En el Reino de Valencia ningún político ha considerado seriamente que la lengua propia puede ser un instrumento político eficaz para crear un discurso ideológico propio. Por eso nadie la ha respetado en todo el proceso autonómico. Los socialistas españoles, injertados del fusterianismo universitario, optaron por el catalán sin disimulos y luego Eduardo Zaplana se la regaló a Jordi Pujol a propuesta del señor Aznar. Naturalmente en Cataluña sí que saben que una lengua minoritaria tiene mucha rentabilidad política y no cejan en subyugar el valenciano al catalán porque saben que, en el fondo, eso les concede una posibilidad de “imperio” que realmente a estas alturas, cuando el incremento de la población catalana es directamente magrebí, resulta un poco ridícula.
Todo parecía perdido para la lengua valenciana, pero de repente ha aparecido un político que parece tenerle estima de verdad, el presidente de la Diputación Vicent Mompó. Es un gestor condicionado por una espada de Damocles muy amenazadora, pero hasta ahora está esquivando todos los golpes. Y hasta ha conseguido que su vicepresidenta de la Vall d’Albaida estuviera presente en la presentación del libro del doctor Abelard Zaragozà que cuestiona las bestialidades gramaticales de Pompeu Fabra. Esto resulta insólito en una lingüística autóctona que hasta ahora se ha caracterizado en estar a las órdenes de lo que manden en Barcelona, sin cuestionar ni una coma.
Por eso en la presentación de “Sistema d’accentuació valencià, castellà, italià” representa un punto de contraste importante. Por primera vez una institución valenciana avala una posició antiacadémica precisamente de un académico de la academia. Y a la llamada ha acudido todo el valencianismo anticatalanista que ahora ve en la voz de Zaragozá un paladín capaz de desmontar el puzzle confeccionado a lo largo de tantos años. Allí estaba el señor Navarro Raga, presidente de lo Rat Penat, el activista Ramon Quiles o los principales filológos valencianistas con Toni Fontelles al frente.
Ver a Antoni López Quiles, antaño director de la revista “Saó” quejándose del corset catalán que se ha impuesto en la liturgia resulta sublime. Saber que hay disidencia – que debe existir hasta en la misma Barcelona – es emocionante.
Pero no hay que dejar de reconocer los méritos de Mompó, un político que podía haber prescindido de este tema tal y como han prescindido el resto de sus correligionarios. Dar alas a esta crítica es cargar de esperanzas la posibilidad de que se salve la singularidad de la lengua valenciana, hasta ahora sumida en un abismo del que parecía que no se podía salir.
La colección filológica de la Diputación anuncia nuevos libros. Quizás constituyan la senda de una reconstrucción, Y si Mompó diera el salto a otros ámbitos esta estrategia se afianzaría. De momento disfrutemos de este trabajo serio y científico del académico Zaragozá. Y felicitemos al gestor político que lo ha hecho posible.
Pie de foto:
Vicent Mompó antes de la presentación del libro junto al monumento a Vinatea del escultor Pinazo que la Diputación conserva en su patio principal.