Taladro al gótico: la agresión silenciosa al patrimonio de Sant Domenech en Xàtiva
En el corazón de Xàtiva, donde la historia debería respirarse con reverencia, el sonido de un taladro ha roto el pacto tácito de conservación que toda sociedad moderna debe mantener con su pasado.
La antigua iglesia del convento de Sant Domenech, una joya del gótico valenciano y declarada Bien de Interés Cultural (BIC), ha sido víctima de una agresión tan innecesaria como irreversible: la perforación de sus sillares históricos para anclar paneles de una exposición temporal.
La imagen es tan explícita como dolorosa. Un panel blanco, impoluto y moderno, fijado directamente a la piedra centenaria mediante tornillos y tacos de plástico. No se trata de una estructura autoportante, ni de un sistema de sujeción respetuoso que abrace los pilares sin dañarlos, soluciones estándar en cualquier museografía profesional del siglo XXI. Se trata de la aplicación de la «bricomanía» más doméstica sobre un monumento nacional.
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La cicatriz en la piedra
Sant Domenech no es un edificio cualquiera. Fue el centro de la vida dominica, sede de cátedras y testigo de la quema de Xàtiva en 1707. Cada piedra de ese recinto ha sobrevivido a guerras, incendios y desamortizaciones. Sin embargo, parece que no ha podido sobrevivir a la falta de sensibilidad del actual Ayuntamiento de Xàtiva.

Perforar un sillar original es una acción irreversible. La piedra, una vez herida, pierde su integridad física y estética. En restauración, existe un principio sagrado: la reversibilidad. Cualquier intervención debe poder deshacerse sin dejar huella en el original. Aquí, retirar la exposición dejará tras de sí una colección de agujeros rellenos de masilla, cicatrices modernas en un cuerpo medieval. Esto no es solo un error técnico; es una violación de la Ley de Patrimonio Cultural Valenciano, que exige la máxima protección para los entornos BIC.
Una gestión cuestionada: La era de Roger Cerdà
Este incidente no puede verse como un hecho aislado, sino como el síntoma de una patología mayor en la gestión del equipo de gobierno liderado por el socialista Roger Cerdà. La administración local ha demostrado, una vez más, una preocupante falta de profesionalidad y supervisión técnica. ¿Dónde estaban los técnicos de patrimonio cuando se autorizó este montaje? ¿Existe acaso un protocolo de intervención en edificios históricos en el Ayuntamiento de Xàtiva, o se gestiona un monumento del siglo XIV como si fuera el pladur de una oficina municipal?
La gestión de Cerdà en materia de patrimonio lleva tiempo bajo la lupa, acumulando críticas por intervenciones que priorizan la estética «de escaparate» sobre la autenticidad histórica o la conservación rigurosa. En Xàtiva llueve sobre mojado.
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Basta recordar las polémicas recurrentes en torno al Castillo de Xàtiva, el buque insignia de la ciudad. Las intervenciones para «modernizar» o hacer accesibles ciertas zonas han sido criticadas frecuentemente por el uso abusivo de hormigón y materiales contemporáneos que desvirtúan la lectura histórica de la fortaleza, transformando ruinas venerables en parques temáticos de cemento. La falta de un Plan Director riguroso que se ejecute con sensibilidad arqueológica ha sido una constante.
Asimismo, la situación del Casco Antiguo sigue siendo la asignatura pendiente. Mientras se agujerean iglesias para exposiciones efímeras, manzanas enteras del centro histórico sufren un deterioro silencioso, con inmuebles catalogados, y en la Lista Roja de Hispania Nostra, que se desmoronan por la inacción municipal y la falta de ayudas efectivas para su rehabilitación. La política de Cerdà parece centrarse en el evento, en la inauguración y la foto rápida, olvidando que el verdadero patrimonio requiere un mantenimiento constante, silencioso y, sobre todo, respetuoso.
Museografía del «todo vale»
Lo ocurrido en Sant Domenech denota una falta de cultura museográfica alarmante. Hoy en día, existen miles de soluciones para exponer contenido en edificios históricos sin tocarlos: tótems contrapesados, estructuras tensadas, proyecciones o guías virtuales. Optar por el taladro es la opción del aficionado, la opción barata y rápida que desprecia el soporte.

Es irónico que se organice una exposición cultural destruyendo, precisamente, la cultura que se pretende albergar. El Ayuntamiento de Xàtiva ha convertido el continente —que es en sí mismo la obra de arte más valiosa— en un simple tablón de anuncios.
Exigencia de responsabilidades
La ciudadanía de Xàtiva, orgullosa de su pasado y de su título de ciudad monumental, no merece esta gestión de «brocha gorda» o de Pepe Gotera y Otilio. Es imperativo que la Conselleria de Cultura tome cartas en el asunto e inspeccione los daños causados a los sillares de Sant Domenech. Asimismo, el equipo de gobierno de Roger Cerdà debe dar explicaciones públicas: ¿Quién firmó la autorización para taladrar un BIC? ¿Qué empresa ejecutó el montaje sin levantar la voz de alarma? Y, lo más importante, ¿cómo piensan reparar el daño infligido a la historia y al patrimonio de la ciudad?
El patrimonio no es una herencia que recibimos de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos. En Xàtiva, lamentablemente, se lo estamos devolviendo con agujeros.
Análisis visual de los daños
Para entender la gravedad del asunto, basta observar la evidencia gráfica del montaje:
Impacto Directo: El tornillo penetra la piedra caliza porosa, un material histórico que no admite tensiones mecánicas de este tipo.
Anclajes Permanentes: El uso de tacos (tacos de expansión) implica que, al retirarlos, es probable que se desprendan fragmentos de la piedra circundante, ampliando el orificio original.
Falta de Interfase: El panel rígido está en contacto directo con la superficie irregular de la pared, lo que puede provocar roces y abrasión en la pátina del muro debido a vibraciones o cambios térmicos.
«La ignorancia restaura, la sabiduría conserva, pero la negligencia destruye».
















