En pleno mes más duro del año para el sector hotelero, las camareras de piso de la Comunitat Valenciana denuncian sobrecarga de trabajo, precariedad laboral y el abandono de sus reivindicaciones históricas.
Valencia – Agosto es sinónimo de ocupación plena en la mayoría de hoteles de la Comunitat Valenciana y, para las camareras de piso, significa jornadas maratonianas, dolor físico y una presión que se multiplica. Las conocidas como Kellys —acrónimo de “las que limpian”— afrontan este mes con el doble de camas que en otras épocas del año, a menudo trabajando “a base de ibuprofenos” para soportar el ritmo, y sin avances en su demanda de poder acceder a la jubilación anticipada.
El mes más duro
En destinos turísticos como Benidorm, Peñíscola o Gandía, la temporada alta lleva al límite la capacidad de las plantillas. Según relatan, el incremento de huéspedes no se traduce en más personal, lo que obliga a asumir más habitaciones en menos tiempo. “En agosto limpiamos el doble y en la mitad de tiempo; no hay cuerpo que lo aguante”, lamenta una trabajadora con más de 20 años de experiencia.
A la carga física se suman problemas crónicos derivados de años de trabajo intenso: dolores musculares, lesiones de espalda, tendinitis y problemas en las rodillas son habituales. Muchas camareras recurren a la automedicación para seguir cumpliendo con sus tareas, conscientes de que cualquier baja puede traducirse en pérdida de ingresos o en más presión para sus compañeras.
Reivindicaciones históricas sin respuesta
Una de las principales batallas del colectivo es el reconocimiento de la penosidad de su trabajo para poder acceder a la jubilación anticipada. Argumentan que las secuelas físicas acumuladas les impiden continuar en plena capacidad hasta la edad legal de retiro. Sin embargo, denuncian que la Administración no ha dado pasos firmes para atender esta demanda, pese a las reiteradas movilizaciones y campañas de visibilización.
La otra cara del turismo de éxito
El turismo en la Comunitat Valenciana vive un verano de cifras récord, pero las Kellys insisten en que ese éxito no llega a quienes limpian las habitaciones que ocupan millones de visitantes. “El hotel se llena, el cliente disfruta… pero nosotras lo pagamos con nuestra salud”, denuncian desde el colectivo.
Asociaciones y sindicatos advierten que la falta de mejoras en las condiciones laborales amenaza con agravar la escasez de personal en el sector, ya que cada vez más trabajadoras optan por abandonar la profesión en busca de empleos menos lesivos y con mayor estabilidad.
Un septiembre sin descanso
Aunque la presión disminuye ligeramente con el fin de la temporada alta, muchas Kellys enlazan contratos temporales o se enfrentan a la incertidumbre de no saber si seguirán trabajando. Para muchas, la lucha continúa todo el año, pero agosto se ha convertido en el símbolo de un modelo que, dicen, exprime la salud y la vida de las trabajadoras invisibles del turismo.