Las mujeres, en su mayoría sudamericanas y en situación irregular, eran forzadas a ejercer la prostitución las 24 horas, sin llaves, bajo vigilancia y también utilizadas para el tráfico de drogas.
Un infierno oculto en Orihuela: esclavitud moderna a plena luz del día
Lo que parecía un piso más en el casco urbano de Orihuela, Alicante, ocultaba una realidad estremecedora. En su interior, ocho mujeres vivían una pesadilla diaria: eran explotadas sexualmente, privadas de su libertad y obligadas a traficar con drogas. Todo bajo un férreo control y la apariencia de un negocio “consentido”.
La operación, llevada a cabo por la Policía Nacional, ha destapado las entrañas de una red que no solo lucraba con los cuerpos de mujeres vulnerables, sino que también usaba su situación para introducirlas en actividades delictivas como el tráfico de estupefacientes.
Captación mediante engaños y sometimiento total
La investigación, que se inició tras una pista recibida por la Policía, confirmó lo que parecía una sospecha. Las víctimas eran mayoritariamente sudamericanas, con edades entre los 24 y los 51 años, y sin documentación legal. Según fuentes de la Jefatura Superior, fueron atraídas con promesas laborales falsas, y una vez en España, las condiciones eran radicalmente distintas a lo acordado.
Les exigían el 50% de sus ingresos y disponibilidad absoluta las 24 horas del día. No podían negarse a atender a los clientes, ni decidir cuándo descansar. No tenían llaves del piso y solo se les permitía salir para comprar comida. Todo esto mientras eran vigiladas constantemente mediante cámaras y sus “rendimientos” se anotaban en una libreta.
Prostitución y narcotráfico: doble explotación
Además del abuso sexual, las víctimas eran forzadas a transportar drogas. Según la Policía, recogían cocaína escondida en paquetes de tabaco o bolsas plásticas, transportando entre 10 y 20 gramos en cada viaje.
La mezcla de explotación sexual y tráfico de drogas convierte este caso en uno de los más graves detectados en los últimos meses en la Comunidad Valenciana. “No solo eran víctimas de trata, también se les obligaba a delinquir”, apuntan desde la brigada provincial de Extranjería y Fronteras de Alicante.
Condiciones infrahumanas: hacinamiento y control
La vivienda, adquirida por los propios proxenetas con el dinero procedente de la actividad ilícita, contaba con una única habitación con tres camas. Cuando el número de mujeres aumentaba, algunas debían dormir en la sala donde se realizaban los servicios sexuales. Esta debía quedar libre al llegar un cliente, obligándolas a moverse constantemente y sin privacidad.
Durante el registro, los agentes hallaron siete envoltorios de cocaína, tres botes de popper, 29 pastillas potenciadoras del rendimiento sexual, 350 euros en efectivo y dos teléfonos móviles. Toda esta evidencia refuerza la hipótesis de que el piso no solo era un prostíbulo, sino también un punto de distribución de droga.
Los detenidos: un dúo criminal con roles diferenciados
Los arrestados, un hombre de 57 años y una mujer de 48, actuaban en connivencia. Él era el encargado de captar a las víctimas, aprovechándose de su situación de vulnerabilidad económica, mientras que ella dirigía el prostíbulo, imponiendo tarifas, horarios y controlando el “funcionamiento” del piso en ausencia del hombre.
Ambos están ahora a disposición del Juzgado de Instrucción de Guardia de Orihuela. Se les imputan delitos relativos a la prostitución, tráfico de drogas y blanqueo de capitales.
Un problema estructural: ¿cuántos pisos más como este?
Casos como el de Orihuela no son aislados. La trata de personas y la explotación sexual siguen siendo un problema de fondo en muchas ciudades, también en la Comunidad Valenciana. Valencia, Alicante y Castellón concentran cientos de denuncias anuales, muchas de las cuales terminan en investigaciones como esta.
“Lo más difícil es detectar los pisos clandestinos”, explica un agente implicado en la operación. “Se camuflan en barrios residenciales y usan anuncios en webs eróticas para captar clientes. Muchas veces, los vecinos ni se enteran de lo que ocurre al otro lado de la pared.”
¿Y después qué? El reto de proteger a las víctimas
Las ocho mujeres liberadas han sido puestas bajo la tutela de servicios sociales especializados. La mayoría se enfrenta ahora a un nuevo reto: regularizar su situación administrativa, superar los traumas sufridos y reconstruir su vida en un entorno seguro.
Organizaciones como Médicos del Mundo, Cruz Roja o la Fundación Amaranta colaboran con las fuerzas de seguridad en la atención a víctimas de trata. Sin embargo, los recursos son limitados y la rehabilitación total es un proceso largo y complejo.
Conclusión: una llamada a la acción
Este caso ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de una mayor vigilancia, recursos especializados y leyes más duras contra las redes de trata y proxenetismo. En plena Europa, en pleno 2025, la esclavitud sigue existiendo. Se disfraza de trabajo, de consentimiento, de “acuerdo entre adultos”. Pero detrás hay mujeres rotas, coaccionadas y silenciadas.
¿Hasta cuándo vamos a permitir que esto siga ocurriendo en silencio?