«Ábalos y el “caso Koldo”: Crónica de una expulsión anunciada (y bastante surrealista)»
El PSOE expulsa definitivamente a José Luis Ábalos tras el escándalo de su exasesor Koldo García, en una historia que mezcla mascarillas, comisiones, aviones, y declaraciones propias de una comedia política digna de Netflix.
El culebrón político que no sabíamos que necesitábamos
Si pensabas que la política española ya no podía sorprenderte más, es que no habías seguido el “caso Koldo” al detalle. José Luis Ábalos, exministro de Transportes, exsecretario de Organización del PSOE y, según sus propias palabras, “el gilipollas de todo esto”, ha sido finalmente expulsado del partido tras más de 15 meses de suspense, filtraciones, audios misteriosos, y una retahíla de declaraciones que harían las delicias de cualquier guionista de comedia negra.
Pero vayamos por partes. Porque esto no es solo una expulsión. Esto es un verdadero culebrón ibérico con todos sus ingredientes: traiciones, corrupción, mascarillas, aviones para deportaciones, jóvenes misteriosas, compañeros de partido que te apuñalan con sonrisa, y hasta enfrentamientos sutiles con el mismísimo Pedro Sánchez.
Prepárense, queridos lectores, para adentrarse en el esperpento político más jugoso de este 2025. Y no olviden coger palomitas.
El origen del escándalo: mascarillas, pandemia y mucha cara dura
Todo comenzó en los oscuros días de la pandemia, cuando algunos vieron en la tragedia una oportunidad de negocio. Ahí apareció Koldo García, asesor de confianza de Ábalos, quien presuntamente se dedicó a gestionar contratos de compra de mascarillas para el Ministerio de Transportes. Claro, lo de “gestionar” aquí es un verbo muy generoso: según las investigaciones, lo que realmente gestionaba eran comisiones ilegales para él, para otros implicados, y presuntamente para su querido jefe.
La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil empezó a tirar del hilo. Y cuando tiras de un hilo en España, nunca sabes si vas a sacar un simple nudito o un tapiz completo digno del Museo del Prado. En este caso, sacaron un tapiz entero, donde empezaron a aparecer nombres, audios, mensajes, grabaciones, y hasta conversaciones telefónicas que ni Villarejo en sus mejores tiempos.
El nombre de Ábalos empezó a sonar más y más fuerte en la investigación, aunque él siempre ha insistido en su inocencia. Según su versión, fue engañado por su asesor de confianza (que él mismo eligió, todo sea dicho). Es más, asegura que Koldo y Santos Cerdán —otro peso pesado socialista— venían ya con su mochila de corrupción desde Navarra y que él simplemente fue el pardillo al que embaucaron.
La “traición” de Cerdán: compañeros de partido y puñaladas
Mientras el foco se centraba en Koldo, la investigación empezó a salpicar a más gente. Santos Cerdán, número dos del PSOE hasta hace apenas unos días, también apareció mencionado en el informe de la UCO. ¿La reacción de Pedro Sánchez? Defender a Cerdán hasta el último segundo… mientras a Ábalos se le iba arrugando el escaño.
Y es aquí donde las costuras internas del PSOE empiezan a crujir. Según Ábalos, lo suyo ha sido un caso flagrante de doble rasero: “A Cerdán lo defienden hasta el final, y a mí me tiran a los leones”. Y como broche final, Cerdán presentó esta semana su baja voluntaria del partido, muy voluntaria, sí, justo antes de que lo hicieran volar de todos modos.
El PSOE, buscando poner orden y limpiar la imagen, expulsó oficialmente a Ábalos este lunes, en la primera reunión ejecutiva tras conocer los informes que apuntaban a las conexiones de Cerdán con las comisiones.
Las frases de Ábalos: oro puro para el humor político
En toda esta historia, pocas cosas han sido tan comentadas como las propias declaraciones del protagonista:
- “Soy un gilipollas, el imbécil de todo esto”.
- “Me crecen los enanos con la chica esta” (refiriéndose a una joven que apareció en su casa durante uno de los registros de la Guardia Civil).
- “Koldo y Cerdán me utilizaron; yo no me reconozco en esos audios”.
Cada frase de Ábalos parece sacada de una comedia absurda. Es difícil no imaginarse al exministro como un personaje de José Mota, con esa mezcla de incredulidad, resignación y dramatismo que caracteriza a nuestros políticos caídos en desgracia.