Siete meses después del desastre que dejó 228 muertos, el presidente del Gobierno se reúne por primera vez con las asociaciones de víctimas de la DANA. En medio de aplausos y abucheos, la política y el dolor se dan la mano en la delegación del gobierno de Valencia.
¿Por qué ahora, Pedro? La visita que llega con retraso, pero no sin ruido
La mañana del 22 de mayo de 2025 parecía una más en la ciudad de Valencia, si no fuera porque un convoy oficial alteró la rutina del centro. A las 11:30 horas, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llegaba a la delegación del Gobierno entre vítores y gritos, como si fuera una estrella de rock… o un villano en un mitin. Depende de a quién le preguntes. Medio centenar de personas lo recibía: partidarios, detractores, y algún que otro curioso que solo pasaba por allí. En Valencia, todo el mundo tiene una opinión. O dos.
Este no era un acto cualquiera. Era la primera vez que Sánchez se reunía directamente con las víctimas de la tristemente célebre DANA del 29 de octubre de 2024, esa que arrasó parte de la provincia de Valencia y dejó un saldo de 228 muertos. Sí, han pasado casi siete meses. Y sí, las heridas siguen abiertas.
Las víctimas, al fin escuchadas… o al menos recibidas
La cita tenía lugar en la sede de la delegación del Gobierno. Allí esperaban los representantes de tres asociaciones que se han convertido, a falta de respuestas oficiales, en la voz del duelo y la reconstrucción:
- Mariló Gradolí, de la Associació Víctimes de la Dana 29 d’Octubre del 2024
- Christian Lesaec, de la Associació Damnificats per la Dana Horta Sud–València
- Rosa Álvarez, de la Associació Víctimes Mortals Dana 29-O
Estas asociaciones, ojo, no son recién llegadas. La semana pasada estuvieron en Bruselas con Ursula von der Leyen, Roberta Metsola y un grupo de eurodiputados. Porque si no se escucha desde Moncloa, a veces hay que irse a Europa. Ya lo decía tu abuela: “quien no llora, no mama”.
Funeral de Estado, laico y con memoria: las exigencias sobre la mesa
Entre los temas tratados en la reunión —de la que, por supuesto, no trascendieron muchos detalles— las asociaciones pusieron sobre la mesa un asunto que a muchos parece incómodo: la exigencia de un funeral de Estado laico para las víctimas de la DANA. Porque, como bien dijeron, nunca se ha hecho nada igual en España. Y a estas alturas, ¿por qué no empezar?
Además, reclamaron participar en la reconstrucción de infraestructuras, con un enfoque más serio hacia la adaptación climática. Según palabras recogidas de los propios representantes: “no como se ha hecho hasta ahora, sino teniendo en cuenta el cambio climático”. Porque claro, la DANA no fue una casualidad meteorológica, fue un aviso. Y si no se aprende de los avisos, lo siguiente no será una tragedia, será negligencia.
Tercera visita, ¿el encanto va de tres en tres?
La de hoy es la tercera visita de Pedro Sánchez a Valencia tras la catástrofe. La primera, allá por el 3 de noviembre, fue en Paiporta. Una jornada que, según los vecinos, fue más bien una excursión de campaña. La segunda fue el 23 de enero, también en la delegación del Gobierno, para reunirse con algunos alcaldes de la llamada “zona cero”.
Pero esta vez el foco eran las víctimas. Las que perdieron familiares, casas, recuerdos, estabilidad. Las que han tenido que organizarse solas para que alguien les escuche. Así que sí, era la más importante. Y la más esperada.
Diana Morant, Pilar Bernabé y el arte de acompañar sin robar protagonismo
No estaba solo Sánchez. Lo acompañaban Diana Morant, secretaria general del PSPV, y Pilar Bernabé, delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana. Ambas jugaron el papel de “escuderas institucionales”, respaldando al presidente pero dejando claro que este era un acto con las víctimas como centro. O al menos, ese era el plan.
Según Bernabé, esta reunión fue “fruto del trabajo” de la delegación con las asociaciones. Algo así como el colofón de una serie de encuentros previos. Y también, probablemente, un intento de suavizar las críticas por la tardanza de esta cita.
El espectáculo en la calle: vítores, insultos y política en su salsa
Lo de dentro fue institucional. Lo de fuera, un espectáculo de los que Valencia sabe hacer sin despeinarse. De un lado, banderas, cánticos de apoyo, selfies improvisadas. Del otro, pancartas, gritos, exigencias de dimisión. En medio, el vehículo oficial, avanzando lento como en una procesión laica y política.
El carrer del Pintor López, que da acceso a la delegación, fue por un rato el escenario de un país dividido. La política, ya sabemos, no necesita teatros. Le basta con una calle y medio centenar de personas con opiniones enfrentadas.

¿Y ahora qué? Lo que queda después de las cámaras
La gran pregunta, claro, es qué pasa después. Porque reunirse está bien. Escuchar, mejor. Pero actuar es lo que realmente importa. Las asociaciones no solo quieren palabras. Quieren hechos: presupuestos, calendarios, decisiones. Porque la DANA no solo dejó víctimas humanas. También dejó pueblos rotos, infraestructuras inútiles y una ciudadanía que no quiere oír más promesas vacías.
En este sentido, las asociaciones insisten en que seguirán presionando. En Bruselas, en Madrid, en Valencia o donde haga falta. Porque cuando el dolor no obtiene respuestas, se transforma en lucha. Y en esta lucha, parece que están más organizados que algunos gobiernos.
¿La catástrofe invisible? Reflexiones de fondo que no caben en los telediarios
Este tipo de reuniones, por muy simbólicas que sean, nos recuerdan una verdad incómoda: en España no sabemos gestionar los desastres climáticos. Se improvisa, se promete, se parcha. Pero no se prevé, no se educa, no se actúa a tiempo.
La DANA fue, para muchos, un punto de no retorno. Una muestra clara de que el cambio climático ya no es futuro, sino presente. Y de que, si no cambiamos la manera de pensar el urbanismo, la prevención y la atención a las víctimas, vamos a repetir esta historia más veces de las que querríamos.
¿Habrá aprendido algo el Gobierno de todo esto? ¿Será esta reunión el principio de una respuesta seria, o solo una escena más para el archivo institucional? El tiempo lo dirá. Mientras tanto, las víctimas seguirán ahí, con sus nombres, sus historias, sus ausencias.
El posado presidencial que plantea más preguntas que respuestas

La escena fue cuidadosamente coreografiada. Pedro Sánchez, en el centro, flanqueado por tres representantes de asociaciones de víctimas de la DANA. A su lado, Diana Morant, Pilar Bernabé, cámaras, flashes, declaraciones institucionales. Todo muy oficial, muy sentido, muy medido. Pero, como pasa muchas veces con la política, el diablo —y la polémica— está en los detalles.
Lo que pocos sabían en ese momento, o quizás no querían que supieran, es que dos de las tres personas que se presentan como “víctimas” en esa foto son, en realidad, dirigentes de Compromís. Y no en plan militancia ocasional o simpatizantes de Facebook: hablamos de cargos con responsabilidades en el partido. Y por si fuera poco, una de ellas cobra como asesora política.
¿Es esto éticamente reprochable? ¿Es engañoso? ¿Es, como mínimo, confuso? Las respuestas dependen de si uno mira la política como un ejercicio de representación o como un escaparate bien maquillado.
¿Quiénes son estas personas? Nombres, cargos y contextos
Vamos por partes, como diría Jack el Destripador, aunque en este caso con más papeles y menos sangre.
- Rosa Álvarez, presidenta de la Associació Víctimes Mortals Dana 29-O. En su día, fue candidata de Compromís en un municipio de la comarca afectada. Actualmente, según diversas fuentes, ocupa un puesto como asesora en una administración pública bajo el paraguas de Compromís. No se trata de una “ciudadana anónima” que irrumpió en la política a raíz del desastre, sino de alguien ya bien posicionada en las estructuras del poder.
- Christian Lesaec, representante de la Associació Damnificats per la Dana Horta Sud–València, también tiene vínculos reconocidos con Compromís. Aunque su papel no es tan público como el de Álvarez, forma parte del entramado político del partido a nivel comarcal.
- La tercera persona, Mariló Gradolí, es la única que no presenta afiliación política conocida. Una rara avis en un contexto donde la neutralidad parece más una excepción que una norma.
Victimismo legítimo vs. capital político: ¿dónde está la línea?
Aquí entramos en el terreno resbaladizo. Porque sí, estas personas pueden haber sido afectadas por la DANA. Nadie pone en duda que hayan vivido en zonas devastadas, o que incluso hayan sufrido pérdidas personales. El drama es real. Pero también lo es su posición política.
¿Puede alguien ser víctima y político al mismo tiempo? Por supuesto. Ser político no te exime del sufrimiento. Pero cuando se organiza una reunión con víctimas, ¿no sería más honesto aclarar ese doble rol? Porque lo que se proyecta públicamente es otra cosa: una foto que pretende representar a la ciudadanía dolida, no a estructuras de partido.
Y esa confusión, intencionada o no, alimenta el escepticismo ciudadano. Y con razón.
El relato institucional: emoción, clima, reconstrucción… y silencio sobre afinidades
En el comunicado oficial de Moncloa, se habló de “dar voz a las víctimas”, de “escuchar sus demandas” y de “avanzar en una reconstrucción justa”. Todo muy bien escrito. Lo que no se mencionó fue que esas voces ya tienen un canal directo a través de sus cargos en instituciones políticas. ¿Eso les quita legitimidad? No necesariamente. Pero sí altera el relato. Porque si los únicos portavoces visibles son personas con intereses partidistas, ¿dónde quedan los miles de afectados sin carné, sin cargo y sin altavoz?
¿Representación o instrumentalización?
Este es el núcleo del problema. ¿Ha usado el Gobierno a estas asociaciones para crear una imagen de escucha y empatía? ¿O han sido las asociaciones quienes han aprovechado su doble condición para ganar visibilidad? Sea cual sea el caso, lo que está claro es que la ciudadanía percibe un desequilibrio.
¿Dónde están las viudas de los muertos en aquella riada? ¿Los agricultores que lo perdieron todo? ¿Los vecinos de casas aún inhabitables? ¿Tienen voz, o solo la tendrán cuando aprendan a hacer notas de prensa?
Y ahora, ¿qué?
El gesto de Sánchez, que debería haber sido un punto de inflexión, ha acabado siendo leído por muchos como una operación de maquillaje político. De esas que calientan titulares pero enfrían la confianza pública. Y el resultado es el de siempre: una ciudadanía más descreída, más indignada y más convencida de que la política es un teatro mal montado.
¿Es esta visita el primer paso hacia una verdadera reparación o solo un gesto simbólico que llega tarde? Porque, seamos sinceros, en política… los gestos sobran cuando las acciones no llegan. ¿Tú qué opinas?
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