El recuerdo de los 227 muertos en las riadas de hace once meses pesa en cada vecino, mientras las lluvias vuelven a poner a prueba a los pueblos del barranco del Poyo
El miedo que no se va
Han pasado once meses desde que la DANA del 29 de octubre de 2024 arrasó la Comunitat Valenciana dejando 227 muertos y cientos de familias rotas. Sin embargo, en la zona cero del barranco del Poyo, cada nueva tormenta revive el trauma.
En las últimas horas, con la alerta roja activada y la lluvia cayendo sin descanso, las familias han vuelto a sentir aquella angustia. “Hay una psicosis generalizada, la verdad. Ha sido una noche dura, casi nadie ha dormido”, confiesa un vecino mientras observa cómo el agua baja con fuerza junto al barranco.
Precaución extrema en el día a día
El miedo ha obligado a cerrar comercios en Paiporta “por precaución, por todo el mundo…”. Los colegios permanecen cerrados por segundo día consecutivo y, aunque altera la rutina, los vecinos lo agradecen: “Nos sentimos más seguros teniendo a los pequeños en casa. Los abuelos estamos para eso”, explica una mujer mientras ayuda a cuidar de sus nietos.
Otros han tenido que reorganizar su vida laboral. “Tengo mi negocio y me ha tocado quedarme con la nena”, cuenta resignado un padre.
Heridas que siguen abiertas
Las cicatrices de la DANA todavía se notan en calles y viviendas. El garaje de José sigue maltrecho, sin poder arreglarse del todo, aunque esta vez ha resistido. La peluquería de Amanda sobrevivió gracias a la instalación de una bomba antirretorno.
Miles de vecinos han vuelto a subir sus coches a zonas altas, como ya hicieron durante la catástrofe. Nadie se arriesga a dejar sus vehículos en garajes o calles bajas: “Nadie va a correr a buscarlos si el agua vuelve”, comenta otro residente.
Entre la angustia y el alivio
Aunque en localidades como Catarroja hubo inundaciones en un túnel, el alcantarillado aguantó mejor que el año pasado. Esa contención ha dado cierto respiro, pero el miedo no desaparece.
“Estábamos acojonados, pero el alcantarillado aguantó”, reconoce un vecino, que aún tiembla al recordar las imágenes de hace once meses.
Conclusión
La vida en la zona cero de la DANA es ahora un equilibrio frágil entre la angustia y la resiliencia. Los vecinos saben que han aprendido a reaccionar con más precaución, pero el recuerdo de aquel octubre negro sigue marcando cada decisión.
Como resume un residente, con voz entrecortada:
“Estamos con el miedo en el cuerpo, pero bien”.
Una frase que refleja el sentir de toda una comarca: resistir, aunque cada tormenta devuelva las heridas aún abiertas.