados (y más compartidos) de nuestros representantes. Siéntete libre de reír, llorar o sospechar que ninguno se preparó bien el discurso.
🟥 María Dolores de Cospedal (PP)
“Hemos trabajado mucho para saquear a nuestro país.”
¿Querías decir “sacar adelante”? Lo sentimos, el subconsciente te traicionó.
🟦 Mariano Rajoy (PP)
“Lo que nosotros hemos hecho es engañar a la gente.”
Y se quedó tan pancho. Luego lo corrigió, pero Internet ya lo había inmortalizado.
«ETA es una gran nación.»
Nada que añadir. Solo que lo dijo en serio.
🟨 Pablo Casado (PP)
“La seña de identidad del PP es la corrupción.”
Un clásico de esas frases que se leen mejor en una pancarta de manifestación que en boca de su autor.
🟩 Pedro Sánchez (PSOE)
“En mi organización, la tolerancia contra la corrupción, por supuesto, es absoluta.”
Lo dijo como una virtud… pero, claro, dicho así, parece que la corrupción es bienvenida.
🟧 José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE)
“Hemos alcanzado un acuerdo para follar.”
Quería decir “acuerdo para apoyar”. Pero el verbo le salió con intensidad. Cosas del directo.
🟪 Pablo Iglesias (Podemos)
“Las mamadas de San Fermín.”
Sí, se refería a las manadas. Pero, oye, como confundir perros con pepinos.
🟫 Albert Rivera (Ciudadanos)
“Los hombres tenemos que luchar juntos contra las mujeres.”
Querías decir “junto a las mujeres”, Albert. Pero la frase ya había hecho el viaje completo por Twitter antes de que llegaras al segundo párrafo.
🟨 Santiago Abascal (Vox)
“Nos han escribido.”
Gramática nivel “tertulia de bar con seis cubatas”. No apto para filólogos.
¿Error inocente o verdad en crudo?
Lo que todos estos gazapos tienen en común es que ponen sobre la mesa esa zona gris entre lo que se quiso decir y lo que se dijo realmente. A veces son fruto de los nervios, otras del cansancio, otras de la falta de preparación. Y algunas… bueno, algunas pueden ser traiciones del subconsciente político.
Porque cuando Yolanda Díaz habla de “gobierno de corrupción para rato”, uno se pregunta:
— ¿Estaba pensando en Koldo?
— ¿En Ábalos?
— ¿En el caso del Tito Berni?
— ¿En lo que viene en los próximos meses?
Sea lo que sea, ha dicho lo que muchos piensan, aunque luego lo haya negado en vídeo, en redes, y hasta en entrevistas radiofónicas de urgencia.
El “lapsus tour”: memes, vídeos y cortes para campaña
En pleno siglo XXI, el lapsus es un arma de campaña. No hace falta financiación, ni pegatinas, ni una sede electoral. Solo hace falta un vídeo corto, un tuit viral y una legión de cuentas listas para cortar, editar y difundir.
La frase de Yolanda Díaz ya está siendo usada por cuentas políticas en bucle, en modo remix, en stickers de WhatsApp, e incluso en camisetas.
Sí, hay camisetas.
¿Y si el problema no es el lapsus… sino el contenido real?
Mientras nos reímos con (y de) nuestros políticos por sus errores orales, no debemos perder de vista lo más importante: los errores reales, esos que no se corrigen con un vídeo en X ni con un tuit aclaratorio.
Porque si el “Gobierno de corrupción para rato” fue un error, lo cierto es que los casos judiciales, los imputados y los escándalos que rodean a casi todos los partidos no lo son.
Y quizá por eso, el lapsus ha dolido tanto: porque ha sonado a confesión involuntaria. Y en política, como en la vida, las verdades más incómodas no salen en los discursos, sino en los tropiezos.
Conclusión: el poder de una palabra mal dicha
Los gazapos políticos son inevitables. Pero no por eso dejan de tener impacto. A veces, un error de dos segundos vale más que una campaña entera de comunicación.
Y mientras Yolanda Díaz graba vídeos para explicar lo que quiso decir, en muchas casas de España —y sí, también en las terrazas de Valencia— la frase “Gobierno de corrupción para rato” ya se ha instalado como resumen perfecto del hartazgo general.
¿Será que el subconsciente político, a veces, dice lo que los discursos callan?
















