El abandono de la alquería dels Moros: un patrimonio rural en ruinas y olvidado
Detrás del parque de Benicalap y al lado de la alquería de la Torre (BRL), se encuentra el conjunto rural de la alquería dels Moros, declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Un patrimonio cultural que permanece en un estado de abandono que clama al cielo.
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Este enclave histórico, testigo de siglos de historia agraria, se encuentra sumido en el deterioro, con basura acumulada, enseres esparcidos por su huerto-jardín y un tráfico rodado ilegal que circula impunemente frente a su fachada principal y laterales, a pesar de que la calle Emili Camps i Gallego está señalizada como peatonal.
La desidia administrativa y la falta de acción durante décadas por parte del Ayuntamiento de Valencia han convertido este lugar en uno de los símbolos de la negligencia hacia el patrimonio cultural de la ciudad.
El único edificio que ha recibido atención es la Casa del Senyor, propiedad municipal, rehabilitada hace años pero actualmente cerrada al público. Este inmueble, que albergaba las oficinas del extinto Consell Agrari, permanece clausurado, incumpliendo la normativa que obliga a permitir visitas al menos cuatro días al mes. Según denuncias ciudadanas, el consistorio ya venía eludiendo esta obligación incluso antes del cierre definitivo, una situación que ha generado críticas y quejas formales. La asociación Círculo por la Defensa del Patrimonio Cultural ya denunció estos hechos ante el Síndic d’Agravis, poniendo en evidencia esta opacidad, señalando cómo el Ayuntamiento ignora sus responsabilidades legales.
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El resto de las construcciones del conjunto —las casas número 2, 3 y 4, además del huerto-jardín— están en manos privadas y presentan un estado lamentable. Las edificaciones muestran grietas, daños estructurales severos y, en el caso de la casa número 2, una desaparición total tras un colapso que aún levanta sospechas. En agosto de 2018, pocos días después de iniciarse las obras de rehabilitación de la Casa del Senyor, esta vivienda se derrumbó. Curiosamente, el desplome coincidió con el paso de vehículos pesados por la calle peatonal, un hecho los expertos en patrimonio consideran no solo una negligencia, sino una imprudencia grave.
Siete años después, no hay responsables identificados ni una investigación que esclarezca lo sucedido, solo excusas que rayan en lo absurdo y que no satisfacen a los defensores del patrimonio.
El huerto-jardín, parte integral del BIC, no corre mejor suerte. Este espacio, claro ejemplo de los hortus conclusus característicos de las alquerías y de los jardines, se ha convertido en un vertedero improvisado.
Escombros, desperdicios y materiales potencialmente tóxicos se amontonan en el lugar, que también es usado como zona de acampada y para actividades como la preparación de paellas. Los vecinos han denunciado repetidamente esta situación, pero el Ayuntamiento solo actúa cuando las quejas llegan por escrito, evidenciando una falta absoluta de iniciativa inspectora. La función in vigilando, que debería ser una prioridad para proteger un bien cultural de esta categoría, brilla por su ausencia.
No es de extrañar pues que los técnicos y funcionarios municipales se vean desbordados por el aluvión de denuncias presentadas en el Registro General de Entrada, así como por las reprimendas del Síndic de Greuges, que ha señalado en varias ocasiones la inacción del consistorio.
La alquería dels Moros es un reflejo de una problemática más amplia: la desatención al patrimonio histórico en Valencia. Mientras el Ayuntamiento se jacta de proyectos turísticos y modernizaciones urbanas, conjuntos como este, que podrían ser un atractivo cultural y educativo, languidecen en el olvido.
La falta de un plan integral para su conservación, unida a la permisividad con el tráfico prohibido de vehículos por delante de sus fachadas y el uso indebido del huerto-jardín, pone en riesgo no solo la integridad física del lugar, sino también su valor como legado cultural.
Los ciudadanos, hartos de la pasividad municipal, exigen medidas urgentes: desde una investigación seria sobre el derrumbe de la casa número 2 hasta la limpieza y restauración del huerto-jardín, pasando por la reapertura de la Casa del Senyor para cumplir con las visitas estipuladas por ley.
La situación actual de la alquería dels Moros es un grito atronador que pide acción. Es hora de que el Ayuntamiento de Valencia de María José Catalá asuma su responsabilidad, no solo como gestor de un bien público, sino como custodio de la historia de la ciudad. La rehabilitación integral del conjunto, la vigilancia efectiva y el respeto por su estatus como BIC no son opciones, sino obligaciones que se están incumpliendo desde hace más de veinticinco años. De lo contrario, Valencia corre el riesgo de perder para siempre un pedazo irremplazable de su identidad y una de las joyas del patrimonio rural valenciano.