El primer congreso en Alicante alerta sobre la situación límite que atraviesan las boticas de los pueblos pequeños
Alicante — En muchos pueblos del interior de la Comunidad Valenciana, donde la despoblación avanza de manera imparable, la farmacia sigue siendo un servicio esencial. No solo es el lugar donde se adquieren medicamentos: en muchas ocasiones se convierte en el único punto de atención sanitaria y social, especialmente en invierno, cuando los consultorios médicos reducen horarios o dependen de un médico itinerante. Sin embargo, estas farmacias rurales están al borde del colapso.
Este fin de semana, la ciudad de Alicante ha acogido el primer congreso de farmacias rurales, organizado por la Asociación Provincial de Farmacias Rurales de Alicante, con un mensaje claro: una de cada tres farmacias corre riesgo real de cerrar.
“Si seguimos así, cerraremos todos”
Manuel Olivert, presidente de la asociación y farmacéutico de Benimassot (El Comtat), lo resume con crudeza:
“Tal como vamos, cerraremos todos. De hecho, cada mes prácticamente cierra una farmacia en la Comunidad Valenciana”.
El problema está en el modelo económico que rige el sector. A las farmacias rurales se les aplican los mismos criterios que a las urbanas: un margen fijo del 27,9% por cada venta de medicamentos. Pero en los pueblos pequeños, con muy poca facturación y una población muy envejecida, los ingresos resultan insuficientes para cubrir gastos básicos. Muchos profesionales terminan cobrando menos que el salario mínimo interprofesional.
El testimonio de los farmacéuticos
El caso de Manuel se repite en Tollos, donde trabaja María Ángeles Espasa. Ella denuncia los retos que enfrentan a diario:
“Cada vez sufrimos más el despoblamiento. Teníamos una residencia que se ha cerrado y, además, tenemos que pagar alquileres altos porque el Ayuntamiento no dispone de locales que cumplan con las condiciones que marca la normativa farmacéutica”.
En estos municipios, con apenas unos cientos de habitantes y calles vacías durante gran parte del año, la farmacia es mucho más que un establecimiento sanitario: es punto de encuentro, centro de confianza y lugar de referencia para personas mayores que, en ocasiones, apenas tienen otra compañía.
“La sanidad tiene que llegar a todos los lugares por igual, no solo a las ciudades. No puede ser que el derecho a la salud dependa del lugar donde vivas”, reivindica Espasa.
Ayudas insuficientes
Actualmente existen las llamadas farmacias de viabilidad económica comprometida (VEC), que reciben una ayuda estatal de hasta 900 euros mensuales. Pero los profesionales aseguran que esta aportación es claramente insuficiente.
Lo que piden es un cambio de modelo: que no solo se pague por los medicamentos dispensados, sino también por los servicios que ofrecen —desde controles de tensión o glucosa hasta el simple acompañamiento sanitario— y que en los pueblos resultan vitales.
Farmacias rurales, un servicio en peligro
La advertencia es clara: si no se modifican las condiciones actuales, muchas farmacias rurales desaparecerán en los próximos años, dejando a decenas de pueblos sin este servicio básico.
Y con ello, se perderá algo más que un punto de dispensación de medicamentos: desaparecerá un espacio de cohesión social y sanitaria, indispensable para mantener con vida a los municipios más pequeños y vulnerables de la Comunidad Valenciana.