En una finca retirada en las inmediaciones de Vistabella del Maestrat (Castellón), operó durante décadas una comunidad cerrada, que bajo la figura de un líder carismático conocido como “Tío Toni” impuso un sistema de control, sumisión y rituales sexuales con la promesa de sanación espiritual y física.
Este lunes arrancó en la Audiencia Provincial de Castellón el juicio contra seis personas –cinco mujeres y un hombre– acusadas de conformar esa organización. Se enfrentan a penas que van de 16 a 76 años de prisión, por la comisión de nueve delitos de abuso sexual (seis de ellos contra menores) y un delito de asociación ilícita.
Estructura y funcionamiento
La comunidad comenzó a gestarse a principios de los años 90, primero bajo la apariencia de terapias alternativas de salud y bienestar. Más tarde se trasladó a una masía llamada La Chaparra, donde los miembros vivían de forma comunitaria y trabajaban para mantener el entorno.
El reparto de roles era rígido: los varones asumían labores físicas y externas, las mujeres quedaban vinculadas al espacio doméstico y al cuidado interno de la comunidad. Desde la cúspide, el “Tío Toni” establecía normas inquebrantables y se presentaba como guía espiritual y sanador.
Las supuestas “terapias de limpieza energética” incluían prácticas sexuales que se justificaban en nombre de la curación o la liberación de “energías negativas”. A las mujeres y a las menores se les decía que debían tener orgasmos o participar en actos sexuales para prevenir enfermedades como el cáncer –según las acusaciones– y “traer seres de luz al mundo”.
Testimonios de las víctimas
Una joven que ahora tiene 27 años declaró que sufrió abusos desde que tenía 12 hasta los 17 años. Relató que fue llevada a la habitación del líder tras ser llamada a dar las “buenas noches”, y que allí ocurrían prácticas de naturaleza sexual bajo la supuesta promesa de sanación.
Otra testigo describió una presión permanente en la comunidad: “si rechazabas algo, te hacían la vida imposible”, dijo. Y añadió que las menores crecían viendo “normal” lo que fuera inculcado por el guía, sin posibilidad de cuestionamiento.
Los abusos, según las víctimas, se apoyaban también en un sistema de vigilancia, humillación pública y amenazas de marginalidad interna en la comunidad para quienes se resistieran.
El proceso judicial
El grupo fue desarticulado tras una operación policial en 2022, que liberó a varias personas, incluidas menores. El líder, “Tío Toni”, falleció mientras estaba en prisión provisional. Actualmente, el proceso judicial se centra en otros seis miembros de la organización.
Se espera que en sucesivas sesiones declaren decenas de testigos y se evalúen numerosos informes forenses. La Fiscalía solicita también indemnizaciones para las víctimas menores por los daños morales y psicológicos sufridos.
Reflexión final
Este caso pone al descubierto cómo una agrupación puede camuflarse tras la etiqueta de bienestar alternativo o espiritualidad para ejercer control, manipulación y violencia sexual. La utilización del discurso de sanación y comunidad como tapadera de abusos —especialmente contra menores— abre un debate relevante sobre la necesidad de vigilancia, protección y reparación en estos contextos.
Para las víctimas, dar el paso de declarar representa un avance clave hacia la reparación. Para la sociedad, el reto es mantener un sistema eficaz de prevención y control ante estructuras que se aislan y normalizan dinámicas abusivas.
















