La tala de más de 42.000 olivos centenarios para instalar macroplantas solares ha desatado una ola de indignación. Ciudadanía organizada, desidia institucional y un modelo energético que empieza a hacer aguas. ¿Qué se esconde tras la etiqueta «verde»?
Cuando “ser sostenible” deja de tener sentido
Mientras políticos europeos se pasean por cumbres climáticas abrazando árboles simbólicos, en Andalucía se planea talar decenas de miles de olivos centenarios. ¿La razón? Instalar placas solares. Sí, energía renovable. Sí, contra el cambio climático. Pero ¿a costa de destruir el paisaje, la cultura agrícola y el sustento de pueblos enteros?
Esta es la paradoja de Lopera, un municipio jienense que de pronto se ha convertido en el epicentro de un debate que va mucho más allá de sus tierras: ¿quién decide qué sacrificios vale la pena hacer por la sostenibilidad? Y, sobre todo, ¿a quién se le pregunta?
Lopera, donde los olivos son más que árboles
En Lopera no hay solo olivos. Hay patrimonio, historia, economía familiar y vida rural. Los olivos centenarios —algunos con más de 300 años— no son simples árboles: son archivos vivos del tiempo, testigos de generaciones que han vivido de su fruto.
Pero ahora, todo eso podría convertirse en escombro vegetal bajo las excavadoras de Greenalia y FRV Arroyadas, dos compañías autorizadas por la Junta de Andalucía para transformar este mar de olivos en una fábrica de kilovatios.
Y sí, la energía solar es crucial. Pero hay maneras y maneras de implementarla. Porque ¿desde cuándo «verde» es sinónimo de «arrasado»?
¿Expropiaciones por el bien común… o por el bien del balance energético?
Lo más indignante del caso Lopera no es solo la tala de árboles. Es la expropiación forzosa de tierras a pequeños agricultores para cumplir con los planes de empresas privadas. La Junta de Andalucía ha avalado estos proyectos como de “utilidad pública”, pero lo cierto es que ni las comunidades locales fueron consultadas ni se plantearon alternativas menos agresivas.
La instalación de más de 500 hectáreas de paneles solares implica no solo la desaparición de árboles milenarios, sino la transformación radical del paisaje, con impacto directo en biodiversidad, microclimas y actividades agrícolas.
¿El progreso debe ser impuesto o consensuado? ¿La transición energética tiene que hacerse pisoteando a las comunidades rurales?
Natalia, Petra y los otros nombres de la resistencia
La movilización ha sido, como suele pasar, ciudadana. Sin grandes partidos detrás, sin presupuesto, sin campañas de marketing. Una mujer, Natalia Corbalán, inició una petición en abril. Desde entonces, más de 91.000 personas han firmado, y las acciones han crecido: entregas de firmas en el Parlamento andaluz, reuniones con partidos, presión en redes sociales…
El 22 de mayo, tras semanas de silencio institucional, la Junta de Andalucía aceptó reunirse con la plataforma. Asistieron el consejero Jorge Paradela Gutiérrez y el secretario general de Energía, Manuel Larrasa. Aplauso tímido. Porque sí, los reciben… pero aún no hay compromisos firmes.
Mientras tanto, el calendario corre y las máquinas pueden empezar a trabajar en cualquier momento.
La otra cara de las renovables: lo que no te cuentan en los folletos
Las energías renovables tienen buena prensa. Y con razón. Pero eso no significa que todo proyecto bajo esa etiqueta sea automáticamente bueno.
En este caso, estamos hablando de macroplantas solares con financiación europea, impulsadas por compañías que operan con criterios de rentabilidad, no de justicia territorial. A veces, el “verde corporativo” se parece demasiado al gris del cemento.
Además, ¿quién se beneficia de esa energía? ¿La consume el pueblo de Lopera? ¿Reduce la factura eléctrica de sus habitantes? Spoiler: no. La electricidad se inyecta a la red, y los beneficios se van muy lejos de Jaén.
¿Y Europa? ¿Apoya esto mientras financia al olivo marroquí?
Aquí el despropósito se vuelve internacional. Mientras en Lopera se arrancan olivos centenarios, la UE destina 115 millones de euros al desarrollo del olivo en Marruecos. Sí, mientras el olivo andaluz sufre expropiaciones, sequías y precios injustos, Europa financia su competencia directa al otro lado del Estrecho.
Lo que en Bruselas se presenta como apoyo al “desarrollo ecológico” suena, en Andalucía, a agravio estructural. Y a una falta total de coherencia: se subvenciona un producto en Marruecos mientras se arrasa la fuente histórica de ese mismo producto en España.
La pregunta incómoda: ¿quién decide lo que es progreso?
Esta es la pregunta clave. Porque si “progreso” significa destruir una economía rural centenaria para que una empresa pueda aumentar su producción energética, entonces tenemos un problema de concepto.
Hay alternativas. La energía solar puede instalarse en techos, en polígonos industriales, en terrenos degradados. No hace falta arrasar el corazón olivarero de Andalucía. Pero claro, eso requiere más esfuerzo, más diálogo, menos beneficio rápido.
Y, sobre todo, requiere una visión de país que no desprecie lo rural.
¿Qué puedes hacer tú? Mucho más de lo que crees
Si te ha indignado lo que lees, puedes actuar. Porque no se trata solo de Lopera. Se trata de un modelo que puede replicarse en otros rincones de España (y de Valencia, por cierto). Así que aquí van algunas cosas útiles:
- Firma la petición en Change.org buscando “Salvemos los olivos centenarios de Lopera”.
- Difunde el caso en redes sociales, prensa local, universidades, allá donde puedas.
- Escribe a tus representantes políticos. Pregunta qué postura tienen sobre esto.
- Organiza debates o actos públicos. Pon el tema sobre la mesa.
- Exige una moratoria de megaproyectos solares que no respeten los derechos de las comunidades afectadas.
Conclusión: no todo lo renovable es sostenible
La sostenibilidad no se mide solo en CO₂ evitado. También se mide en justicia territorial, en participación democrática, en respeto al patrimonio y en compromiso con las generaciones futuras. Porque de nada sirve salvar el planeta si perdemos el alma en el intento.
¿Estamos dispuestos a redefinir qué entendemos por progreso antes de que lo decidan por nosotros… a golpe de excavadora?