La visita institucional del ministro de Política Territorial se convirtió en un altavoz para los afectados que siguen viviendo entre barro, aguas fecales y promesas sin cumplir.
Una visita marcada por la indignación ciudadana
La escena fue tan espontánea como reveladora. Mientras el ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, caminaba por las calles de Catarroja acompañado por la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, y la alcaldesa Lorena Silvent, un grupo de vecinos no pudo más y estalló: “No tenemos alcantarillado. Cada vez que llueve, sale la mierda”.
Las palabras, crudas pero sinceras, vinieron de una mujer visiblemente afectada que agitaba una bolsa de plástico con barro negro frente al ministro. Junto a ella, su hijo pequeño, de apenas dos años. “Vivo con él en una casa que se inunda cada vez que llueve como ayer”, gritaba mientras las lágrimas se le escapaban por la cara.
Siete meses de espera y desesperación
Han pasado más de siete meses desde la DANA que arrasó la comarca de l’Horta Sud, y muchos vecinos de Catarroja siguen esperando que se reparen infraestructuras básicas como el alcantarillado. En algunos barrios, las aguas residuales siguen vertiéndose en las acequias, generando riesgos sanitarios y situaciones indignas.
“No podemos seguir vaciando el váter al canal como si estuviéramos en el siglo XIX”, se quejaba otro vecino, que se unió al pequeño grupo de personas que, sin pancartas pero con mucha rabia, aprovechó la visita ministerial para hacerse oír.
Un contacto directo, pero sin soluciones inmediatas
El ministro Torres se acercó a los vecinos, escuchó sus quejas y respondió que “la reconstrucción no será fácil”, aunque prometió estudiar todos los casos que puedan entrar dentro del fondo de 500 millones de euros destinados a actuaciones relacionadas con la salubridad. Una cifra considerable, pero que aún no se traduce en soluciones palpables para muchos de los afectados.
“Es verdad que hay una parte que debe asumir el ayuntamiento, pero también es cierto que estamos en emergencia y tenemos que estudiar cómo llegar a todas las familias que lo necesitan”, explicó el ministro en declaraciones a los medios tras el encuentro.
“Están arreglando por bloques, pero no han llegado al nuestro”
El regidor y cuarto teniente de alcalde, Miquel Verdeguer, intentó calmar la situación explicando que los técnicos municipales están actuando por zonas. “No han llegado aún a tu calle, pero lo harán”, dijo a la vecina que lloraba. Pero la respuesta no convenció. “No hacéis nada, solo dais largas”, le reprochó entre sollozos.
Otros vecinos sumaron sus propias denuncias: parques infantiles sin reparar, semáforos apagados junto a escuelas, aceras hundidas, caminos intransitables… “Parece que solo se acuerdan de nosotros cuando vienen cámaras o ministros”, lamentó un padre con dos hijos que caminan cada día entre charcos y cables sueltos para ir al colegio.
Ayudas millonarias que aún no llegan al vecindario
El Gobierno ha cifrado en 7.400 millones de euros el total de fondos asignados a la Comunitat Valenciana para paliar los efectos de la DANA. De esos, 400 millones se han destinado específicamente a Catarroja, según confirmó el propio ministro.
Ese dinero, según detalló, incluye ayudas para adelantos de vivienda, apoyo a pequeñas y medianas empresas, reparación de infraestructuras agrarias, vehículos dañados, becas para estudiantes o incluso ERTEs derivados de la catástrofe.
Pero para muchos, esos millones son solo cifras en un papel. “¿Dónde están las ayudas? ¿Por qué tenemos que seguir viviendo así mientras se reparten millones que no vemos?”, preguntaba una vecina mayor que, con bastón en mano, señalaba la calle todavía embarrada frente a su casa.
Conclusión: voces que piden dignidad
La escena vivida este miércoles en Catarroja no fue una protesta organizada ni una concentración planificada. Fue la expresión genuina de una ciudadanía agotada, que siente que el tiempo pasa y las promesas no se cumplen.
La visita del ministro Torres puso el foco mediático en una realidad que, sin embargo, sigue siendo cotidiana para decenas de familias. Porque más allá de los discursos y las cifras, lo que piden estas personas es algo básico: vivir en condiciones dignas.