El nuevo centro sanitario de Campanar II arranca con problemas técnicos, colas interminables y pacientes indignados, mientras el Ayuntamiento promete ajustes en el transporte público. La reorganización sanitaria no empieza con buen pie.
VALENCIA. ¿Qué podría salir mal cuando trasladas miles de pacientes, docenas de profesionales sanitarios y centralizas la atención primaria de tres barrios en un único centro de salud? Pues, al parecer, casi todo. Porque este lunes, en el brillante estreno del nuevo centro de salud Campanar II, lo que debía ser una mejora en la atención médica para los vecinos de Marchalenes, Tormos y Campanar, terminó siendo una mañana de colas, confusión y frustración. Y sí, todo esto con un bonito edificio recién estrenado como telón de fondo.
Pero no nos adelantemos, que aquí hemos venido a contar esta historia con todos sus matices, giros dramáticos y promesas políticas incluidas. Porque en esta ciudad, hasta abrir un centro de salud se convierte en una pequeña telenovela urbana.
El traslado: una mudanza sanitaria con letra pequeña
El nuevo Campanar II no surge de la nada. Es el resultado de una operación quirúrgica de reestructuración sanitaria: pacientes y personal del ambulatorio Just Ramírez y del consultorio de Tendetes han sido trasladados en bloque a este nuevo edificio, que ahora tiene la nada despreciable tarea de atender a unas 32.000 personas. Un número que, aunque suene bien en notas de prensa, en la práctica genera ciertos… efectos colaterales.
Porque sí, el edificio es más moderno, más amplio y mucho más presentable que los anteriores, pero claro, si la tecnología no funciona y no hay suficiente personal, la experiencia del usuario termina siendo bastante menos idílica.
Lunes con sabor a espera: colas de más de 20 metros y tecnología en huelga
Desde bien temprano, las inmediaciones del centro, ubicado en el antiguo recinto del hospital La Fe, parecían más una fila para conseguir entradas de un concierto que la entrada a un centro de salud. ¿El motivo? Problemas técnicos con la página web y la aplicación móvil. Nada grave, solo que nadie podía pedir cita por los canales habituales. ¿Solución? Ir en persona, claro, porque ¿quién necesita un sistema digital operativo en pleno 2025?
Allí, una celadora —heroína sin capa— iba informando a los pacientes con la mejor de sus sonrisas, mientras la fila seguía creciendo. Algunos tenían suerte y podían acceder directamente a la sala de espera, si venían con cita del antiguo centro. Otros, en cambio, se resignaban al baile burocrático de pie y al sol.
Una recepción que suda tinta (y no es una metáfora)
Dentro, la cosa no mejoraba demasiado. Cuatro administrativas hacían lo que podían para atender la avalancha de pacientes que llegaban con dudas, reclamaciones y alguna que otra queja subida de tono. Como bien comentaba Pedro, un usuario con voz de experiencia y algo de ironía: “En Just Ramírez había tres personas. Aquí es el doble de grande y solo han puesto una más. Falta gente, es evidente”.
Y tenía razón. Porque aunque el centro haya sumado profesionales (11 médicos y 5 pediatras desde Just Ramírez, más los que llegaron de Tendetes), si no hay una recepción reforzada ni herramientas digitales que funcionen, el colapso es inevitable.
Instalaciones amplias… si logras pasar la puerta
Pero no todo es negatividad. Una vez superado el viacrucis inicial, los pacientes que lograban adentrarse en las entrañas del centro encontraban espacios modernos, limpios y bastante bien equipados. Desde consultas de psiquiatría, psicología, ginecología y fisioterapia en la planta baja, hasta pediatría, odontología, cirugía menor y radiología en los pisos superiores. Nada mal, al menos en lo arquitectónico.
Eso sí, las pantallas de confirmación de cita tampoco funcionaban. Porque si hay algo que nos gusta en Valencia, es inaugurar cosas con un puntito de suspense técnico.
El eterno regreso al hospital La Fe (pero en versión reciclada)
Este nuevo centro sanitario no es solo un edificio funcional: es la primera pieza en el puzle sanitario del complejo Ernest Lluch, un megaproyecto que también incluirá un centro de especialidades previsto para 2026. De momento, lo que hay es un centro de salud funcional en el terreno donde antaño hubo un restaurante, un aparcamiento y, en su versión más histórica, el viejo hospital La Fe.
Y sí, 14 años después de su cierre, la demolición del viejo edificio sigue en marcha. Se espera que el derribo total del edificio principal finalice entre abril y mayo, como si fuera el último adiós de una infraestructura que, en su día, marcó una era en la sanidad valenciana.
Transporte público: ese detalle menor que nadie planeó
Claro, trasladar tres centros de salud a uno implica también mover personas. Y muchas de ellas —sobre todo mayores— dependen del transporte público. Ahí entra en escena la alcaldesa María José Catalá, quien, viendo el percal, ha anunciado que el Ayuntamiento va a revisar las líneas de autobús de la zona. Porque claro, una reorganización sanitaria sin pensar en cómo llegar es como hacer una paella sin arroz: bonita pero inservible.
Según palabras de la alcaldesa: “Los antiguos centros estaban en malas condiciones, y este nuevo busca ofrecer un mejor servicio. Vamos a revisar las rutas de autobús en esta zona e intentar mejorar el transporte público, especialmente para facilitar el acceso de las personas mayores”. Todo muy bien dicho, aunque sin plazos concretos ni promesas firmes. Pero algo es algo.
Un estreno con luces, sombras y muchas dudas
Lo cierto es que el nuevo centro Campanar II tiene potencial. Las instalaciones están, el personal está (aunque justo), y los servicios también. Pero si el acceso no está bien planificado, si la tecnología no funciona y si el personal de atención al público no está reforzado, la percepción ciudadana será negativa desde el primer día.
Y ya sabemos lo que cuesta cambiar una primera impresión. Porque, como dijo una paciente llamada Carmen, “esperaba complicaciones el primer día, pero esta cola es excesiva. Si esto no mejora, será un desastre”.
¿Y ahora qué?
La pregunta, claro, es qué pasará los próximos días. ¿Se solucionarán los problemas técnicos? ¿Se reforzará el personal de recepción? ¿Llegarán los refuerzos prometidos en forma de autobuses más frecuentes? ¿Será el Campanar II un ejemplo de reorganización sanitaria o una pesadilla logística? Solo el tiempo —y los pacientes— lo dirán.
¿Te ha afectado este cambio de centro de salud o te has librado por los pelos? ¿Crees que estas reorganizaciones sanitarias están bien planteadas o se hacen sin pensar en los usuarios reales?