Un emotivo gesto de solidaridad entre afectados por las riadas que han asolado distintas regiones de España
Meses después de haber sufrido en primera persona los efectos devastadores de la DANA que arrasó la provincia de Valencia, un grupo de damnificados valencianos ha emprendido ahora el camino inverso: han acudido voluntariamente a Aragón para ayudar a las víctimas de las recientes inundaciones que han golpeado con fuerza municipios como Azuara, Letux y otras localidades aragonesas.
Con la memoria todavía fresca del barro, el agua y la destrucción que arrastró la DANA en Valencia hace siete meses, estos vecinos no han dudado en organizar una recogida de material de primera necesidad y desplazarse por su cuenta hasta Aragón, cargados de solidaridad y agradecimiento. El gesto ha sido recibido con emoción tanto en las localidades afectadas como en toda la Comunitat Valenciana, donde sigue viva la memoria de los días más duros vividos en otoño.
De víctimas a voluntarios: el caso de Luis Miguel Montoya
Luis Miguel Montoya, vecino de Alfafar, fue uno de los valencianos que casi pierde la vida durante la fatídica noche de la DANA. Ahora, cuando ha visto las imágenes de las nuevas riadas que asolaban Aragón, no ha dudado en organizar junto a otros afectados una expedición de ayuda.
“Hicimos una recogida de lo principal para quitar el barro y limpiar”, relata Montoya. Cargaron una furgoneta con maquinaria, herramientas de limpieza, bombas de extracción de agua y todo el material básico que recordaban haber necesitado meses atrás en su propia tragedia.
Una deuda moral con quienes ayudaron en Valencia
Más allá del impulso solidario, el gesto de los valencianos tiene un profundo sentido de reconocimiento y gratitud. Y es que varios de los pueblos aragoneses hoy golpeados por el agua fueron, meses atrás, los que enviaron sus propios voluntarios hasta Valencia para colaborar en las primeras tareas de limpieza y achique tras las riadas.
“Ellos vinieron desde Azuara a Paiporta, Catarroja y Alfafar cuando nosotros lo necesitábamos. Ahora nos tocaba a nosotros devolver ese gesto”, explica emocionado Montoya.
El ejemplo de Mari Carmen: solidaridad pese al dolor
Otra de las participantes en esta iniciativa solidaria ha sido Mari Carmen, vecina de Alfafar que lo perdió prácticamente todo durante la DANA y que todavía hoy sufre secuelas psicológicas por lo vivido. Aun así, no ha dudado en participar en la expedición solidaria: “A estas personas les ha pasado lo mismo que a nosotros. Estoy viva, como ellos, y eso es lo que importa”, afirma con emoción.
Coordinación para evitar colapsos de ayuda
Desde la coordinación de voluntarios de la riada de Valencia, representada por Ana Isabel Foc, se ha insistido en la importancia de organizar las ayudas de forma racional, evitando desplazamientos masivos descontrolados que puedan generar saturación en las zonas afectadas.
“Hay que enviar lo necesario y en la cantidad justa, para que la ayuda sea realmente útil y sostenible en el tiempo”, señala Foc, que sigue colaborando en los distintos operativos de solidaridad surgidos tras las últimas catástrofes naturales.
Una lección de humanidad desde el barro
El ejemplo de estos valencianos que han cruzado el país para ayudar a otros damnificados ha sido recibido como una auténtica lección de humanidad y empatía. Quienes hasta hace poco eran víctimas del agua y el lodo, ahora regresan a esos mismos escenarios, pero convertidos en manos de ayuda, en impulso moral para otros que atraviesan ahora el mismo calvario.
“Volver al barro ha sido difícil emocionalmente, pero también necesario. Esta es nuestra manera de superar lo vivido: ayudando a otros”, reconocen algunos de los voluntarios.
La memoria reciente de la peor tragedia de Valencia
La DANA del 29 de octubre de 2024 sigue considerada la mayor catástrofe natural reciente en la historia moderna de la Comunitat Valenciana, con miles de familias desplazadas, viviendas arrasadas y cuantiosos daños aún sin reparar del todo. El recuerdo de aquellos días está muy vivo en el corazón de muchos valencianos, especialmente en municipios como Alfafar, Catarroja, Paiporta o Sedaví.
Por eso, el drama vivido ahora en Aragón ha resonado especialmente en la memoria colectiva de estos vecinos, que han sentido el deber moral de estar junto a quienes ahora sufren lo que ellos vivieron hace tan solo unos meses.
Una cadena de solidaridad que sigue creciendo
Este intercambio de ayuda entre comunidades afectadas por fenómenos extremos pone de relieve la necesidad de mantener redes de solidaridad ciudadana activas en un contexto donde los fenómenos climáticos adversos son cada vez más frecuentes e imprevisibles.
Más allá de las respuestas institucionales, estas iniciativas nacidas desde los propios afectados demuestran cómo las víctimas de hoy pueden convertirse en los voluntarios de mañana, generando un círculo virtuoso de apoyo mutuo ante las tragedias compartidas.