“No quería hacerle daño, quería hacerme daño a mí misma. Se me fue la cabeza”
Este martes ha comenzado en la Audiencia Provincial de Valencia el juicio contra una mujer acusada de intentar prender fuego a su hija de apenas cuatro meses de edad mientras dormía en su cuna. Los hechos se remontan al 8 de enero de 2022, cuando la acusada, tras ingerir 21 pastillas de Diazepam y varias cervezas, provocó un incendio en la habitación del domicilio familiar, en Massamagrell. La Fiscalía solicita 25 años de prisión por un presunto delito de asesinato en grado de tentativa, con la agravante de parentesco y la atenuante de embriaguez.
Durante la vista, la procesada ha reconocido que prendió fuego a un juguete, pero ha negado tener intención de dañar a la menor. “Fue una llamada de atención porque me sentía muy sola. No controlé lo que hice, se me fue de las manos”, ha declarado.
🔍 Los hechos: fuego junto a la cuna
Según el relato del ministerio fiscal, la mujer se encerró en la habitación con la bebé y prendió una manta de actividades, colocándola justo debajo de la cuna. También encendió un peluche, permaneciendo junto a la menor mientras el muñeco empezaba a gotear plástico derretido. Fue entonces cuando su hermano entró en la habitación, forcejeó con ella y consiguió sacar a la niña a tiempo.
La bebé sufrió una quemadura de primer grado en la mano izquierda, pero pudo ser rescatada antes de sufrir heridas mayores. La acusada fue ingresada en un hospital, donde despertó atada de piernas y en estado de confusión. Allí fue diagnosticada con un trastorno psicológico.
🧠 “Nunca quise hacerle daño”: una historia marcada por la soledad y el deterioro emocional
Durante su declaración ante el tribunal, la mujer ha explicado que la niña era muy deseada, concebida mediante fecundación in vitro. Sin embargo, poco después de quedarse embarazada, su madre fue diagnosticada con cáncer y ella tuvo que asumir sola su cuidado, aislada de su pareja y con el conflicto constante de convivir con su hermano.
“Pasé el embarazo sola, sin ayuda, cuidando de mi madre enferma. Cuando nació la niña no tenía tiempo para mí, no dormía, estaba agotada”, ha confesado. Aquella tarde, tras una discusión con su hermano, la mujer cayó en una espiral: bebió varias cervezas, se tomó más de veinte pastillas y, según afirma, no recuerda con claridad lo que hizo. “Me senté. Me bloqueé. El fuego creció y no sabía cómo pararlo”, ha dicho. “De quemar a mi hija, no me acuerdo de nada”.
👩⚖️ Entre la intención y el trastorno: claves del juicio
La defensa sostiene que la acusada actuó en un estado de alteración mental y emocional grave, lo que podría justificar una atenuación de la pena. Ella misma ha asegurado que nunca había recibido tratamiento psiquiátrico, aunque desde entonces ha seguido terapia, antidepresivos y atención médica continuada durante más de un año y medio.
En el proceso también se valorará que ha abonado al padre de la menor 950 euros en concepto de responsabilidad civil, y que mantiene desde entonces una orden de alejamiento respecto a su hija.
⚖️ La Fiscalía mantiene la acusación
Pese a su declaración, la Fiscalía sostiene que sí existió intención clara de acabar con la vida de la menor, y mantiene su petición de 25 años de prisión. La clave estará en determinar si la mujer, a pesar de su estado, conservaba la capacidad de comprender y controlar sus actos, o si realmente actuó desde un cuadro psiquiátrico grave que alteró su voluntad.
La sentencia marcará un precedente sobre cómo la justicia aborda los límites entre la salud mental, la responsabilidad penal y la protección de la infancia en situaciones extremas.
🧭 Un caso que abre un debate más amplio
Este juicio pone sobre la mesa cuestiones delicadas como la salud mental perinatal, el abandono institucional a mujeres cuidadoras, y la falta de atención a situaciones de riesgo antes de que deriven en tragedias. También visibiliza cómo el colapso emocional y la falta de apoyo pueden tener consecuencias devastadoras.
En un momento donde los indicadores de salud mental en mujeres jóvenes y madres en soledad están en aumento, este caso reabre el debate sobre qué mecanismos de prevención existen realmente y cómo deberían actuar los servicios sociales y sanitarios para evitar desenlaces así.