A medida que se acerca el final del curso escolar, muchas familias en Valencia mantienen viva una tradición tan emotiva como debatida: el regalo al profesorado como muestra de agradecimiento por todo un año de dedicación.
Un gesto que se repite cada junio
Con la llegada del mes de junio, además de las notas, las excursiones y los festivales de fin de curso, hay una costumbre que florece en muchos centros educativos de Valencia: la preparación de un regalo colectivo para los maestros y maestras. Un detalle cargado de emoción que busca reconocer el esfuerzo, la paciencia y el cariño con el que han acompañado al alumnado durante todo el curso.
No es una obligación, pero para muchas familias se ha convertido en un gesto significativo, especialmente en los cursos de Infantil y Primaria. Como cuenta Marisa, madre de una niña del CEIP L’Horta de Alaquàs: “No se trata del valor del regalo, sino del valor del gesto. Queremos que se lleven un recuerdo bonito de nuestros hijos e hijas”.
Personalización por encima de todo
Si hay algo que triunfa en estos obsequios es la personalización. Marcos con fotos del grupo, camisetas estampadas con dibujos hechos por los alumnos, tazas con nombres, libretas con mensajes… Todo vale si el detalle refleja el cariño que se ha forjado durante meses de convivencia escolar.
“Este año hemos hecho un álbum con dibujos y dedicatorias de cada niño. Lo entregaremos junto a una planta con una etiqueta que dice ‘Gracias por ayudarnos a crecer’”, comenta Patricia, otra madre del CEIP Jaume I de El Puig.
También son habituales las cestas con productos variados: bombones, infusiones, libretas, velas aromáticas o incluso entradas para un espectáculo local. Pequeños lujos que se agrupan con mimo para sorprender al profesorado.
¿Quién lo organiza todo?
La organización suele recaer, como no podía ser de otra forma, en uno o dos padres o madres del grupo. Son los que se encargan de lanzar la propuesta, coordinar ideas, recoger dinero —generalmente mediante Bizum o transferencias— y comprar el regalo.
“Este año lo he coordinado yo”, explica Sonia, madre de un alumno de segundo de Primaria en Benicalap. “Abrimos un grupo de WhatsApp paralelo al de clase, votamos entre varias opciones y pusimos un máximo de cinco euros por familia. Lo importante es que todos puedan participar si quieren, sin que suponga un gasto excesivo”.
Un debate que vuelve cada verano
Pero no todo es armonía. La tradición del regalo también levanta, cada año, un pequeño debate entre familias. Hay quienes no pueden —o no quieren— aportar económicamente, y en ocasiones esto genera roces dentro del grupo.
“Yo no participé un año porque estaba en paro, y aunque nadie me dijo nada, sentí cierta incomodidad”, admite Nuria, madre de tres hijos escolarizados en Valencia capital. “Desde entonces prefiero proponer cosas que no cuesten dinero, como una carta o un dibujo colectivo”.
Cada vez más padres y madres abogan por opciones simbólicas, sostenibles y accesibles para todos. Al fin y al cabo, el objetivo del detalle es emocionar, no competir.
Profesores que agradecen el gesto
En el otro lado, el profesorado suele recibir estos regalos con sorpresa y emoción. Aunque muchos insisten en que no lo necesitan, reconocen que les toca el corazón.
“Lo que más me ha emocionado fue una caja con cartas manuscritas de cada alumno. Me las leí todas ese verano”, confiesa Daniel, maestro de Primaria en un colegio de Ruzafa. “Es bonito saber que tu trabajo ha dejado huella.”
En ocasiones, el regalo se entrega al final del festival o durante la última tutoría, en un acto íntimo que a menudo termina en lágrimas y abrazos.
Conclusión: el valor de lo pequeño
En una época en la que todo va tan deprisa, este tipo de gestos recuerdan la importancia de los vínculos humanos. Un curso escolar no es solo una sucesión de clases y exámenes: es una experiencia compartida, llena de emociones, aprendizajes y relaciones que, con suerte, se recuerdan toda la vida.
Por eso, al margen de si se elige una cesta, una taza o una simple nota de agradecimiento, lo que queda es el cariño. Porque como dicen muchas familias: “Un buen maestro no se olvida nunca”.