Pau Gasol fue reconocido ayer sábado con uno de los mayores honores en el baloncesto mundial: su ingreso en el Hall of Fame de la FIBA, durante una ceremonia celebrada en el Teatro Nacional de Baréin.
Con este galardón, el jugador español culmina una trayectoria histórica que lo ha llevado a formar parte también del Hall of Fame del Baloncesto Español (2023) y del Naismith Memorial Basketball Hall of Fame en Estados Unidos.
Un referente dentro y fuera de la pista
El acto contó con la presencia de Elisa Aguilar, presidenta de la Federación Española de Baloncesto (FEB), quien acompañó al mayor de los hermanos Gasol en este homenaje.
Aguilar destacó la trascendencia de su figura:
“Ha sido un privilegio asistir a la carrera de Pau Gasol. Ha cambiado la historia del baloncesto, no solo en España, sino a nivel internacional”.
También resaltó su legado fuera de las canchas, subrayando su generosidad y compromiso con el deporte y la sociedad.
Gasol es el duodécimo español en ingresar en el FIBA Hall of Fame, sucediendo a figuras como Antonio Díaz-Miguel, Fernando Martín y Amaya Valdemoro, entre otros.
Un palmarés irrepetible
Pau Gasol jugó su último partido con la Selección Española en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Con 216 internacionalidades y 3.656 puntos, es el máximo anotador de la historia de la Selección Masculina.
Acumuló once medallas con #LaFamilia, entre ellas el oro en el Mundial de Japón 2006 y tres oros europeos (2009, 2011 y 2015), además de dos platas olímpicas (2008 y 2012).
En la NBA, fue Rookie del Año en 2002, seis veces All-Star y bicampeón con los Lakers (2009 y 2010), franquicia que retiró su dorsal 16 en 2023.
Una promoción de leyendas
Gasol entra en el Hall of Fame junto a figuras destacadas como Mike Krzyzewski, Andrew Bogut, Dawn Staley y Ticha Penicheiro, conformando una generación de leyendas que han marcado el baloncesto mundial.
Discurso completo de Pau Gasol
«Buenas noches a todos, queridos amigos, Andreas, presidente de FIBA, distinguidos invitados y compañeros homenajeados.
Felicitaciones a todos, es un honor estar en la misma generación y en la gran familia del baloncesto. Es un honor para mí estar hoy aquí como miembro del Salón de la Fama de FIBA.
Este reconocimiento es un testimonio del esfuerzo colectivo de una familia: primero y ante todo, mis compañeros de equipo, entrenadores y todo el personal de cada equipo en el que he estado.
Quiero empezar reconociendo y agradeciendo a las generaciones de jugadores y entrenadores que vinieron antes que yo. Gracias por abrir el camino. Gracias por haber hecho crecer este juego para un niño como yo, de una pequeña ciudad, Sant Boi de Llobregat.
1992 fue, sin duda, un momento clave en la historia del baloncesto. Los Juegos Olímpicos en Barcelona. El impacto del Dream Team fue más que inspirador. Me dio a mí, y a muchos otros niños alrededor del mundo, un sueño. Algo muy poderoso. Un sueño que perseguir.
Amplió el horizonte de cómo se podía jugar el juego que amamos. Creciendo, fui un poco tardío en desarrollarme. Jugué en la escuela de mi ciudad hasta los 12 años. Y un año después me uní a mi primer club después de que mi padre me enseñara un anuncio de periódico sobre una de esas Operaciones Altura. Supongo que era lo suficientemente alto como para entrar a la prueba.
Nos miramos y dijimos: “¿Por qué no? Vamos a intentarlo. Supongo que al entrenador le gustó lo que vio en mí, y me uní al CB Cornellà por tres temporadas. Después de esos tres años de mucho aprendizaje y con la ayuda de mis entrenadores y compañeros, supe que estaba listo para el siguiente capítulo
Y luego empezó mi camino en la NBA. En 2001, fui seleccionado por los Atlanta Hawks, y traspasado de inmediato a los Memphis Grizzlies. Fui el segundo jugador español en jugar en la NBA después del gran Fernando Martín, también miembro del Salón de la Fama.
Era un chico joven de España, emocionado y decidido a entrar en un mundo completamente nuevo. Un juego más rápido, más físico, una cultura diferente, un nuevo idioma. Pero lo que encontré en Memphis fue una ciudad y un equipo que me acogieron.
Me dieron espacio para crecer, aprender y, en algún momento, liderar. Siempre estaré agradecido por esa base.
Luego, al unirme a los Lakers, tuve el privilegio de jugar para el gran Phil Jackson y su extraordinario cuerpo técnico. Con compañeros de equipo increíbles. Ninguno más importante que mi hermano, Kobe. Nuestra conexión fue mucho más allá. Él era único.
Me desafió a dejarlo todo en la cancha cada día para convertirnos en campeones de la NBA. Nunca olvidaré cómo me dio la bienvenida al equipo. Construimos algo especial. No fue fácil. Confianza, responsabilidad, compromiso inquebrantable y determinación pura. Lo extraño a él y a Gigi muchísimo.
La NBA me enseñó a evolucionar. A adaptarme, siempre encontrar nuevas formas de aportar valor a mi equipo. De Memphis a Los Ángeles, Chicago, San Antonio y Milwaukee. Viví diferentes sistemas, ciudades, filosofías. Cada etapa me marcó. Y siempre atesoraré las relaciones que construí y el impacto que cada uno de esos capítulos ha tenido en mi vida.
Ahora hablemos de La Familia. Representar a España ha sido uno de los mayores honores de mi vida. Usar la camiseta de la selección nunca fue solo competir. Fue identidad, orgullo y propósito.
Recuerdo la primera vez que recibí una carta física invitándome a unirme al equipo sub-17 para jugar un clasificatorio del Campeonato Europeo en Eslovenia. Hicimos el equipo, nos clasificamos, y eso nos llevó a ganar el Europeo sub-18 en Bulgaria y el Mundial sub-19 en Portugal. Nos llamaban los Golden Boys.
Desde mi debut con la selección absoluta en el Europeo de Turquía 2001, hasta nuestra última carrera juntos en Tokio 2021, cada momento ha sido verdaderamente extraordinario. Ganamos tres oros europeos, un Mundial FIBA, y subimos al podio olímpico con dos platas y un bronce. Pero lo que más significó fue cómo lo hicimos.
La Familia se basa en la confianza, el respeto, el compromiso y el compañerismo. Voy a nombrar algunos compañeros, porque sin ellos no estaría aquí hoy. Juan Carlos Navarro, José Calderón, Jorge Garbajosa —que creo que está por aquí cerca—, Sergio Rodríguez, Carlos Jiménez, Ricky Rubio, Rudy Fernández, Sergio Llull, Felipe Reyes y mi hermano Marc, entre muchos otros. Seguro que algunos de esos nombres les suenan.
No solo fueron compañeros, fueron hermanos. Marc, literalmente. Luchamos por el otro, creímos el uno en el otro y compartimos la responsabilidad de representar a nuestro país con orgullo y pasión.
Nuestros entrenadores, también los quiero mencionar, fueron los conductores de nuestro éxito. Javier Imbroda, Pepu Hernández, Sergio Scariolo, entre otros. Su preparación, su confianza, su comprensión de nuestra dinámica y cómo ayudaron a construirla nos convirtieron en algo más que un equipo. Nos hicieron una fuerza.
Construimos algo duradero. Inspiramos a la próxima generación de jugadores españoles, y espero que también de otros países. Para que crean que la excelencia, la humildad y la hermandad marcan la diferencia en este mundo.
Y ese legado significa mucho más para mí que cualquier logro individual. Tanto como este camino ha estado definido por los equipos en los que he estado, también lo ha sido por aquellos contra los que he competido.
Los grandes rivales te hacen mejor. Te desafían, te empujan a evolucionar, te motivan a dar lo mejor de ti.
En mi carrera internacional he tenido el privilegio de enfrentar a algunos de los mejores jugadores y equipos del baloncesto. Los partidos contra Estados Unidos, esas finales olímpicas, fueron de los juegos más intensos que he vivido.
Competir contra jugadores como Kobe, LeBron, Wade, Melo, KD… la lista sigue. Y tantos partidos contra Francia, Serbia, Lituania, Grecia, Turquía, Argentina, Australia y muchos otros grandes equipos.
Nunca olvidaré la competitividad de jugadores como Tony Parker, Dirk Nowitzki —que también está por aquí—, Peja Stojaković, Yao Ming, Manu Ginóbili, Andrei Kirilenko. No fueron solo rivales, fueron embajadores del baloncesto. Y todos juntos elevamos el deporte. A todos ellos, gracias.
A los fans, me han acompañado en cada paso. Su energía y pasión por el juego siempre me motivaron a mejorar. Gracias de todo corazón.»
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