El supuesto autoataque que se ha convertido en noticia relevante no deja de causarme sonrisas más que lágrimas. Hay personajes públicos que han mostrado una determinación tan aplastante a la hora de ejecutar todas sus decisiones y en política, más.
Hay una diferencia esencial entre un autofin y un camelo.
El verdadero no se puede divulgar, está penado por la ley, y el falso se publicita precisamente porque se trata de una estrategia publicitaria. Comunicar a prensa que ha sucedido un hecho tan fuerte resulta inmoral para el partido político que lo ha promovido. Pero al mismo tiempo nos crea una sospecha enorme.
Cuando alguien está tan desesperado como para llegar a este extremo no está pensando en qué lo sepa todo el mundo. Porque entonces el objetivo no es acabar con su desesperación sino crear una sensación de pena entorno a su persona para conseguir un perdón popular que por ser popular es poco meditado.
Otro detalle importante es saber que a las ocho horas el paciente ya fue enviado a su casa. Los protocolos hospitalarios prevén, normalmente, un periodo de observación que no es menor de una semana y que incluso puede prolongarse a varios meses con estancia en una sala de psiquiatría con cuidados permanentes.
Es muy duro afirmar que todo esto parece una comedia de opereta pero es que todos los indicios marcan este camino.
- Primero, estoy muy desesperado porque no sé cómo salir indemne de unas estafas y delitos que parecen evidentes.
- Segundo, se me ocurre una idea estelar que me eleve al centro de atención social.
- Tercero, resulta imprescindible gritarlo a los cuatro vientos para que lo sepa todo el mundo porque realmente eso es lo que se busca.
- Cuarto con este episodio consigo que mis correligionarios se solidaricen conmigo, aunque yo sea un presunto delincuente.
Y a todo esto se une que los médicos no detectan ningún peligro serio y envían al histriónico actor a su casa para que siga su vida normal pero confortado por la solidaridad de los medios afines, hasta que llegue el ansiado indulto a través del gobierno o del tribunal constitucional.
Y lo más gracioso es que la responsabilidad se atribuya a una supuesta cacería periodística cuando el tema apenas ha tenido repercusión ya que el protagonista tenía un cargo periférico en la comunidad autónoma más despreciada por el gobierno central.
Nadie se va a atrever a decirlo tan claro porque existe un natural estigma por este asunto, pero todo esto es una comedia barata por lo menos bajo mi opinión. Es una instrumentalización y un insulto en contra de las personas que verdaderamente se ven afectados por este problema. Es una burla para todos. Y en el fondo de este escenario, ya que hablamos de muertes y de cacerías, regresa con toda su dignidad y potencia la figura de Rita Barberá.
Muchos han pensado que se suicidó. Si fue así ella no convirtió este terrible intento en un vodevil, sino en una triste realidad. Aún así creemos que era tan valiente que no necesito hacerlo. Murió por la insensibilidad de sus propios amigos que la dejaron sola ante el peligro. Aquella mujer era la dignidad y la verdad concentrada en una mujer. Todo lo contrario de este farsante que después de estar engañando al mundo durante cuarenta años quiere cerrar su carrera con este sainete absurdo.
Pero la máscarada es tan evidente que solo un tonto o un afín fanatizado se la puedes tragar.
Señor engañador profesional: a otro perro con ese hueso!!!